Roto.

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Recibió un mensaje poco después de llegar a casa. Su amiga pensaba que pasaría allí todo el fin de semana.
No se le apetecía hablar del tema, ni siquiera hablar con ella. Si se podían poner más difíciles las cosas, más difíciles se las estaba poniendo.
No podía estar pensando un día en querer controlar ese monstruo y al día siguiente dejar que lo consuma. Le daba la impresión de que estaban viviendo dos personas en el mismo cuerpo: uno quería sobrevivir, el otro apagar la llama de lo que una vez fue.

"Creo que me estoy volviendo loco." Se decía. No se arrepentía de lo que ocurrió la noche anterior, pero sí sentía que se había traicionado a si mismo. Esos no eran los principios que seguía hasta hace poco tiempo. En menos de una semana su vida, su forma de actuar y su interior había dado un vuelco y pareciera que se estaba viendo constantemente desde el otro lado del espejo.

Podía parecer un cambio no muy importante, pero lo era ciertamente. Normalmente los cambios en una persona se daban de forma gradual, con el paso de mucho tiempo, o al menos eso era lo que él había visto siempre. Pero sus cambios se estaban dando a pasos agigantados.

"¿Son cambios? ¿O realmente era así?" Se tumbó en la cama y lanzó un gran suspiro ahogado contra la almohada.
Realmente no se le apetecía salir de su habitación en diez, cien, mil años. No hasta que comprendiera por qué un día piensa algo y al día después le volvía a dar vueltas como si se hubiera olvidado de lo que había pensado el día anterior.
Si no se conocía a sí mismo no quería que el resto lo hiciera.

En ese momento volvió a sonar su teléfono móvil. Giró su cabeza y miró la pantalla iluminada encima de la mesita de noche. La chica del rayo le había enviado un mensaje.

A decir verdad, habían estado compartiendo una conversación intermitente desde que se intercambiaron los números de teléfono y no hablamos de una conversación monótona, compartían una buena sinergia a la hora de charlar.

Al leer el mensaje no tuvo más remedio que mentirle. No era el mejor momento para preguntar un "¿Cómo estás?". Claro que ella no sabía lo que le había pasado.
Así que le mintió. Y todo iba genial de repente. Ella continuaba poniéndole al día de todo lo que estaba pasando a su alrededor, le hablaba sobre sus planes de futuro, qué haría a lo largo de ese año, los trabajos que tenía por delante, incluso de su novio.

En este punto, nuestro protagonista se bloqueó un poco. Este último tema había chocado con algo en su interior, y no sabía de qué se trataba. No se sentía decepcionado, al menos no de la forma en la que podría haberlo sentido. No se había hecho ilusiones ni nada por el estilo.

"Por Dios, llevo hablando con ella 2 días." Se decía. Y no estaba molesto, pero notó que algo dentro de él hizo "crack". Algo ya muerto desde hacía tiempo y que no supo explicar con exactitud por qué hizo ese ruido.

Como era de esperar siguieron hablando con total normalidad, la conversación seguía fluyendo con parsimonia. Incluso decidieron quedar la semana siguiente para comer juntos y dar un paseo por la tarde.

"Acercarme a alguien que tiene pareja puede ayudarme." Pensó. "Así sabré que no tiene segundas intenciones, es una antigua amiga que quiere ayudarme."

Se sentía un poco aliviado. Hablando con ella sintió como toda la presión del día desapareció poco a poco, tanto que durante algunos momentos del día olvidó lo que había ocurrido la noche anterior.

"Gente así que me haga olvidar los problemas con una buena conversación me hacían mucha falta." Estaba muy contento por haberle pedido el número de teléfono para charlar.

La noche se acercaba y el Sol estaba a punto de esconderse. Fue a darse una ducha caliente antes de enrollarse en su pijama calentito y sus mantas por encima y disponerse a ver una película.
En ese momento, miró el teléfono móvil y vio que brillaba con la llegada de un nuevo mensaje. Era de la chica de la noche anterior, o "La chica de la noche", nombre que decidió ponerle tras el mensaje que había recibido.

Lo leyó y se quedó en silencio, tuvo ganas de llorar, pero no podía. El mensaje decía lo siguiente:

"Oye, se que posiblemente estés enfadado conmigo por lo que pasó anoche, no me has hablado en todo el día así que supongo que no querrás saber de mí. No fue una encerrona. Ambos lo hicimos porque ambos queríamos. Esto no significa nada más que una amistad, y aunque tú lo niegues, alguien tiene que decírtelo. Estás roto. Igual que yo. Esa tía te ha roto cuando ha acabado la relación contigo y no pasa nada. Algún día te recuperarás. Se lo que tienes dentro y se lo que sientes. Pero hagas lo que hagas vas a sentirte igual de roto hasta que tu corazón decida curarse. Así que pásalo bien y olvídate de todo.  Se lo que es sentirse solo cuando acabas una relación y quería ayudarte a hacerte la noche más fácil. Si quieres hablar conmigo estaré en casa esta noche. Puedes llamarme."

Estaba roto. Y era lo más real que le habían dicho en toda la semana.

"Un momento... ¿Sabe lo que tengo dentro?" Apretó el botón para grabar un mensaje de audio. "Tu... ¿Tienes algo que te incita a hacer cosas también?"

Apareció la señal en el chat de que lo había escuchado. Tras una hora, ella seguía sin responder a su mensaje de auxilio.

Teoría de la creación de un monstruo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora