Persiguiendo

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NOTAS ANTES DE EMPEZAR

okaaaaay, me fui durante años, literalmente. Lo siento (no mucho).

Esto no es una segunda parte, repito NO ES UNA SEGUNDA PARTE. Peeero, me gustaría hacer un par de aclaraciones.

Yo escribí "huyendo" después de leer el 5° libro de Los instrumentos mortales, (de hecho, justo antes de acabarlo), y me gustó encontrar una escena similar a la que tenía en mente en "Ciudad de fuego celestial" (el 6°), con un Sebastián medio enloquecido, desesperao' por lograr que Clary lo aceptara, y ella sintiéndose luchadora y avasallada por este hecho.

Ahoooora, obviamente sabemos que "Huyendo" no pasó en realidad (EN MI MENTE SÍ QUE PASÓ, pero en los libros no), pero si hubiera pasado, me gustaría pensar que hubo algo, un catalizador que encendió todo.

Aunado a esto, siempre me dio entre curiosidad y gracia que Sebastian diera por sentado que Clary se había acostado con Jace, por las marcas en la espalda y todo ese rollo, y pues me di cuenta de que nunca supimos qué sintió o cómo reaccionó a este hecho.

De eso va esta historia. 

Para huir, tienes que ser perseguido.

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Su habitual entumecimiento se desvaneció en un parpadear. Sintió un ligero ardor en la espalda y un cosquilleo al reverso de la cabeza y la boca se le secó de un golpe.

<<NO>>

Se quitó la camiseta, casi desgarrándola y corriendo hacia el espejo, esperando no encontrar lo que ya sabía que iba a estar ahí.

Dos pares de 4 arañazos a lo largo de su espalda.

<<NO>>

Se habían hecho con tanta furia, tanta

Pasión

Que ya se veían como líneas de fuego en contraste con su nívea espalda, en contraste con las otras muchas, muchas cicatrices que se habían abierto y curado desde que nació. Seguro se veían mucho mejor en la piel dorada, besada por el sol de Jace.

<<NO>>

Empezó a reír en voz baja. Una risa rasposa, que arañaba su garganta, como si el dolor que le causaba ello pudiera mitigar, tan siquiera un poco, la otra sensación cada vez mayor en él.

Ni siquiera sabía que podía llorar, hasta que una lágrima cayó en su puño cerrado.

Perdió el control, lo perdió todo.

--¡NOOOOOO! ¡NO! ¡NO! ¡NO!

Tenía ganas de destrozar la habitación, tenía ganas de romperlo todo, de destruirlo todo, de destruir todo el <<asqueroso>> mundo que sólo le había enseñado que nadie nunca, nunca le iba a mostrar más que odio y desprecio, a no ser que lo engañara, como a Clary, o lo obligara, como a Jace. Gritó. Gritó porque odiaba todo. Odiaba a Valentine. Odiaba a Jocelyn. Odiaba a todos los cazadores de sombras y se iba a encargar de matarlos, y lo iba a disfrutar mucho, mucho. Los haría adorarle, cortaría sus gargantas y se regocijaría en el sufrimiento de sus seres queridos.

Aunque hubo un momento en donde pensó que no, en donde lo dudó, en donde creyó que tal vez, por tener algo en común con él, podía llegar a sentir compañerismo, Ahora sabía en los huesos, en la sangre, en la médula, que odiaba a Jace. Su sangre manchada y maldita lo sabía. Y también a ella. También la odiaba a ella, por darse a él. La muy zorra.

<<¿Cómo me pudo hacer esto?>>

Todo lo que había hecho Jace era decirle un par de palabras encantadoras y ella le había abierto las piernas, como si nada.

<<A pesar de que es mía>>

<<Mía. Clary es mía solamente. Nos pertenecemos porque los dos somos los engendros de un hombre ambicioso y enfermo de poder y de una mujer despiadada y mentirosa. Compartimos algo mucho más denso y perpetuo que la pasión momentánea. >>

Recordó el beso. Ese beso prohibido que compartieron, que nadie podía borrar. << El beso que selló nuestros destinos>>. Un beso como un juramento, lanzado antes las ruinas de una casa destruida por sus llamas. Recordó como ella le había visto después. Como si mirara hacia un pozo profundo. De ella no se había podido esconder. Tal vez Jace había sospechado algo, simplemente por el hecho de que no podía aceptar a alguien con mejores habilidades, pero ella, aún torpe, aún inexperta, había sentido el llamado en la sangre. Algo dentro de ella lo había reconocido.

Es por eso que era suya. Sonrió. Es por eso que se podía acostar con quien quisiera, porque iba a regresar a él, siempre a él, siempre iba a seguir siendo una maldita Morgenstenr.

Jace. El grandísimo imbécil se había atrevido a tocar su propiedad, a mancharla. Era lo que estaba haciendo en este momento, en esa sucia fiesta Seelie, en una habitación de pacotilla. <<Yo la hubiera tratado como a una reina. Como a mi reina.>>

Cerró los ojos y se imaginó que eran sus manos envolviendo el cuerpo menudo y pálido. Jalando el cabello encendido, besando los labios suaves. Arrancando suspiros a ese pequeño cuerpo, que había demostrado ser más de lo que aparentaba.

Se preguntó si, además del dolor, Jace y él podrían compartir algo más. Alguna otra sensación corporal. Tal vez...

La diferencia es que Jace estaba con Clary y él estaba solo, y cualquier cosa que pudiera sentir, serían solo residuos.

--¡NOOO!

Al fin, tomó un jarrón de cerámica y lo estrelló en la pared, cerca del espejo. Vio su reflejo, semidesnudo y descompuesto. Lo odió, porque también era el reflejo de Jace. Pensó que apuñalarse en el estómago, solo para herirlo, pero eso podría atrasar enormemente sus planes y ser perjudicial para su propia salud. Tenía que recuperar la compostura.

Al fin decidió que el tiempo de castigar a Jace y tomar a Clary vendría después.

Mientras tanto, encontraría otros medios para derramar su furia.

Se puso una camiseta holgada y salió. Caminó por las calles adoquinadas con sus lentes oscuros y una sonrisa afilada. No pasó mucho tiempo hasta que encontró a una chica bajita, menuda, con el cabello largo y ondulado hasta la cintura. Era pelinegra, pero, ah, podía conformarse.

Le sonrió. Le invitó una bebida. Le invitó a bailar. Le susurró al oído.

Luego la llevó a su cama.

Primero se divirtieron juntos. Luego empezó a divertirse con ella. Mientras la tenía encima, le decía, entrecerrando los ojos:

--¿Te divertiste con él?

La pelinegra no entendía, así que le siguió hablando, con una sonrisa que dejaba poco a poco de ser encantadora. Al poco tiempo se posicionó encima de ella, y, en un acto que incluso a él le pareció impropio de sí mismo, se acurrucó en los pechos pequeños y firmes de la extraña.

--Eres mía, Clary.

La chica al fin lo empujó y le gritó:

--Mon nom est Gabrielle!

Roto el encanto, él respondió <<Je ne me soucie pas.>> No me importa. Y procedió a romperle el cuello.

Mucho más relajado, se levantó dejando al cuerpo inerte sobre la cama. No había elegido tan bien, después de todo. Demasiado sosa, demasiado dócil.

Se relamió el labio inferior.

Estaba seguro que cuando el tiempo llegara, ese cabello rojo que ahora sabía que añoraba lo iba a quemar con su pasión.

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Casi me siento culpable por regresar, después de años, con una historia tan corta, meh. Aún así, espero que la disfrutaran, besitus.

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