Lo que acababa de suceder, era mucho más insólito que todo lo que anteriormente le había pasado, toda la locura sufrida: que le disparara su propio amigo por accidente, que su mayor enemigo hubiera intentado matarlo luego de haberlo creído muerto, que el amor de su vida se subiese a esta misma y le salvase la vida cuando ya estaba prácticamente muerto. Todo eso sonaba lo suficientemente impresionante como para dejar en la sombra a la vida de muchas personas , pero lo que realmente le dejó palpitando el corazón a mil, fue la situación que ocurrió al ya huir de la cárcel. Ya estando medianamente a salvo (porque no podría decir eso nunca más gracias a la fuerte búsqueda que la policía realizaba) en la casa de aquel que dio otra oportunidad de vivir, aún cuando eso ya lo había hecho cuando se vieron por primera vez:
La casa de Patricio era linda, cómoda y pequeña, como para una familia de dos o tres integrantes. Su hogar era completamente distinto, no tenia el sentimiento que le brindaba ese lugar, como... acogedor. Lo único que recordaba de su casa erael olor a cigarro de Marito y las puteadas que largaba su vieja siempre que volvía de trabajar, por no mencionar todo el desorden que tenia al no haber nadie que la limpiara. En cambio, ahí se podía oler una fragancia extraña a perfume de mujer pero para casa ¿Sería eso a lo que llamaban desodorante? Y el silencio era profundo, además, todo estaba acomodado, como si lo estuvieran esperando desde hacía rato.
Diosito estaba sorprendido de poder poner pie en una casa tan arreglada y con un aura tan puro, sin ningún tipo de corrupción. La primera vez que había puesto un pie en algo parecido fue cuando llevóa la hija de Lunati a ese quincho en la concha de la lora dando la vuelta en la esquina, pero ese lugar era diferente, estaba movido por gente mala, políticos putos y presos que movían plata como si fuera una botella de jugo en la mesa. Eso le daba otro ambiente al lugar.
Pensó por un momento que se iba a caer de tanta calidez, decidió moverse hasta el sillón más cercano que visualizó, aún admirando todo a su alrededor, debía verse como un estupido. Patricio le indicó que se pusiera cómodo y estaba haciendo algo en la cocina, que quedaba a sus espaldas. Preguntó en voz alta:
-Che, ¿Me puedo sentar?-.
-Si, te dije que te pusieras cómodo- rió un poco desde donde estaba-Ahora en un cacho voy ¿Tenes hambre?-.
-Y... Maso- se rió el también-.
-Ahora te llevo algo para que comas-.
Todo quedo en silencio, y él no aguantó más, así que lo hizo. Levanto la voz para que el doctor lo pudiera escuchar y dijo.
-Tu casa es muy linda boludo-.
Por unos segundos pensó que simplemente no lo había escuchado porque nadie respondió y el silencio siguió reinando. Pero luego sintió unos brazos que lo abrazaban por atrás y a su amigo, enamorado, quien sabe que cosa, decirle mientras hundía la nariz en su pelo.
-Mía no, nuestra-.
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