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Han pasado más de trescientos años desde la última vez que sentí el viento sobre mi piel, el frío del agua y la marea entrelazándose con mi cabello solo para enredarlo por diversión. Ha pasado tanto tiempo y aún estoy aquí sufriendo, llenándome de odio. Recordando las sensaciones que ya no podré experimentar, extrañando a los seres que amé y me han ido abandonando para jamás regresar. Mi padre ha muerto, también mis hermanas; ahora otra familia real está al mando del reino de los siete mares. Los míos se han transformado en espuma para no volver jamás, pues no tenían alma. En mi caso, aún sigo aquí, espuma como ellos mas sigo viva. Sigo terriblemente viva. Supuse todo este tiempo que Dios entendió como bondad mi último acto en vida y decidió hacerme eterna, sin embargo, lo que me concedió fue una tortura sin fin. Ponzoñosa existencia que solo me hacía sufrir más y más. No crean lo que los cuentos de hadas le dicen, pues mi historia no pasó tan así como la describió. Sí, la parte del dolor al transformarme y de la tortura que era siquiera caminar fueron verdad, pero no todo lo que brilla es oro y no todo lo de ese cuento sucedió al pie de la letra.


Recuerdo haber estado en medio de la desesperación ya que las horas del amanecer se acercaban y con ellas mi inminente muerte. Me sentía triste, abandonada, traicionada. Tenía el corazón hecho añicos pues había amado y sacrificado mi existencia por alguien que me había descartado en cuestión de segundos por otra mujer. En lo que me quedaba de corazón, solo el dolor y el odio seguían floreciendo como hiedra venenosa. Parecía ser que esas emociones oscuras, las cuales eran nuevas para mí, se nutrían de mi situación como parásitos. En mi mente se reproducían con nitidez esas últimas horas y cómo caminaba en círculos debido a la desesperación, incluso si el dolor era tan intolerable que ya no me dejaba siquiera pensar.

Fue en esos momentos de impotencia que mis hermanas mayores aparecieron. Ellas, quienes siempre se habían sentido orgullosas de la majestuosidad de sus largos cabellos, ahora me llamaban con desesperación señalando sus cortas cabelleras. Lejos estaban esos años en que nada más hermoso se había conocido en los siete mares, mis hermanas habían perdido su dignidad de princesas por conseguirme una daga. Con ella podría volver a ser sirena si es que mataba a quien se había convertido en el amor de mi vida.

Decir que no quise hacerlo sería una vil mentira. Creo que hasta se me ocurrieron al menos diez distintos escenarios en el tiempo que le llevó a una de mis hermanas depositar la mortífera daga en mis manos. A pesar de todo eso, no pude lograrlo y terminé hecha espuma, condenada por lo que quedaba de mundo a ver a mis seres queridos morir y dejarme atrás por haber amado al ser equivocado.

¿Le dejé vivir como último acto de amor? No, por supuesto que no, ya nada de amor quedaba en mi corazón, ¿recuerdan? Los únicos sentimientos que aún tenían permiso de existir en mi interior eran el dolor y el odio, fue por eso mismo que le dejé vivir. Porque le estaba condenado a una vida entera con la persona errada y con el pasar de los años él comprendería que se había equivocado, que solo la había amado por creerla la salvadora de su vida. Algún día, en algunas de sus peleas (porque las habría, de eso estaba segura), ella le dejaría saber que no había sido quien le había sacado del mar torrentoso que casi lo mata y allí estaría mi victoria y venganza.

—Pobre Calista, —Una voz que reconocí por ser la que antes era mía se dejó escuchar desde la profundidad del océano, profundidad a la que ya no podría regresar jamás—, tan triste, tan enojada y tan sola.

—Así que ahora usas mi voz—pensé con rencor y descubrí que sonaba como brisa de viento, suave, delicada, insulsa.

—Tú me la diste a cambio de tus preciadas piernas, no es mi culpa. —La voz volvió a sonar pero esta vez mucho más cerca, como si estuviese a tan solo centímetros de mí.

—¿Cómo te llamas en verdad? —indagué al comprender que no podía maldecirla por su nombre ya que cuando nos conocimos, no nos introdujimos como se debía.

—No tengo un nombre per sé. Aunque puedes llamarme Úrsula, siempre me ha gustado y pues ya es hora de apoderarme de uno.

—Muy bien, Úrsula, —El tono irónico que ya se había hecho piel en mí se hizo presente hasta en mis pensamientos —, ¿a qué has venido? Dudo que pavonearte sea algo que vaya contigo. Tú eres más práctica que poética.

—Me gusta cómo el tiempo te ha hecho más sabia. Vengo a preguntarte por qué. ¿Por qué no lo mataste y volviste a ser una sirena? Te he visto todos estos años, sufriendo por no ser capaz de volver a las profundidades, por no poder estar con tu familia, por haberlos visto fallecer. ¿Por qué no usaste la daga que te envié?

Tú eres práctica, yo soy poética. Yo quería que siguiese sufriendo y para eso debía dejarlo vivir. Algún día se enteraría que ella no era quien le había salvado la vida y comprendería que había elegido a la incorrecta. Tal vez hasta creería que ella le había mentido y terminaría odiándola hasta el final de su existencia.

—Y se suponía que yo era la malvada de la historia. —Una carcajada ruidosa y maquiavélica llenó el espacio que el ruido del mar moviéndose dejaba disponible—. ¿Y qué me dirías si te trajese otro trato?

Diría que no eres tan inteligente como te crees, no voy a volver a caer en tus trucos una vez más.

—Oh, pero yo vengo a ponerle un poco de sabor a tu existencia. Estás tan aburrida en tu tortura eterna que algo de diversión podría hacerte bien. Te propondré algo bastante diferente a nuestro trato inicial.

—Te diría que no quiero escucharte, pero no tengo nada mejor que hacer.

—El príncipe que tanto amaste tuvo una vida desdichada, como predijiste, mas también tuvo un sucesor con la impostora. Ese sucesor tuvo dos hijos y como podrás comprender, mucha descendencia vino de esa unión. Hoy en día, quien es rey del reino es un tipo llamado Alexander "El Justo". Como podrás deducir, todo el mundo lo ama y eso me está sacando de quicio.

—¿La gente que simula ser perfecta te molesta?

—Exacto. En verdad, los odio. Pero bueno, eso poco importa ya. Mi propuesta es esta: te devolveré tu cuerpo humano con piernas y todo, esta vez sin dolor. Tienes dos posibles caminos: o enamoras a este rey y él deja una parte de su alma en ti, o le matas y terminas al último de su linaje. Así borrarás definitivamente cualquier herencia que tu ex amor podría haberle dejado al mundo. Ahora, si no haces ninguno de los dos, volverás aquí a ser espuma y sufrir por el resto de tu vida. Oh para hacerlo interesante, si le matas volverás a ser una sirena.

—O sea que es casi lo mismo que la otra vez.

—Solo que la venganza será un poco más satisfactoria y rápida. No tendrás que esperar trescientos años más para poder verlo.

—Pues la verdad es que nos vamos a divertir, Úrsula, porque poco interés tengo en enamorar a un príncipe para conseguirme un alma. Esa Calista murió hace demasiado tiempo ya.

—Muy bien, Sirenita, tienes dos semanas.

—Muy bien, Sirenita, tienes dos semanas

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Odio & Dolor (Retelling de "La sirenita")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora