Colors.

seis.

IV. Red

El despertador sonó tarde por lo que Aristóteles tendría que correr al colegio antes de que cerrarán la puerta.

Pero la carrera que estaba dispuesto a correr se arruinó justo cuando salía de la panadería de su familia, la rebanada que su tío le había obsequiado del famoso pastel de auténtico chocolate de Oaxaca de mil leches quedó plasmada en su sudadera y en la camisa azul del muchacho de ojos cafés.

Sus miradas se encontraron y Aristóteles soltó una pequeña risa después de notar que ambos estaban totalmente llenos de pastel, al escucharlo, el castaño sólo pudo mostrarle una pequeña mueca que intentaba ser una sonrisa.

El rizado dejo de reír y les mostró una media sonrisa, se sentía extraño y no sabía que decir.

—No manches, Temo, ahora sí quedaste bien enchocolatado—. Exclamó Pancho, mientras él y las calcomanías reían.

—Creo que no podré ir a la escuela—. Fue todo lo que Cuauhtémoc dijo, para después mirar a Aristóteles.

—Y-yo lo siento, es que tenía prisa, no sabía que iba a pasar eso, lo siento, no te ví—. Habló de repente el rizado, bastante apenado, al parecer él tampoco iría a la escuela, no les daría tiempo de cambiarse y correr a la escuela.

—Bueno, ve a cambiarte mientras yo llevo a las calcomanías, no creo que te dejen entrar con todo ese pastel en la ropa, nos vemos Platón—. Pancho tomó las manos de los mellizos y comenzó a caminar rápido para llegar a la escuela antes de que la cerrarán.

—Es Aristó...—. el muchacho no había terminado de decir su nombre, Pancho y las calcomanías ya estaban alejándose. —...teles.

Cuauhtémoc y Aristóteles se quedaron parados el uno enfrente del otro por unos minutos.

Temo pensaba que el carmesí de las mejillas del moreno eran el mejor color del mundo.

Aris pensaba que las camisas de color azul eran lo mejor que le habían pasado al mundo.

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