II

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Lo oí de Inglaterra y Francia. Ellos estaban al cuidado de nosotros ahora, refiriéndome con nosotros a Noruega y a mí. Éramos una especie de base, aunque ellos ya estaban por irse, pues la guerra había terminado. Me acerqué a ellos, pues estaban peleándose por algo.

-Oigan, muchachos -mencioné para que dejaran de sacarse los ojos-. ¿Saben si Prusia está bien?

A penas pregunté, el aire se volvió frío, demasiado como para ser Mayo, por lo que empecé a asustarme de tu estado.

-Dinamarca... -Comenzó a decir Inglaterra, dubitativo-. ¿Estás seguro que quieres saber de él? -La pregunta sonó como si el hecho de que quisiera tener información de ti estuviera mal. Yo asentí.

-¿Tiene algo de malo? -fruncí el ceño mientras lo decía, haciendo que rápidamente negara la cabeza. Francia prefirió entrometerse.

-Hey, vamos, tranquilo -tomó mis hombros con cuidado, a lo que sólo me extrañé más-. Inglaterra te preguntó con buenas intenciones, ¿sí? La mayoría de países que fueron invadidos por el nazismo no... suelen preguntar por ellos dos -explicó, poniendo una mueca que parecía extraña-. Sólo es algo de precaución.

-Quiero saber de él -insistí. Sus ojos azules parecían incómodos-. Tú eres su amigo, ¿qué sabes de él, Francis?

Tragó saliva apenas dije su nombre. Parecía realmente incómodo de escucharlo y más por mi actitud. Necesitaba saber si estabas bien, creía que debías de estarlo.

-Denmark -dijo Inglaterra, haciendo que me girara hacia él-. Por favor, relájate. Toma asiento.

Confundido obedecí, pues tenía un cantero al lado. Ambos se miraron, como si debatieran entre decirme la verdad o no, detalle que seguí de cerca. Intenté no preocuparme por tu salud, o al menos no sentirme tan asustado; me convencí, a duras penas, que eras fuerte y podrías con cualquier cosa. Porque eras Prusia, ¿verdad? El asombroso Prusia. El que nunca perdió una batalla.

-Escucha -comenzó a decir Francia, sonriéndome de una forma incómoda. Como si dialogara con un niño-, Gilbert está...perdido...

-¿Perdido? ¿Por qué no lo buscan? -interrumpí, confundido. Francis tuvo que reprimir un suspiro.

-Déjame terminar, Den -pidió, aunque parecía estar cansado de tener que lidiar conmigo-. Bueno, Gilbert está perdido en acción. Su cuerpo... No apareció después de que Alemania se rindió.

Me quedé en blanco, totalmente bloqueado en mi lugar.

-... Lo que era Köningsberg ya no existe -prosiguió diciendo, mordiendo su labio inferior-. Todos dicen que está muerto o algo así, Rusia no nos deja pasar a examinar qué pasó por sus tierras. Ni siquiera nos deja ir hasta su casa. Dice que es algo que debe hablar con Estados Unidos y eso... Pero, más allá de esa información, no hay nada que podamos saber sobre él.

En ese momento preferí yo estar muerto.

En ese momento no podía pensar con claridad. Cómo es que hace tan poco te vi tan orgulloso de ti, de que esa guerra la iban a ganar y lo fuerte que eras. Podrías ser un hijo de puta después y lo sabía, porque me mentiste demasiado, sin embargo en ese instante no pensaba en nada más que tu nombre, repasando una y otra vez tu rostro, todo lo que te hacía ser tan grande. No podía evitar sentirme preocupado por todo lo que eras, por lo que hiciste. Pensar en un mundo donde estabas muerto no valía la pena, al menos no para mí, deseando simplemente morir.
Pero no emití palabra y sólo asentí, bajando la cabeza. Incluso si fuese a Alemania ahora, no podría arreglar nada. Incluso cruzando hasta el Este, eso sólo sería meterme en las cosas de Rusia y los demás Aliados. No quería sólo estar en el medio.
Pensé que te había perdido para siempre y, sí, lo hice. Porque después del muro de Berlín, mucho después de todo lo que pasó, supe lo fue de ti. Y que después de eso no volviste a ser el mismo, que sólo cambiaste tu nombre una vez tu reino partió.
Ya no eras más Prusia... Sino, Alemania del Este.

Al final, nos distanciamos. Tú te quedaste en tu lado, con tu hermano y los italianos, mientras que yo volví a mis andadas con los nórdicos. Pasé todo mi tiempo como de costumbre, molestando a Noruega, Islandia y Suecia, hablando con Finlandia y cuidado de Sealand en mis tiempos libres.

No nos quedó otra más que seguir con nuestros caminos, olvidando para siempre lo fugaz que fue lo nuestro. Lo fugaz que fuiste en mi vida como para haberme invadido y después dejado, así, sin más.

Es curioso cómo en alemán la palabra Eingedrungen, aparte de invadido, signifique penetrado. Y, lo curioso, es que sí me invadiste y penetraste en lo más profundo de mi corazón. Y algo que me gusta pensar en que yo, por así decirlo, hice lo mismo contigo esa noche.

Y, realmente, no me arrepiento de nada.

Eingedrungen [DenPru Two Shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora