Extra: El embarazo de Noriaki: Jolyne y Jouta.

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Luego del regaño y de que pasará una semana desde que el chico de las cerezas no le dirigiera la palabra ni siquiera cuando dormían, era frustante para él y para sus pantalones, la abstinencia no le gustaba y lo irritaba, así que comenzó a gruñir cada vez más seguido, hasta que el enojo se esfumo de su cuerpo cuando vino feliz a decir que le había ido de maravilla con un proyecto en su galería, una de sus obras sería llevada a París y la alegría no podía caber en ese pequeño cuerpo que nuevamente volvía a darles amor a él y a su hijo. Lo abrazo contento una vez Jouta se retiro a la escuela, la casa quedó silenciada y se escuchaban el sonido de besos que rompían el silencio. 

-Jo-Jotaro...- dijo jadeante mientras era sentado en las piernas de su esposo, recibiendo caricias suaves y besos por su sensible cuello, a la vez que él correspondía aquel gesto de manera dulce, no tan ruda como Jotaro.

  Todo aquello fue llevado a la habitación, donde estuvieron bastante tiempo. Una hora antes de que viniera el joven Joestar, Jotaro estaba sentado en la enorme cama matrimonial, mientras secaba su cabello y fumaba un cigarrillo eléctrico, ordenado estrictamente por el pelirosa, ya que detestaba el olor a nicotina así como también le desagradaba el sabor del mismo en su boca luego de besar al Kujo mayor. Dio una bocanada amplia acabándolo, gruñó molesto sabiendo que sólo podía fumar un cigarrillo fuera de la casa, era un hombre que rompía las reglas, pero luego de ver como sus cajetillas de cigarrillos eran rotas en pequeñas partes por Hierophant o Charmy, quiso no volver a arriesgarse, ya que más de una vez término a los golpes con su propio hijo por romperse su tan preciado calmador de estrés.

-Tus propabilidades de cáncer acaban de aumentar en un 10% y vivirás solamente hasta los 60 años- dijo cruzado de brazos en la puerta del baño, mientras su bata con cerezas se pegaba a su cuerpo, largando una pequeña sonrisa burlona siendo atraído por los fuertes brazos de Star Platinum donde fue depositado al lado de su esposo, que se acurruco en su vientre mientras lo miraba de manera seria como siempre, esperando sus mimos en su cabello ondulado. -A veces te comportas peor que Jouta- recibió silencio un un leve rubor en la piel acanelada, su pequeña cintura fue abrazada con fuerza y la calidez lo embargo.

-Eres malo Nori- su voz salió grave y tranquila, una risilla se oyó y el teléfono del menor sonó, contesto escuchando gracias a su buen oído que su único hijo se demoraría por ir a acompañar a su abuela a un lugar, el pelirosa solo le dio su aprobación pidiéndole que fuera con cuidado, sabía lo peligroso que era su hijo si intentaban hacerle algo a su abuela. -ese mocoso va a sacarme canas algún día- suspiro mientras bostezaba, adormilado, escuchando a Noriaki cantar una suave canción, sirviendole de tranquilizante para dormirse donde estaba, disfrutando de la embriagadora fragancia que envolvía a su hermoso esposo.

(...)

  Pasó un mes luego de aquello y las cosas seguían normales en la casa, salvo cuando Noriaki se enojaba en uno de sus ataques de irá y ordenaba cual sargento a sus soldados a limpiar y dejar todo sin un centímetro de separación ¿La razón? Estaba teniendo los cambios de humor típicos de un embarazo, era cierto que era hipersensible y cualquier cambio externo le afectaba enormemente, más cuando se trataba del bebé que crecía en su interior.

-Así no Jouta, debes ponerlo más derecho- decía molesto, pidiéndole a su hijo que ordenara los libros de su estudio, el pobre estaba siendo víctima de esos cambios de humor repentinos, sólo volvió a suspirar pesadamente mirando a su madre, que esta vez obtuvo su aprobación al haber acomodado los libros como quería.

  Se retiro del lugar dejándose caer pesadamente en el sofá, coloco su gorra en su cara mientras un bufido escapaba de sus delgados labios, se sonó los huesos de sus manos cerrando los ojos, hasta que algo lo alerto, era una cabeza acostada en su hombro, supo de quién era, se quito el accesorio de la cara viendo el puchero en aquel rostro tan lindo que tenía su madre, le beso la frente abrazandolo, y se dio el lujo de acariciar donde estaba su hermanito o hermanita, embozando una sonrisa boba.

Tiempo juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora