Etapa VII

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Downey recorrió la casa, cuarto por cuarto. Por dentro, el ambiente era notoriamente distinto, como si entrase en una dimensión extraña, lúgubre. Para ingresar al estudio tuvo que forzar la puerta. La humedad y el polvo golpearon su compostura por un instante, obligándolo a cubrirse la nariz con el antebrazo.

No muy lejos del escritorio, una pila de cadáveres huesudos, aún con sus ropas, yacían amontonados.

Por un momento, Gary pensó en salir corriendo de allí, pero el detective le ganó al miedo y decidió inspeccionar los cuerpos. Acto seguido revisó los cajones del escritorio, único mueble en la habitación. Encontró cuadernos con extrañas y viejísimas anotaciones. La frase "la sangre corre eterna" se repetía una y otra vez en muchas páginas de lo que supuso era un diario. Todos los cabos sueltos parecían, al fin, cobrar sentido, con un solo problema: el tiempo.

Otra vez la misma figura:


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La hora del MisterioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora