'Capitulo 5

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-¿Así que vienes de Canada?-dije, tratando de evadir mi pregunta anterior, borrarla de la conversación o algo por el estilo.

-Sí, allí nací-respondió-. Pero, por qué ¿qué?-volvió a insistir.

-Nada, sólo me equivoqué de palabras, es todo-reí, nerviosa.

Me miró con los ojos entrecerrados, no del todo convencido y luego posó su atención en el objeto que tenía sobre mis piernas.

-¿Qué es eso?-preguntó.

-Oh, mi cámara.

-¿Eres fotógrafa?-se asombró.

-Sí, y adoro serlo.

-Te gusta el arte entonces-concluyó.

-Por supuesto.

-¿Sabes? A mi gusta la música.

-¿Tocas algún instrumento?

-Sí, la guitarra, el piano,y la batería..

-¡Wow! Eres talentoso entonces. -El sonrió, halagado por mi comentario.

-Gracias.

Siguió conduciendo y cada movimiento que él hacía me provocaba una sensación rara de encanto, en ese momento la respuesta de la pregunta que Sharon me había hecho se escuchó en mi cabeza: sí, él era perfecto. Luego de unos minutos más, su voz interrumpió el silencio.

-Llegamos-avisó, entusiasmado.

Miré hacía el frente, a la izquierda y me maravillé con lo que vi. Bajé del auto al igual que él y sentí cuando el frío me rozó los brazos. Los cabellos que se salían de la boina se movieron.

-Ven, vamos. Tenemos que ir a una de las góndolas-hizo un movimiento de cabeza indicándome que le siguiera.

Nos acercamos más y pude ver el agua del canal y otras tres personas que querían subir al negro trasporte de madera. Me paré justo antes de subir. Nate me miró.

-¿Qué pasa?-preguntó.

-He oído que las aguas de los canales de Venecia son profundas-dije, con temor.

El río.

-¿Tienes miedo?

-N-no -mentía, pero tampoco quería que él pensara que soy una cobarde, aunque lo era.

El volvió a reír.

-Ven, no tengas miedo, estas cosas son muy seguras-me extendió la mano para que yo la tomara y su cálido tacto era algo que no podía rechazar jamás.

Me tomó de la mano, sujetándome fuertemente y haciéndome sentir completamente segura, era como si el infantil miedo de antes se hubiera evaporado como el aliento frío que sale de la boca y no tarda más de tres segundos en desaparecer. Subí a la góndola y él se sentó a mi lado, mientras que las otras tres personas se situaban delante de nosotros. El gondolero comenzó a remar y el bote a moverse, me estremecí un poco. Nate me miró, y en su mirada había una ternura que brillaba, ese par de ojos almendrados me brindaban una auténtica protección con el resplandor que soltaban.

-¿Estás bien?-preguntó y su voz se llenó de dulzura.

-Perfectamente-musité, atontada.

Me sonrió, y aquella sonrisa hizo que miles de burbujas se inflaran en mi estómago y flotaran en él. Miré hacía arriba, sintiéndome más segura que hace unos segundos y me topé con cielo grisáceo. Luego miré hacía mis lados, los ladrillos se elevaban formando un edificio barroco y arcaico de color beige. Oía el murmullo de las personas delante de nosotros, un murmullo ininteligible para mí, puesto que su idioma era diferente al mío; mientras que el gondolero pasaba el remo por el agua y hacía mover la góndola provocando que la brisa me acariciara el rostro bajo la boina.

Manual de lo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora