Y así pasaron días y días, días oscuros. A decir verdad creo que fueron semanas, pero el tiempo parecía detenerse en la imagen de mi esposo a través de la ventana. Él pocas veces salía de su habitación, y casi nunca salía de su casa. Lo veía tan caído, tan derrotado, tan mal. Ya no era él, y de eso estaba segura, no recordaba la última vez que lo había visto sonreír, todas las bromas que hacía, sus sonoras carcajadas, para mi eran un recuerdo muy lejano.
Pero ese día, algo había cambiado. Cuando él despertó fijo su mirada en la cortina que cubría la ventana y dejaba que a penas unos rayos de sol entrarán a su habitación. Anhelaba su mirada, anhelaba que supiera que yo estaba ahí con él, sus besos, sus caricias, y el verlo mirando la ventana me hizo pensar por un momento que me miraba a mi, con el mismo amor de siempre.
Se levantó de su cama, y a débiles y cortos pasos llegó a la ventana. Dejó caer su cuerpo sobre una silla y liberó un largo y pesado suspiro. Estiró su mano a la ventana y agarró la cortina, tiró de ella y quedó unos segundos en el mismo lugar.
No sabía si él lograba verme, ni siquiera sabía si realmente yo estaba ahí, pero ver el brillo de sus ojos, lo rojo de sus labios, y ojeras muy marcadas en su rostro me transmitió un sentimiento de paz, de calma y tranquilidad. Algo había revivido dentro de mi, y era lindo. Pero claro ¿qué bien dura tanto tiempo?
Luego de quedarse unos segundos inmóvil viendo el vidrio de la ventana, cayó de espaldas y gritó ahogadamente. No entendía nada, lo primero que hice fue intentar ayudarlo pero parecía estar atrapada en ese cristal. Él se alejó de la ventana, temblaba de miedo, estaba asustado y a la vez esperanzado.
-Sólo es mi cabeza- se repetía una y otra vez él a sí mismo, se arrastró del suelo hacía la pared más lejana a la ventana, abrazó sus piernas escondiendo su cabeza entre ellas y siguió murmurándose incontables veces esa frase.
Sentí la necesidad de abrazarlo, de que me escuchara, pero a la vez me sentía tan presa y atada que pensé que sería en vano.
-No es tu cabeza, cariño. Mira y cree- susurre tan débilmente que a penas me escuché yo misma. Pero él si me escucho, su cara lo demostró.
Se acercó gateando hacia mi, y paralizado me miro por largos segundos, segundos que se me hicieron eternos y para mi fueron perfectos. Hasta que vi un cambió en su mirada, ya no parecía asustado, el brillo que caracterizaba sus ojos parecía haberse apagado. Estaba luchando internamente y yo no entendía porque. Su expresión de miedo cambio rotundamente a una de enojo y furia, intenté susurrarle nuevamente para calmarlo pero esta vez las palabras no lograron salir de mi boca.
Tomó con ambas manos una silla, y sin pensarlo la arrojó a la ventana haciéndola añicos. En ese mismo momento los dos gritamos, él grito de él fue de sentimientos mezclados, como el enojo, dolor, decepción, mientras que yo a penas pude gritar 《sólo perdóname》. La oscuridad volvió a adueñarse de la escena, de mi vida, de mis ojos, una niebla tan oscura y tan densa que sólo causaba mareos en mi mente, pero aparte de eso parecía reproducir un eco eterno del grito que había hecho él antes de romper ese cristal. Y resonaba en mi cabeza una y otra vez ese mismo grito. Pero de algo estaba segura, conociéndolo como a mi misma, se que en su cabeza también resonaba lo que yo dije, le implore perdón, y sin dudas esa frase sería dolorosa para él, mucho.
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La Niebla Del Alma
Truyện Ngắn¿Será la muerte como la pensamos? ¿Existirá la luz al final del túnel?