Porque no existe nada más exasperante que estudiar en un colegio, en Françoise Dupont para ser exactos.
Donde nunca falta un chico guapo y sexy, pero con complejos de idiota descerebrado que con sus constantes burlas, humillaciones y menosprecios...
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No puedo seguir...
No puedo soportarlo...
Estoy harta de sus humillaciones...
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Un nuevo día es una nueva oportunidad.
Al menos eso es lo que la gente suele decir en un intento fallido de convencerse a sí mismos de que todo irá bien al enfrentarse de nuevo con la monotonía de la rutina.
Era el primer lunes del mes décimo, la estación de otoño había comenzado y para este tiempo la temperatura se volvía algo más templada. Las vacaciones de verano oficialmente habían dado por concluidas, dando inicio a un nuevo ciclo académico.
En la panadería de los Dupain, el matrimonio Dupain-Cheng preparaban todo para un nuevo día de trabajo en la mejor y más conocida panadería de todo París.
Los primeros rayos de luz solar se colaban por la trampilla a la habitación bañando el rostro de una dormilona azabache, Marinette Dupain-Cheng era quien yacía ocupando la totalidad de la cama, una joven que con solo una sonrisa era capaz de derretir los polos de la tierra, a pesar de sus escasos diecisiete años era dotada de un cuerpo escultural nato y en conjunto con sus rasgos euroasiáticos hacían de ella una mujer de exuberante belleza.
La chica frunció el entrecejo al sentir como aquel resplandor interrumpía su sueño y le despertaba.
Aún sin abrir sus ojos extendió su brazo palpando a un lado para alcanzar el móvil y chequear la hora, cuando lo alcanzó abrió solo un ojo.
« 07:15am »
Bufo por lo bajo y se levantó extrañando al instante la comodidad de su cama, arrastró sus pies hacia el baño, se deshizo del pijama y pasó dentro de la ducha dejando que las gotas de agua caliente bañasen su cuerpo.
Minutos después salió para vestirse, eligiendo unos jeans color azul marino, un suéter color pera roja de manga larga con detalles en color plateado, sus converse y un maquillaje discreto, optando por dejar caer libre por sus hombros su melena azabache.
Las vacaciones habían pasado en un respiro, ni siquiera había podido aprovecharlas entre el ayudar a sus padres con el negocio familiar y el estar diseñando y confeccionando sus nuevos bocetos.
El regreso a clases era causante del estrés de muchos colegiales y ella no era para nada la excepción, si aquello significaba el regreso a la rutina; exámenes, trabajos, evaluaciones, tarea y más tarea. Más aún, que este sería su último año de preparatoria y tenía que esforzarse al máximo en aprobar todas las asignaturas.
