'Capitulo 12

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-Se la dí yo-dijo Nate, con más orgullo del necesario.

-Rayos, entonces yo tengo que comprarte un ramo completo-bromeó.

-Lo haces parecer una competencia, Sean -dije, queriendo seguirle la broma, pero lo cierto era que dos hermosos ángeles estaban cortejándome y el tono casual en mi voz no era muy espléndido.

-Claro que no es una competencia-dijo él-, yo no estoy compitiendo con nadie; Nate no es un jugador, él ya tiene dueña-bromeó Sean, palmeándole la espalda a Nate.

Nate sólo sonrió, pero a esa sonrisa le hacía falta... ¿alegría?

-Me haces sentir como un trofeo-dije, haciendo un mohín.

-Non un trofeo. Tu sei una principessa bella e mi piace essere il vostro principe-musitó.

El rostro de Nate se endureció y su ceño se frunció ante las palabras que Sean había pronunciado. ¿Pero qué había dicho?

-Tell in spagnolo-le farfulló Nate.

-No, mi vergogno-musitó Sean.

-Qual è il tempo a flirtare con lei? Non capisce-el rostro de Nate se volvía serio y su voz no tenía ese tono amable.

-Perché so che gli piace l'accento italiano- Sean se encogió de hombros.

-Non vedo il punto- Nate se cruzó de brazos y luego me miró.

No sabía cuál era mi expresión, pero hasta sentía un signo de interrogación dibujado por encima de mi cabeza. Odiaba no entender nada.

-Sean dice que eres una bella princesa y que a él le gustaría ser tu príncipe-me dijo, pero parecía molesto.

-Stai zitto!-protestó Sean a Nate, enrojeciendo por completo.

Miré a Sean, enternecida.

-Qué lindo eres, Sean. Gracias-dije, y él enrojeció más. Sin embargo, Nate permanecía de brazos cruzados y con rostro duro.

La fierecilla apareció de pronto, bailando de alegría por que creía que lo que Nate tenía eran celos y aunque no quisiera aceptarlo, a mí también me gustaba la idea.

La tarde había llegado y el sol se había ocultado ya en algún punto del cielo cuando volvimos al departamento. Había sido increíble haber pasado todo un día con Nate cuando no estaba en mis planes. Me sentía mal a veces de haber utilizado a Sean en varias ocasiones para sacarle ese rostro adusto y un ceño fruncido a Nate. Pero más allá de la remota culpa, se sentía bien.

-¡Uff! Fue un día magnífico el de hoy-dijo Sean, riendo complacido.

-Lo fue-concordé-. Gracias, Sean.

Besé su mejilla ligeramente coloreada por una bella pincelada rosa y crucé los dedos por que el ceño fruncido de Nate apareciera de nuevo en su bello rostro. Le miré por la colilla del ojo cuando me alejé de Sean y lo vi con las manos en sus bolsillos y la mirada baja, como si quisiera evitar ver. La fierecilla se decepcionó.

-Hasta luego, Sean-le dije.

-Hasta luego, principessa-rió, tímido, luego dio la vuelta y se introdujo al departamento de su tía.

Miré a Nate quien ahora esbozaba una linda sonrisa, ¿no le había afectado en nada mi patético intento por ponerlo celoso?

-Qué grosero es Sean, no se despidió de mí-dijo, pero mantenía aun esa sonrisa.

-Es un poco despistado, no te lo tomes a mal-sonreí.

Abrí la puerta y él me siguió.

-Son las seis treinta de la tarde, ¿qué quieres hacer?-me preguntó.

Manual de lo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora