uno.

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I. Red

Aristóteles Córcega nunca se había sentido intimidado por una persona que no fuera su padre y menos por un chico de su misma edad, pero en el momento en que Cuauhtémoc López entró en el aula de clases, con el semblante serio, cara de pocos amigos y una sudadera azul, su reacción fue encojerse en su asiento y en su sudadera roja pero sin dejar de mirar al muchacho en ningún momento.

-Cuathemoc López es su nuevo compañero de clases, es nuevo aquí en Oaxaca y espero que lo traten bien-. La maestra termino de hablar fuerte para la clase y le indico al chico nuevo con un movimiento que se sentará donde quisiera.

Aristóteles seguía inquieto por aquel muchacho de cabello castaño y sudadera azul, lo miró acercarse hasta él y notó que sus labios se movían, pero no escucho lo que dijo hasta que notó las miradas de todos sus compañeros de clase sobre él. -¿Q-qué?-.

El joven que se encontraba de pie rodó los ojos. -Que si este lugar está ocupado-. señaló el asiento que estaba detrás de Aristóteles, el cual tenía una mochila.

-N-no, no está ocupado, lo siento, es mi mochila-. Con movimientos torpes logro quitar su mochila, pero por un mal movimiento todas sus cosas cayeron al suelo, causando la risa de sus compañeros.

-¡Niños!-. exclamó la maestra cómo una forma de reprenderlos lanzándoles una mirada de advertencia, con la que todos callaron al unísono.

Mientras, Aristóteles se encontraba en el suelo tratando de recoger todos sus útiles, volviendo a echar todas las cosas en su mochila con cierto nerviosismo al sentir la mirada de todos sobre él, Cuauhtémoc se arrodilló para también ayudarle a recoger algunas cosas. Al terminar, Aristóteles le agradeció y le dedicó una pequeña sonrisa al castaño, pero él no le sonrió, sólo levantó el mentón en forma de aceptación y se sentó dejando al otro chico confundido mientras tomaba asiento.

Los ojos cafés de aquel muchacho no le dieron espacio para pensar en el problema matemático que la maestra estaba explicando, ni siquiera le dejaron pensar en alguna otra clase más lo que restaba del día.

De regreso a casa sólo podía pensar que el azul nunca fue su color favorito o un color que le agradará demasiado, pero ese día, por primera vez en toda su vida, el azul le había parecido el color más bonito del mundo.

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