Un hecho con consecuencias.

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No puedo acercarme.

Simplemente no puedo caminar hasta esa caja de madera que contiene el cuerpo inerte, sin alma, sin vida de mi querida abuela. La razón de que yo siga aquí. Esa mujer que se fue a vivir a casa de Mónica en cuanto supo que su hija estaba embarazada, y después me sacó de la casa de mi "madre". Y tremenda hija, que ni siquiera ha sido capaz de venir a la vela de su difunta madre. La rabia lucha por salir a relucir dentro de mí, pero el sufrimiento, la tristeza, la realización de que ella nunca más estará conmigo ganan la batalla.

Estallo en llanto. Intento no sollozar muy ruidosamente para que ni Elliott ni Rossie que duermen, al igual que la mayor parte de mi "familia", no se despierten.

No conozco a nadie de mi "familia" ya que todos se alejan de la drogadicta de la familia y su hija, es decir yo. Nunca me ha interesado conocer a ninguno de elos, ya que prefiero mantenerme tan alejada de personas tan inhumanas como para dejar a una bebé y una mujer mayor viviendo por su cuenta, apañandoselas a como podían.

Luz, mi abuela, la que siempre cuidó de mí. Mi abuela. Mi madre. Esa mujer de la que no me separaba por nada del mundo. Y la seguiría. La seguiría a lo que sea que siga después de esta mísera vida, pero Elliott y Rossie me mantienen aquí. Me atan a la vida. Como un ancla a un barco. Me mantiene aquí porque no pude pensar en que sufran; en que sufran como pienso que sufrirían si yo me suicido. De hecho lo intenté. Ayer, al enterarme del accidente. Pero Elliott entró a mi habitación antes de que lo hiciera. Pero en todo caso yo ya estaba preguntándome si de verdad quería hacerlo. Preguntándome qué pensaría ella de eso. En qué pensaría mi abuela. Mi abuela...

Debería acercarme. Pero no puedo. Aún quedan personas despiertas, y no dejaré que me vean llorar. Y en todo caso no podría ir sin Elliott y Rossie a mi lado.

Nos encontramos en una habitación del edificio de una agencia funeraria. Elliott, Rossie y yo nos encontramos en la última fila, y no hay nadie en las tres filas delante de nosotros.

Y soy conciente de que divago para no tener que aceptar que se ha ido.

Intento dejar de llorar, pero solo consigo detenerme durante un segundo para después empezar a llorar con más fuerzas.

Me alegro de no usar maquillaje, porque de traer maquillaje puesto me vería como un mapache.

Por tenerla conmigo me maquillaría de mapache cada día.

Ese pensamiento me hace sentir un dolor en mi corazón, pero no es mi corazón lo que duele.

No lo soporto más y empiezo a sollozar. Justo cuando penso que no puedo llorar con más fuerza Elliott se despierta. Está a mi derecha. No dice ni una sola palabra y me rodea con sus brazos; abrazándome con fuerza y demostrándome que me equivocaba. Que si puedo llorar más fuerte.

-Ya, ya, pequeña - Me dice él besando mi coronilla-. No te diré que no llores, porque sería estúpido, porque hasta yo quiero llorar. Pero todo estará bien. Saldremos adelante juntos. Ya verás. Y me dejarás ver de nuevo esa hermosa sonrisa- vuelve a besar mi coronilla y algo moja un poco mi cuero cabelludo. Una lágrima. Me sonríe a través de las lágrimas y después me sienta en su regazo para empezar a mecernos en un ritmo tranquilizador, como si intentara dormir a un bebé. Este acto me tranquiliza, orque me hace ver que así tenga que arroparme por las noches, no me dejará sola. Solo él puede calmarme en momentos como este. Ni Rossie ni mi abuela lo consiguieron, solo él, porque solo él me entiende. Porque solo él sabe como demostrarme con hechos lo que me dice. Me deja de nuevo en mi asiento y nos quedamos abrazados, llorando juntos.

Cuando ya estoy seca, cuando ninguna lágrima cae, Rossie ha despertado, solo quedan tres personas despiertas y esa sensación de estar colapsando ha disminuido su intensidad.

Caminamos despacio y en silenio hasta su ataúd. Estando a escasos quince pasos, paro en seco y retrocedo, tropesando. Rossie y Elliott me ayudan a estabilizarme.

-¿Estás segura de que estás lista? -pregunta dulcemente Ross-. Podemos esperar si no estás lista- Yo solo asiento porque no puedo hablar.

Seguimos avanzando y al llegar y la verla allí, casi inerte, ya que sus músculos siguen sufriendo espasmos repentinos y hasta violentos, dando la impresión de que respira muy quedamente. Sus párpados cerrados, sus labios que solían ser rosados ahora están pálidos. Lloro apoyada en esa caja de madera, observando su cara que refleja paz. Pero entonces, su párpado revolotea, siendo ese espasmo la gota que colma el vaso. Y empiezo con otra de mis crisis nerviosas, la más fuerte que he tenido nunca.

-¡Sé que estás fingiendo!- le susurro a su cuerpo, a sabiendas de que no es cierto. Soy consciente de que ella se ha ido, porque a pesar de que me falta poco para perder la cordura y mucho para si quiera estar cerca de poseerla, sigo siendo capaz de saber que ella no está allí. Se fue. Pero ya no me controlo. La crisis sigue:- ¡Sé que finges estar muerta para poder librarte de mí y no tener que soportarme más!- ya no susurro, ahora hablo normal. Y mis voz crece una octava con cada palabra que pronuncio hasta que al final, estoy gritando y despertando a todos en esa habitación- ¡Te arrepientes de haberme llevado!- pero ella no me escucha. Porque ya es tarde. Ya murió-. ¡Ya no me amas! ¡Por te vas y me dejas! ¡Me dejas con ella! ¡Con Mónica! ¡Ella es un monstruo! ¡Igual que tú!- pero estoy mintiendo, y ni siquiera yo me creo mi penosa mentira.

Alguien me toca el hombro, yo me vuelvo y le lanzo un puñetazo sin tomar deparos en quién pueda ser. Cuando esas personas se empiezan a reunir a mi alrededor, retrocedo. Y ellos avanzan.

Al final me encuentro en una esquina de la habitación, acurrucada y gritándoles cuanto los odio.

Sigo llorando y soltando todo. Pateando a quienes se acercan aún más. Elliott y Rossie les piden que me den espacio, pero ellos se quedan allí, observándome como se observa a un fenómeno en un circo. Les piden que se alejen, que no me toquen. Ellos saben que la única manera de que me tranquilice es dejarme soltarlo todo, dejarme en paz. Saben que si se me acercan los golpearé incluso a ellos.

Con el paso de los minutos se cansan del espectáculo y se van alejando.

Tapo mis oídos, cierro los ojos con fuerza y empiezo a gritar cuando en mi cabeza escucho su voz. Diciendome que me ama. Solo quiero olvidarla. Solo quiero no escucharla.

Con el bullicio que yo misma he estado creando no me doy cuenta del hombre con uniforme celeste de enfermero que se me acerca con una aguja hasta que siento un pinchazo en mi brazo, bajo la vista y veo la aguja enterrada en mi brazo, descargando su contenido.

Se aleja mientras yo sigo procesando lo que acaba de ocurrir.

Al comprender, risas histéricas y psicóticas se apoderan de mi.

-Cobardes- digo aún con risitas-. Necesitan sedarme para no hacer frente al monstruo que ustedes contribuyeron a crear.

Con todos observándome, Elliott y Rossie a mi lado y después de un par de minutos me entra el sueño. Coloco mi cabeza sobre el regazo de Rossie y me dejo seducir por las dulzuras de la inconciencia.

Nada más que oscuridad.

La oscuridad y yo.

Un dulce vacío en el que me olvido de todo. Donde no hay dolor. Ni miedos. Ni Mónica.

Solo paz.

El Juego del Psicópata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora