—¡Alexander! ¡Alexander, soy yo, ábreme! —susurré golpeando la puerta de sus aposentos a medianoche. Terminar allí para hablarle con honestidad me llevó varias horas pues masticar me ego no era tarea para cualquiera.
La puerta de madera que nos separaba se abrió de manera instantánea y antes de que pudiera comprender lo que estaba sucediendo, él me tenía acorralada contra una pared. Una de sus manos reposaba a un costado de mi cabeza mientras que la otra acariciaba mi mejilla con delicadeza. Sus ojos, negros como la noche, brillaban con la intensidad de mil estrellas a punto de morir, se sentía culpable y no podía comprender por qué.
—Calista, no puedo amarte. Llevo horas pensando solo en ti, en lo que me haces sentir, en lo que soy cuando estoy contigo. Pero no puedo amarte. Prometí dedicar mi vida al reino que mi familia tanto hizo sufrir, debo estar enfocado... ellos...
—¡Ataquen! —Un grito se dejó escuchar desde la lejanía y no nos llevó mucho tiempo deducir que el castillo estaría bajo ataque pronto.
—¿Un asalto? —Alexander estaba tan confundido que no me quedó más que explicarle todo. Desde Úrsula y su trato con las piernas a cómo me engañó una segunda vez. De cómo salí del mar con la idea de matarlo y del plan de la hechicera de matar al rey, importaba poco de si yo ayudaba o no.
—Desde que te conocí, siempre quise preguntarte si en verdad me matarías.
—¿En serio? —El cerebro no podía llegar a procesar la información que mis oídos escuchaban—. ¿Siempre lo supiste?
—Sí, supongo que quería darte el tiempo para que tomaras una decisión. Como yo no soy Charles, tú no eres la misma que salió del mar hace una semana, Calista. —Sus brazos fuertes se amarraron a mi cintura como náufrago desesperado por salvar su vida, y nuestros labios se encontraron con anhelo y temor de que el tiempo se nos había acabado.
—¿Qué podemos hacer?
—Se ven escudos del reino Mennerst. Ellos son nuestros aliados, no hay razón alguna de esta traición, a menos que...
—A menos que Úrsula los hubiese hechizado.
—Exacto. Bien, deberemos luchar magia con magia. —Alexander tomó una daga que tenía escondida debajo del colchón y me sonrió con pena—. No era para ti, la tengo desde que me maté a mi padre por temor a que su espíritu volviese durante mis horas de sueño.
—¿Qué vas a hacer? —indagué aterrorizada mientras él cortaba su palma derecha y vertía el líquido escarlata sobre una caja de madera que lucía tan antigua como el tiempo mismo.
—Merlín, te invoco. Merlín, quien supiese ser mentor del mismísimo Rey Arturo y quien quedó por mucho tiempo adormecido en una celda de cristal por obra de Nimue, te preciso.
—¿Has perdido la cordura? ¡Merlín es un mito! —Un grito desaforado salió de mi garganta pues sabía que la muerte de Alexander, tan cercana, le había llevado a la locura.
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Odio & Dolor (Retelling de "La sirenita")
Short StorySe dice que el hombre es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra... eso no es cierto. Fantasía oscura, una ligera adaptación sobre este clásico infantil con un toque de fantasía oscura. Basado en el cuento original, no en la v...