De tristes ocasiones y algunos secretos

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Cuando Lily tenía doce años, Petunia Dursley murió.

La pelirroja se dijo que recordaría toda la vida ese día. Incluidos los rostros tristes y llenos de lágrimas de su familia, las rosas que ella sabía que su abuela hubiera odiado y el negro ataúd que la depositó a metros de la luz del sol.

Sin embargo, al pasar el tiempo, los recuerdos de ese día se fueron difuminando como cuando llueve sobre una acuarela.

Lily no lo sabía pero ese sería el último día de tranquilidad en su casa, después empezarían a tratarla peor gracias a la ausencia de Petunia y Dudley, al que el trabajo provocaba que no pasara mucho tiempo en su casa.

No, Lily no lo sabía. Lo único que sabía Lily en ese momento es que llorar era bueno para ella y que debía hacerlo. Pero sus ojos estaban secos.

-Ginger, cielo.

Lily alzó la vista de la hierba que no había parado de mirar desde que llegaron al cementerio y se fijó que ya quedaba muy poca gente. Localizó a su abuelo Vernon hablando con el jefe de su padre y a su madre vestida de negro escuchando a unas amigas que habían pasado a verla.

-¿Dónde está Roger? -le preguntó en un susurro a su padre.

Dudley pasó el peso de su cuerpo de un pie a otro y miró a su alrededor.

-Estará jugando por ahí, ¿qué tal estás tú?

Lily se encogió de hombros con ganas de llorar pero sin poder hacerlo.

-Triste -Lily se ahorró el supongo que seguía en la frase y lo miró- ¿y tú?

-También muy triste -respondió restregándose la nariz- pero sé que estará en un lugar mejor.

Lily miró a su padre fijamente. Dudley Dursley había triunfado bastante en la vida; tenía un trabajo muy bueno y buen pagado, una mujer inteligente que se había graduado en Oxford con honores y un hijo con la misma inteligencia que su madre, el espíritu emprendedor de su padre y muy popular en la escuela. A veces Lily se preguntaba qué hacía allí. Luego recordaba que alguien debía de ser la oveja negra.

-Seguro que sí -apoyó la chica saliendo de sus pensamientos y sabiendo que su padre necesitaba una frase alentadora después de la muerte de su madre- ella estará muy bien y nos estará observando y cuidándonos.

Quiso sonreír pero su boca no obedeció.

Padre e hija mirando la lápida de su madre y abuela respectivamente, y Lily pensó que había demasiados vivos haciendo demasiado ruido en ese cementerio. "¡Mi abuela a muerto!" quiso gritar "callaos, solo callaos o iros". Sin embargo no hizo nada. No gritó, ni lloró, ni habló, ni sonrió. Solo miró la tumba de Petunia Dursley como si eso fuera a ayudarla en algo.

-¿Los. . . -Dudley tartamudeó- los magos hacéis algo especial cuando alguien muere?

En serio que Lily quiso sonreír. Desde el primer instante en que Dudley se enteró que su hija era bruja se dijo que iba a apoyarla pasara lo que pasara. Y, cuando venía de Hogwarts y él tenía un poco de tiempo libre, intentaba darle su apoyo preguntándole costumbres y cosas que hacían los magos, a pesar del miedo que le producía la magia.

-Nunca he ido a un funeral de magos -contestó- y espero no tener que hacerlo.

Su padre asintió con la cabeza y se rascó la nuca nervioso. Nunca había estado muy seguro de cómo hablar con su hija y, ese día, Lily no estaba haciendo demasiados esfuerzos para ayudarle.

Lily localizó a su hermano corriendo con un amigo suyo entre las lápidas y frunció el ceño. Entendía que no hubiera estado unido a su abuela pero, por lo menos, podría mostrar algo de respeto. Su ceño se acentuó aún más cuando su madre llegó hacia ellos con una hipócrita sonrisa triste.

El juego de las nubesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora