El dolor en su cuerpo no fue nada en comparación con la desesperación y terror que le había hecho despertarse y casi saltar de la cama, estaba sudando y temblaba como si tuviese una enfermedad espantosa; Odette miró a sus rededores frenéticamente, esperando que algo terrible ocurriera, esperando a que algo horrible saltara de las sombras de su habitación y destrozara el apartamento, o a ella.
No obstante, se encontró con el silencio más apabullante que jamás hubiese experimentado y eso sólo terminó por atormentarla aún más.
Cuando corrió hasta la sala y encendió las luces no reparó ni un segundo en el malestar físico que su sobre esfuerzo provocaba. La detective no sabía cómo, pero estaba consciente de que algo iba mal, muy mal; se maldijo por haber dejado su teléfono celular olvidado en la sala y caminó con rapidez hasta conseguirlo, esperado encontrarse con mil mensajes y llamadas perdidas.
Sin embargo, cuando encendió el celular se encontró con que nadie había intentado comunicarse con ella. Este hecho ayudó a que la chica se detuviera un poco y se pusiera a pensar en lo que estaba pasando, cerró los ojos con fuerza y, al abrirlos, miró de nuevo a sus alrededores, buscando algo fuera de lugar.
No encontró nada alarmante, nada que pudiera hacerle daño.
Odette se dejó caer sobre el sofá —con el teléfono aún en su mano derecha— y dejó salir un largo suspiro que se llevó el miedo que le había hecho despertarse de aquella forma. A pesar de que esa desesperación se esfumó, aún podía sentir cierto dolor en su pecho, un vacío que le nublaba —sólo un poco— la razón.
Miró la pantalla del celular y la hora le hizo enderezarse de nuevo. Su hermana y los Gimondi se habían marchado hacia horas y ya bien entrada la tarde, aún no volvían; el dolor en su pecho incrementó, más la mujer fue capaz de pensar con más claridad...o al menos eso quería creer.
Se dirigió a su habitación lo más rápido que pudo —ahora sin la adrenalina protegiéndola del dolor físico— y se vistió, tomó su arma sin dudarlo y se la guardó para luego salir del apartamento, decidida a encontrarse con Odile y los vampiros.
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Cuando Illya bajó hasta el recibidor se encontró con que no había rastro de ninguna bestia ni de sus acompañantes. A pesar de que todo lucía tranquilo, Illya conocía la clase de silencio que en esos momentos reinaba en la mansión; era el tipo de silencio que los marinos experimentaban justo antes de llevar a cabo algún tipo de ataque estratégico...o cuando alguien realizaba un ataque contra ellos.
El vampiro se sentía nervioso, no podía negarlo, pues era como estar en zona de guerra otra vez; estaba esperando que, en cualquier momento, aquella criatura a la que había escuchado saliese de las sombras y le atacara sin piedad. No obstante, no escuchó nada durante varios minutos mientras recorría la mansión en busca de su hermano y Odile.
Cuando hubo llegado al comedor principal, fue cuando por fin se encontró con un cambio. Ya no había más silencio, pues estaba siendo destrozado por los sollozos de una mujer y los murmullos apresurados y desesperados de su hermano.
La enorme mesa en la que antaño la familia Gimondi había tenido cenas junto a Wadim, estaba destrozada y dispersa por todo el comedor, al igual que las sillas y otros muebles; el piso estaba embarrado de sangre y un líquido negruzco que no podía identificar.
— ¡Luca! —llamó con cierta quiebra en su tono de voz, lo cual denotaba lo desesperado que estaba. Corrió hacia la puerta que llevaba a la cocina y forcejeó con ella, intentando abrirla. Pero durante un par de minutos no tuvo éxito, sin importar cuanta fuerza usara, la puerta metálica no cedía. — ¡Maldición, Luca! —golpeó fuertemente durante varios segundos hasta que la puerta se abrió, revelando al mayor de los Gimondi, con la ropa hecha un desastre y manchada en sangre, pero no se preocupó por él, sabía que las heridas ocacionadas por esa cosa seguramente ya habían sanado. — ¿Qué demonios pasó?
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De Hombres y Bestias
VampireVampiros y humanos han hecho grandes esfuerzos desde siglos atrás para poder convivir en armonía, para crear una sociedad poderosa. Pero ¿cuánto tiempo puede durar la paz entre dos razas tan distintas?, lo común es creer que los rencores entre human...