AU. Después de fracasar con todas sus parejas a la hora de tener sexo, Bakugo le pide a Kirishima que le quite su último pedazo de inocencia para acabar de una vez por todas con aquello.
«¿Qué te quite... QUÉ?» chilló Kirishima, entre asombrado y ho...
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Despertarse después de perder la virginidad no era ninguna basura del otro mundo.
No es que Katsuki creyera con fervor en todas esas mierdas románticas de que la primera vez te cambiaba la vida para siempre y una nueva perspectiva empezaba a crecer en ti.
Pero si tu vida era una puta mierda, ningún polvo la iba a mejorar por muy bueno que fuese.
Por eso cuando abrió los ojos después del revolcón y se encontró con el rostro durmiente de Kirishima —sus largas pestañas batiendo tan suave como la respiración de un bebé y sus rasgos tan tranquilos como si en el mundo no existiesen las preocupaciones—, Bakugo no dejó de repetirse que solo había sido una tonta noche de sexo que, casualmente, resultaba ser su primera vez. ¿Y eso qué?
Kirishima no estaba provocándole nada maravilloso, pf, claro que no. Solo era una morsa de cuerpo caliente —¡y no lo decía en ese sentido!— que le apresaba su cintura con el brazo y lo hostigaba con el pecho que subía y bajaba rítmicamente contra su espalda.
¿Por qué mierda estaba abrazándolo...? Bakugo no quería saber.
Se quitó de encima el brazo de Kirishima de una forma no tan delicada. De la boca del pelirrojo brotó un pequeño quejido y sus cejas se fruncieron; el brazo, por su lado, tanteó torpemente sobre la cama en busca de aquello que había estado sujetando toda la noche y ya no encontraba.
Bakugo rodó los ojos.
—Puras cursilerías.
De puntitas de pie se dirigió al baño. No podía tomar una ducha porque no quería despertar a Kirishima y tener que sobrevivir a la incómoda mañana siguiente que procedía después de una noche de sexo. No hubiese sido capaz de soportarlo sin querer romperle algunos dedos al otro chico.
Bakugo se quedó unos instantes sujetándose del frío lavabo y viendo el agua correr. Había un espejo allí arriba —y uno muy sucio— el cual se negaba a mirar.
Tal vez una parte de él temía encontrar a un Bakugo diferente en el espejo. Y no sabía cómo podría negarse a sí mismo que el sexo con Kirishima no le había cambiado.
—Soy el mismo —gruñó entre dientes y apretando el lavabo hasta que los nudillos le quedaron blancos—. No has cambiado nada. Follar es una puta porquería, y ya.
Y vaya que lo era.
Especialmente cuando trató de agacharse para alcanzar al grifo y lavarse la cara; ese único instante donde sintió el quejido de cada uno de los músculos de su cuerpo suplicar en agonía.
—Joder —masculló Bakugo—. ¿Qué mierda...?
Otro gruñido salió de su boca. O tal vez un alarido, pero no podía concentrarse demasiado en ello ya que solo podía pensar en su cuerpo magullado. En cómo cada fracción de sus músculos y esqueleto se quejaban ante el mínimo movimiento como si un camión les hubiese pisado por encima.