- ¿Que hace una chica tan guapa aquí solita?
- Evitar a los cretinos como tú.
Le hecho un vaso medio lleno de aguamiel en la cabeza y se fue.
- Parece que hoy no es tu día compañero.
- Porque esta es mi noche, y todavía queda tiempo.
- Recuerda que mañana tenemos que estar a la salida del sol en los barracones. Yo me voy ya, ah por cierto mira a esa pelirroja de allí, parece tu tipo.
- Adiós compañero. - se giró para verla. - Sabes que esa no es mi tipo.
- Siempre puedes encontrar nuevos tipos.
Marcellus se lo pensó, pero Javier tenía razón, la noche se empezaba a acabar y la chica era bastante mona.
Ella era pelirroja, de estatura media y de piel blanca. No tenía unas curvas muy pronunciadas pero tenia su encanto. Por el contrario Marcellus era alto y gallardo, un cuerpo musculoso y rígido y con un color parecido al bronce, aunque con el sol de frente parecía un chico hecho de oro.
- Bonito pelo, parecen miles de llamas.
- ¿Qué?
- Bonito pelo. - Esta no va a ser fácil.
- Ah, gracias.
Ya estaba apunto de rendirse pero pensó que se le acababa el tiempo y la noche.
- ¿Hay alguna razón por la cual estés bebiendo agua y un poco de licor como aguamiel?
- Prueba un poco y lo entenderás.
<<Lo conseguí.>>
Él bebió un poco. Esa "agua" paso ardiendo por la garganta de Marcellus como si estuviese bebiendo lava.
- Uff algo de licor si que tiene.
- Ajajaja
- Permiteme pedirte un vaso de tu mmm... agua, he bebido un buen sorbo.
- Por supuesto, pero no es mmm... agua, se llama aguardiente, y creo que entiendes el porque de su nombre.
- Camarero, por favor, dos vasos de aguardiente.
- ¿Podrás con tanto licor?
- Por supuesto, por cierto, ¿hay alguna razón para que tomes aguardiente y no aguamiel?
- No deja resaca, y es mas fuerte ciclo.
- Pues comprobaré esta noche lo de la resaca.
- Por cierto, ¿cuál es tu nombre, chica del agua?
- Jennifer, ¿y el tuyo?
- Marcellus.
- ¿Bueno y a qué te dedicas?
- Soy guerrero, domino todas las armas aunque no tengo experiencia en ninguna batalla.
- Pues con la muerte del rey, es probable que tus batallas empiecen pronto, puesto que sus hijos querrán vengarse.
- ¿El rey ha muerto?
- Ayer por la noche, lo asesinaron, y mañana sera día de luto.
- vaya. Yo te he contado a que me dedico, ahora te toca.
- Soy sirvienta en las habitaciones de invitados del palacio real.
Tal vez por eso sabía lo del rey - Vaya, ¿es muy duro?
- Un poco, pero no siempre hay invitados, en esas ocasiones la habitación de invitados pasa a ser mi habitación.
- Supongo que mañana tendrás trabajo, vendrán nobles al entierro del rey.
- Supongo que si.
(Sonido de campana) - Les recuerdo que la taberna cierra en diez minutos y que el toque de queda empieza en media hora. Todos aquellos que quieran hospedarse aquí, deberán hablar con mi mujer.
- Parece que nos tenemos que ir, podaríamos seguir esta conversación en tu habitación de invitados, con su correspondiente botella de aguardiente.
- Nunca llevo a cualquier persona que conozco el una taberna a mi habitación ni a la habitación de invitados.
- Yo no soy cualquier persona, soy Marcellus.
- Esta bien Marcellus, por ti haré una excepción.
Marcellus y Jennifer entraron en una habitación digna de un noble, espaciosa, con cama de dosel y un bonito cuadro en la pared por encima de la chimenea.
- Se nota que mantienes limpia esta habitación.
- Gracias, sientate en la cama, y seguimos hablando/
Se sentaron y siguieron tomando. La noche se hizo larga hasta que el licor se acabó.
- Parece que ya no queda. ¿No tendrás alguna botella mas?
- No... - Debería pedirle que se vaya, no debería ser facilona, pero al mismo tiempo siento ganas de montarle y disfrutar de su musculoso cuerpo... No debo pensar así, seré una chica decente y no are nada con alguien que acabo de conocer.
- Que pena.
- Oye...
Marcellus la besó
Jennifer seguía debatiéndose sobre el, pero aquel beso la izo sentir tan bien, que pensó que debería de disfrutar de una buena noche.
Jennifer le quitó la camisa a Marcellus y casi se cae hacia atrás por lo que vio. Era un hombre fornido y corpulento, con unos músculos tan bien marcados que parecían tallados en su piel bronceada.
Marcellus la empujo contra la cama y la volvió a besar mientras le quitaba el vestido. Y la tomo en ese momento hasta dormirse.