Antes no era lo mismo...

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Antes, cuando era pequeña, todo era diferente. No sentía esa sensación que me invade la mayor parte del tiempo. Antes, era más feliz. Quizá fue porque cuando eres niño llevas dentro eso de la inocencia y no piensas y te comes el tarro con todo, como lo haces cuando ya tienes uso de razón.

Recuerdo, que cuando tenía los típicos problemillas de amigos en el parque, corría hacia mi nana y le contaba lo sucedido y ella arreglaba el pequeño conflicto.

También cuando Brad y yo nos peleábamos por la televisión o por un trozo de pizza, y luego siempre terminaba diciéndome que yo ganaba porque era la mejor hermanita del mundo, y al final terminábamos abrazados.

La relación con mis padres, ha cambiado mucho desde que se volvieron "modistas famosos", antes tenían todo el tiempo del mundo para Brad y para mí. Ahora se la pasan en sus tiendas de moda y sus fábricas textiles alrededor del mundo.

¿Amigas/os? Se puede decir que antes era más social que ahora, tenía muchos "amigos", pero creo que algunos eran unos interesados. Ahora solo tengo a Kate, Kate McArthur, ella es la única que me ha demostrado ser mi amiga desde que éramos unas enanas.

Si os preguntáis si la relación entre Brad y yo también ha cambiado, pues en realidad no, seguimos igual aunque ahora solo está el hecho de que él es un cantante mundialmente conocido, tiene miles de conciertos por todos lados y no nos vemos mucho, ya que yo he empezado la universidad y me la paso estudiando muy seguido.

Y os preguntaréis también lo que me gustaba antes y ahora. Siempre me han gustado las mismas cosas, pero ahora le doy mucho más valor a todo. Por ejemplo, antes me gustaba mucho salir de fiesta, ahora también me gusta, pero tengo más en cuenta con quién salgo y qué hago cuando salgo. También he aprendido a darle más valor a las cosas naturales que a las materiales. Prefiero mil abrazos de oso, que un anillo con diamantes y oro. Soy de esas personas que cree que el dinero no compra la felicidad. Si es cierto que el dinero te puede dar mucho, pero a veces por culpa del dinero se pierden grandes cosas. Y bueno, como ya saben, la música es mi pasión. Me encanta la comida italiana. Y leer y escribir también es otra de mis pasiones.

Me acuerdo cuando Brad me cantaba una canción para dormirme, y al día siguiente yo la escribía en mi libreta de canciones favoritas.

En la libreta también escribía lo que más me gustaba, como poesías o pequeños capítulos de diferentes historias. Ahora escribo historias más complejas, tristes, y llenas de cada uno de los sentimientos que me invaden.

Muchas veces cojo alguna de aquellas libretas y leo su contenido, cuando estoy sumida en alguna de las historias, empiezo a pensar si hubiera sido diferente, si nunca hubiera tenido esos sentimientos, si nunca los hubiera reflejado en esas hojas blancas que ahora estaban llenas de palabras, palabras no tan agradables a la vista de quien las ha vivido. Pero vuelvo en mi y me digo que eso ya es pasado y tengo que seguir llenando más páginas que aún siguen en blanco.

Pero no todas las historias son tristes, hay alguna que es alegre, en especial una a mis dieciséis años, cuando estaba en el último año de la secundaria. Ahí fue cuando conocí por primera y única vez lo que es el amor.

Ese año, entró al curso un chico nuevo y le asignaron la misma clase que a mi. Cuando llegó muchos le decían cosas y lo trataban mal. Otros se hicieron amigos de él, entre ellos yo. El chico al principio era tímido, pero al entrar en confianza se volvió en mi mejor amigo. Tanto roce todos los días hizo que entre los dos surgiera algo, a ese algo se le puede llamar amor. Pero él no me decía nada por miedo al rechazo, y yo a él tampoco le decía nada por miedo a perderlo.

En el viaje de fin de curso, a París recuerdo, fue cuando él se animó a confesarme sus sentimientos. Fue una tarde que teníamos libre y me llevó al río Senna, allí sentados los dos, observando la Torre Eiffel, él tomó mi mano y me dijo: "Peque, necesito contarte algo muy importante. Tiene que ver con nosotros. En realidad, de mi y de lo que siento hacia ti". Yo solo le miré sorprendida y a la vez contenta. Y siguió hablando: "Hace tiempo que siento algo aquí (se señaló el corazón) y creo que es amor, amor hacia ti". Lo único que hice fue ponerme en pie, él hizo lo mismo y luego lo abracé. Estuvimos así unos minutos, mientras a mi me invadía un zoológico dentro. Al separarnos, él intentó darme un beso, pero yo giré la cara, no estaba preparada, aún no había dado mi primer beso.

Caminamos durante media hora hasta llegar al hotel, el camino fue silencioso, pero no era un silencio incómodo, más bien era un silencio necesario. Al llegar, él me acompañó hasta la puerta de mi habitación, me dio un beso en la frente y me dijo "descansa mi princesa". Yo le dije que igualmente.

El día siguiente tuvimos que ir a ver el Palacio de Versalles, precioso por cierto, pero a lo que voy. Ese día, "mi chico", no me quitaba ojo de encima. Las chicas se habían dado cuenta, y ya era tarde para negar lo innegable. Él y yo hicimos público lo nuestro. Pero, al contarlo se formó un instante de tensión, todos tenían en la boca el típico "que se besen, que se besen". En realidad la que estaba tensa era yo, pero a él le resultó más fácil hacer creer a los demás que nos besábamos, cuando en realidad lo que hizo fue quitarse la gorra que llevaba puesta, ponerla delante de nuestras caras y simular un romántico beso. Me había salvado, punto a favor.

¡No lo hagas Rose!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora