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—Si fuiste sirena y hace trescientos años desde que te condenaron, quiere decir que apareciste en la tierra durante el reinado del Rey Charles. —El mero nombrar de aquel traidor hizo que la sangre hirviese a borbotones dentro de mis venas—. Y por lo que puedo ver él fue de quien te enamoraste.

—¿Soy tan fácil de predecir, Alexander?

—No del todo, Calista, pero esa expresión no necesitaba palabras. ¿Así que a ti también te lastimó mi familia? —Sus puños se cerraron y su cuerpo pareció temblar por la rabia más pura.

—¿Qué quieres decir?

—Vengo de una familia de líderes egoístas y corruptos. Avariciosos, embusteros, egocéntricos. Tú le buscas el adjetivo negativo, seguro le cupo como anillo al dedo al menos a uno de mis antepasados.

—¿Y tú eres diferente?

—Como te dije, yo no creo que Dios me haya puesto donde estoy ni me creo especial por eso. Estoy en esta posición para servir al pueblo, no tiene por qué ser al revés.

—Y aun así tienes sirvientes. —Mis palabras salieron disparadas como dagas venenosas que buscaban matarlo, sin embargo, Alexander sonrió.

—Siento que me haz juzgado, incluso antes de que pueda explicarme. Tenía esperanzas de que fueses distinta, pero poco y nada te diferencia de los nobles que vienen a mi castillo y disfrutan de la comida y riqueza que hay en este castillo. Lo único que te diferencia es tu cola. —Lo último lo dijo ofendido, hasta dolido. Eso llegó a lastimarme a mí también. El en ningún momento me había juzgado cuando dije que era una sirena, jamás me trató de loca o me dejó saber que solo me seguía la corriente—. Oh, pero conociste a mi antepasado, él te dañó y por ende yo también debo ser un desgraciado. ¿Verdad?

—Alexander... entonces, cuéntame, ¿por qué tienes sirvientes si eres tú el que debe servir? —supuse que no había notado malicia en mi pregunta pues suspirando para calmarse procedió a explicarme.

—El desgraciado de mi padre mató a mi madre porque ella se le opuso. Él quería quemar media aldea viva porque se le rebelaron. Ella los quería proteger. La encendió fuego en la plaza mayor y prometió que eso le pasaría a quien le desobedeciera. El miserable mató a su propia reina para mostrar que iba en serio, por supuesto que nadie hizo nada luego del asesinato.

—¿Él la mató...? —repetí más para mí que para él. Esa familia era veneno puro y terminaba hiriendo a quien fuese que se metiese en su camino.

—Sí. —Dejó que el silencio se asentara entre nosotros antes de continuar su historia —. Por eso, cuando me hice lo suficientemente mayor, lo maté mientras dormía. Me llevó años cobrar el coraje que se precisaba, pero el odio que tenía adentro y que demandaba venganza fue mi aliado.

—Por eso decías que no sabías lo que era tener el corazón roto pero que sabías de dolor. —Una sonrisa triste y arrepentida adornó su rostro. Se notaba a la legua que le hubiese gustado no haber sufrido la muerte de su madre—. ¿Te obligó a verlo?

Odio & Dolor (Retelling de "La sirenita")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora