Teoría de la creación de un monstruo.

Paseo al crepúsculo.

Pasaron unos días desde que el contacto con la chica de la noche había cesado. Apenas recordaba el sentimiento de culpa por la decisión que tomó, dedicó toda su atención a la eterna charla con la chica del rayo y a cómo ayudarla en su vida. Desde hacía tiempo, la situación entre ella y su pareja habían empeorado bastante.

Era irónico como a pesar de sus sentimientos, de todo lo que había pasado, aún seguía queriendo ayudarla en su relación. No quería ganar aprovechando un momento de debilidad. No era su estilo. Y jugar sus cartas en ese instante le provocaría un fallo estrepitoso del que nunca se iba a perdonar. O eso creía.  Al fín y al cabo era su amiga, y tenía que buscar la mejor solución para ella.

Habían quedado esa misma tarde para pasear y que lo pusiera al día en persona y hacerla olvidar un poco todos sus problemas. Eso se le daba genial a él, hacer a los demás olvidar sus problemas. Cuando estaba con ella no le preocupaba su lucha interna de querer estar con ella o negar su futuro incierto, solo disfrutaba de su compañía y de como conectaban de forma indirecta.

Se le ocurrió invitar al Lobo a la cita. Hacía mucho tiempo que no se veían, además de que también era su amiga, así que mataría dos pájaros de un tiro pasando la tarde juntos. Aún así, dudó durante unos instantes de si invitarlo o no. Las ganas de querer estar a solas con ella le jugaron una mala pasada durante unos instantes antes de enviar la invitación.

Se encontró con él a la hora de comer, y quería que lo pusiera al día del tema de la chica del rayo. Le daba la sensación de que era el tema central de su vida ahora, pensó que era algo normal, ya que no conocían el resto de lo que había ocurrido. Su máscara de sonrisa funcionaba de maravilla cuando quería.

Le puso al día de su situación. De como estaba dando marcha atrás ante la falta de valentía por la situación por la que pasaba ella. La cara del Lobo se mostraba cada vez más decepcionada ante la explicación del joven.

- Tio... Te estás destrozando todas las posibilidades que tienes con ella. - le decía.

"Ya... Pero no voy a decirle nada sabiendo por lo que está pasando. No es lo correcto."

Parecía que la discusión se iba a alargar más allá de la frase del joven, pero su móvil comenzó a vibrar. La chica del rayo había llegado al punto de encuentro y ellos todavía se encontraban de camino.

"Es ella." Dijo.

- Puedes hacer lo que quieras, pero juega bien tus cartas o te vas a tropezar escalando la torre. - terminó diciendo el Lobo. Parecía el punto final de la breve charla.

En el camino hacia su reunión, pensó mucho en todo lo que estaba pasando. No comprendía las palabras del Lobo y le daba la sensación de que él sabía algo más. Estaba cansado de jugar con posibilidades y no con seguridades. Aunque no quería admitirlo, se sentía perdido en un mar de sentimientos luchando constantemente.

"El monstruo podría ayudarme en esto..." Se decía a veces.

Tan desesperado se encontraba que quería pedir ayuda a lo que acababa de encerrar en la habitación más segura de su interior. Los mismos sentimientos que le pedían que no lo hicieran eran los que le pedían que no le dijera nada a la chica del rayo y eso lo confundía. No sabía si su bondad lo protegía de las cosas malas o simplemente de lo desconocido. Estaba roto, confuso y asustado. Pero algo en su interior decía que todo eso acabaría en algún momento, que sus miedos, temores y soledad se irían para siempre. No ese día, ni seguramente el siguiente. Ni siquiera la semana siguiente, pero algún día saldría el Sol en su eterna oscuridad.

Algún día.

Vió a la chica del rayo de lejos como los saludaba mientras se acercaban. El Lobo levantó su mano para devolverle el saludo.

- A ver como se te da hoy el asalto. - le dijo mientras se adelantaba para darle un abrazo a la joven.

Se quedó en el sitio parado y sus miedos comenzaron a consumirle.