Prólogo

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Y allí estaba, parado frente a él. La persona que le robó tantos suspiros, lágrimas y sonrisas, pero esta vez era totalmente diferente, el sabor amargo del adiós no le dejaba pronunciar palabra alguna, su cara parecía tallada en piedra, inmóvil.

— Entonces ¿Esto es todo?— Inició el rizado.

No podía responder, no podía creer que el futuro de ambos estuviera en sus manos, no podía creer que esas historias que solían imaginar con tanto anhelo fueran sólo eso, historias.

— ¡Por favor responde!— Se acercó al pelinegro extendiendo sus manos hasta rozar el cabello del contrario.— Por favor, dime algo, Cuauhtémoc.

Su corazón pareció dejar de latir por un instante al ver los ojos llorosos del mayor, y sintió el mundo caerle encima al razonar que él había sido el motivo de sus lágrimas. Pero lastimosamente no había nada que pudiera hacer, era divertido pensar que podría soltar una carcajada y repetirse a sí mismo que todo había sido una broma, pero las cosas nunca son tan fáciles, eso le era claro ahora.

— Lo es, se terminó.— A pesar de la agonía que sentía, se las arregló para soltar las manos del otro y darse la vuelta, pese a que no volvió la mirada, su mente repetía una y otra vez esa imagen del que llamó su gran amor, la imagen que él juró que jamás le haría ver, de la que él le juró proteger.

Ahora ya de nada valía lamentarse, no había vuelta atrás.

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