Escape

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Salgo del karaoke tarareando una canción de C°ute. No hay ni una nube en el cielo y la luna está en cuarto creciente. Tokio está silenciosa hoy, aunque a las cuatro de la mañana es lo habitual un martes por la noche. Ya a esta hora no hay ni un salaryman a la vista con su corbata amarrada a la cabeza.

Últimamente se ha convertido en costumbre vagar sola por la noche los martes. A conciertos de grupos underground, de esos en locales subterráneos. Al cine a sesiones dobles. Al karaoke donde doy todo de mí por obtener buena puntuación y superar el record de otras personas. Voy a cualquier sitio que me haga distraerme de mi mente.

No quiero volver a casa aún. El silencio del hogar es más dañino que cualquier otra cosa. Por eso me voy a un Seven Eleven y merodeo por la tienda. Encuentro una novela que no he leído y decido llevármela. Esta noche me hará compañía. Pago con la tarjeta de crédito y me voy a la cafetería más cercana.

Busco un taburete vacío en la barra y me siento al lado de un hombre que está escribiendo en su iMac. Le escasea el pelo y tiene la corbata desabrochada, no parece que esté aquí por placer como yo.

Enseguida me atiende una camarera joven y atenta, que toma nota de lo que quiero y se va un momento a la planta de arriba. Veo el café goteando en la cafetera y, después de contar ocho gotas, abro el libro y comienzo a leer.

O al menos esa era mi intención.

Oigo una voz demasiado familiar bajando por la escalera a mi derecha. Mi amiga Hana charla con otra chica. Me levanto para saludarla. Cuando bajan el último escalón, me ven saludando a Hana con la mano y su boca forma una sonrisa. Me acerco a ambas y las saludo.

— Buenas noches, ¿o debería decir buenos días? -Bromeo —. ¿Qué tal, Hana? ¿Qué has venido a hacer aquí?

— Hemos estado estudiando hasta hace poco -Comenta, su amiga no dice nada, ni me mira —. ¿Y tú?

— Hoy tocaba karaoke -Digo animadamente. Hana frunce el ceño y niega con la cabeza —. ¿Estudiáis aquí a menudo?

— La biblioteca de la facultad de derecho abre este mes por la noche, por los exámenes. Los estudiantes prefieren eso a estar en casa. Hoy es que se nos ha hecho tarde y, cuando han cerrado, hemos venido aquí.

— Hmm.

— Bueno -Dice más para su silenciosa amiga que para mí —. Me marcho ya, ¿vale? No te esfuerces demasiado. Hasta otro día, Moa -Me dice mientras deja atrás a su amiga que se me queda mirando.

Me doy la vuelta para volver a mi taburete y, para mi sorpresa, lo han ocupado. Me voy entonces a una mesa cerca de donde estaba para que me puedan servir y abro mi libro. A los pocos minutos, viene la chica que me ha atendido antes con mi sándwich de pavo y mayonesa cortado en dos triángulos. Le doy las gracias.

— Si necesita algo más estaré a su disposición, señorita -Me dice cortésmente al marcharse con la bandeja metálica en una mano.

Tomo uno de los trozos y lo mordisqueo. El pan está tostado y la mayonesa hace que el pavo esté jugoso y rico. Me limpio con una servilleta y antes de seguir comiendo veo que la chica que estaba con Hana me está mirando. Está a dos mesas de mí, con su libreta abierta y su lapicero delante de esta. Aunque me mira con seriedad, sus ojos son amables. Lo sé. Aparta la mirada en cuanto nota mis ojos en ella y yo continúo comiendo sin perderme un detalle de su muñeca escribiendo.

Al acabar de comer, me incorporo y acerco el plato a la barra. Otra chica, que no había visto antes, se dirige a la mesa donde está la amiga de Hana y habla con ella. La amiga de Hana niega con la mano y oigo levemente que la chica le pide que se marche del local. Alzo la ceja y voy hacia allá.

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