Capítulo uno.

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   Abro los ojos y aspiro aire profundamente.

   Después de dar unas cuantas vueltas en mi cama, acepto que no voy a poder volver a dormir. Me estiro y miro mi celular. Tengo un mensaje de Elliott:

   "¡Hola Ley! Oye, no puedo ir a hacer las compras contigo. Mark se enfermó y debo cubrirlo en la tienda. Lo siento".

   ¡Había olvidado que Elliott y yo quedamos para hacer las compras! Agradezco inmensamente que Mark se enfermara y ruedo fuera de mi cama para bajar a desayunar. Mientras bajo las escaleras tecleo:

   "Bien. No hay problema. En todo caso lo había olvidado. ¿Puedo hacerte compañía en la tienda?"

   Si no salgo con Elliott o Rossie me tendría que quedar en casa con Mónica, y eso no es una opción.

   -Hablando de la reina de Roma y la idiota que se asoma...- Al entrar a la cocina la veo desparramada bajo el mostrador. Trae una blusa tallada y no sé que ocurrirá primero: que la blusa se rasgue, que sus enormes pechos se salgan de la mini blusa o que los últimos exploten-. Yo opto por la última-. Sé que no debería ni hablar ni sentir así respecto a ella, porque al final del día, cuando ya está demasiado  borracha o drogada para ser consciente de que el día acabó, ella sigue siendo mi "madre". Pero entrar a la cocina y verla con botellas a su alrededor y una en cada mano, una blusa como vestido, su cabello revuelto, y durmiendo- o tal vez esté en coma o ya murió...-, me hace perder todas las ganas de construir una relación sana con ella.

   Pero aún así, sigo intentando que funcione. Más por mí que por alguien más. Porque sé que necesito una madre ahora que ella no está más.

   Me arrodillo y alejo las botellas de licor de ella, saco las que tiene en su mano con sumo cuidado, porque si se despierta de manera repentina reacciona... violentamente. Cuando ya no hay botellas la sacudo suavemente.

   -Mónica. Despierta- ella no se despierta. Aún peor, suelta un ronquido-. Móni...- pero como El Cielo me odia, me llega un mensaje, me sobresalto y la sacudo con mucha fuerza, y la ruidosa melodía más mi acto hacen que Mónica abra los ojos de golpe y yo apenas tengo tiempo de ver su mano que viene directamente a mi mejilla. Me impulso lejos en cuanto lo noto, pero sus uñas me alcanzan, causando un feo rasguño.

   Me levanto y sin decir nada tomo un poco de papel de cocina y lo paso por mi mejilla, solo hay una gota de sangre pero igual duele, arde, y me alegro de haberle cortado las uñas la semana pasada mientras dormía. Se enojó mucho por eso.

   Voy al refrigerador y saco lo necesario para hacer el desayuno. Enciendo la estufa y coloco la sartén.

   Me doy cuenta de que tendré que hacerle desayuno a ella también. Porque así son las cosas aquí. Yo hago todo por ella y por mí, y mi paga es un rasguño en mi mejilla. Otras veces tener que llamar a la vecina, que es enfermera, para que me ayude a saber si sigue viva.

   El hilo de humo me trae a la realidad y coloco el aceite, los huevos y preparo el desayuno con Mónica mirándome fijamente.

   Sirvo mi fresco, mi comida y subo a mi habitación.

   Antes de desayunar leo el mensaje de Ott:

   "Claro que puedes, tontita. Llega cuando quieras. Aquí te espero-  porque no puedo irme, en todo caso, pero bueno...-."

   "Eso fue cruel. Pero está bien, pronto llego. Por cierto, ¿puedo dormir en tu casa hoy? Es solo por esta noche. Te quiero".

   Al finalizar de desayunar tomo ropa y voy al baño para ducharme. Me visto con un pantalón pitillo de mezclilla, una blusa negra holgada que dice "NEW YORK"  y unos zapatos beige, del mismo color que el estampado en la blusa.

El Juego del Psicópata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora