Oscura revelación

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Ocurrió en Francia del año 1531, una fría noche de invierno, llegando a casa tras visitar unos parientes. La familia Hansson de origen ruso e italiano, vivía armoniosamente en calles seguras con vecinos muy amables y solidarios, un trabajo estable como carpintero con una dulce esposa e hijo esperando en casa por su llegada. Sucedió que dejando a su hermosa esposa sola debido a que ella tenía unos asuntos pendientes por terminar, Alexander y su hijo de once años llamado Thomas, salieron de paseo a visitar a los abuelos a solo unas calles de allí, fue a su regreso que la pesadilla comenzó.

Tan solo al acercarse a la puerta de casa notó como había sido forzada desde el exterior, gotas de sangre manchaban el piso y al entrar, encontró el cuerpo de su esposa tendido en el suelo. Su cabeza estaba bañada en liquido rojo y habían ultrajado su ropa casi denudándola por completo, artefactos regados y destruidos por todas direcciones. Su niño, fue el que más lo sufrió.

—¡Mamá! ¡Mamá!-comenzó a llorar. Se tiró al piso y recogió el cadáver de la mujer entre sus brazos, sus manos se mancharon de aquel elixir vital que no dejaba de esparcirse—¡Papá, mamá no despierta! ¡Haz algo!

Con un dolor y un vació indescriptible en su ser, el mayor se acercó a su lado y lo cargó en sus brazos alejándolo de su amada.

—Debemos irnos cuanto antes. Ellos regresaran y también nos mataran.

—¡¿Por qué?! ¡¿Qué les hemos hecho para que nos traten así?!-gritó desesperado aferrándose a su padre.

—Es difícil de explicarlo, Thomas, y no es el momento para revelártelo. Tenemos que huir lejos de este país, maldición, pensé que todavía había tiempo.-miró por última vez el cuerpo de su esposa—Querida, te prometo, que nuestro hijo no pasará por lo mismo. Siempre te amaré-susurró, con lágrimas deslizándose por sus mejillas.

—¡Mamá!-gritó desesperado—¡Mamá, te amo!

Era obvio ya que ella no volvería a levantarse, tuvo que armarse de mucha fuerza para que sus emociones no le jugaran mal. Su padre tenía razón, era el momento de escapar aunque no comprendía porque los vecinos de la zona habían hecho algo tan espantoso a su madre. Corrieron en la noche sintiéndose observados y escuchando no muy lejos de ellos, fuertes pasos. No había ni un alma circulando en la calle lo que le resultó demasiado sospechoso, entonces pudo verlo delante de ellos.

—¡Ustedes también morirán!

Todos los vecinos y otros ciudadanos del alrededor parecían haber unido fuerzas para enfrentarse a ellos. Unos cuantos venían con antorchas y armados con lo que fuera para noquearlos y causarles graves lesiones hasta causarles la muerte. Alexander estaba en aprietos, no quería luchar con nadie, solo quería salvar a su hijo aunque fuera a costa de su vida, él tenía mucho por delante. Thomas necesitaba alcanzar la felicidad por ellos.

—¡Es por su culpa que todo está ocurriendo!

—¿De qué hablan?-contestó confundido.

—¡No te hagas, maldito! Mucha gente está muriendo por enfermedades misteriosas. ¡No hay cura y ningún doctor puede detectar lo que tienen las victimas!

—¡Mi hija de ocho años, mi pequeña murió hace dos días!-lloró una mujer, llena de impotencia y rabia.

—¡Mis padres también fallecieron! Murieron en su lecho sin razón alguna-gritó un hombre furioso.

—¡Yo perdí a mi hermano ayer!

—¡Es culpa de ustedes!

—¡Tú y tú maldecida familia han traído desgracias a este lugar!

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