Día dos.

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Se movió en la cama. Se levantó despacio. Mirándose n el espejo de pie. El pelo alborotado, el maquillaje sin quitar. Dormida con la ropa.

No me cambié... no me quité el maquillaje. Ahora me acuerdo... me dormí en el coche de Harry. Él debe haberme subido.

Maia se sonrojó al imaginársela en brazos de Harry. Pobre... me tuvo que cargar hasta mi cuarto. Bajó despacito a bajo, frotándose los ojos. Escuchó sus padres discutir, no quiso intervenir y se quedó sentada en un peldaño de la escalera.

- Pero David... será mejor que se lo cuentes, cuanto antes mejor...

- No por ahora... ella ya tiene bastante con la muerte de Jeydon para que le diga que ella también sufrió graves consecuencias.

- Por Dios, amor... Es una cosa que debe saber...

Maia escuchaba atenta. Estaban hablando de ella. De algo que le pasaba. ¿Pero el que? Un calor le subió hasta el vientre. Siguió escuchando para saber que más podría descubrir. Aun que hubo suficiente con la siguiente frase de su padre.

- Cloe, no soy capaz... no me veo en corazón de decirle a mi propia hija que le queda poco más de dos semanas de vida... - dijo su David con voz ahogada.

Maia abrió los ojos. Intentó no chillar. Dejó ir el aire, lentamente. Las lágrimas se acumularon en sus ojos. Poco más de dos semanas de vida. Esa frase se repetía vez tras otra en su cabeza. No pudo más. Apoyó la frente en la pared de la escalera, y dejó que las lágrimas empezaran a bajar por sus mejillas, terminando por caer en la pierna.

*

Harry picó en la puerta de los _____{ta}. David lo abrió, con una tristeza en su rostro.

- ¿Pasó algo? - dijo Harry, cambiando la expresión de su cara.

- Maia no quiere salir de su cuarto... creo que nos escuchó discutir a mí y a Cloe... - se corrió de la puerta y dejó pasar a Harry.

- ¿Dejas que vaya a hablar con ella?

David asintió, cerrando la puerta. Harry subió las escaleras.

- ¿Maia? - dijo dando suaves golpes en la puerta de su habitación.

- ¿Qué? - dijo Maia al otro lado, con frialdad.

- Soy Harry... abre...

Se escuchó como retiraba el pestillo. Maia abrió un poco la puerta y se asomó, con lágrimas en los ojos. Seguido, lo abrazó, fuerte. Como nunca antes había abrazado a otro hombre.

- ¿Qué pasa? ¿Qué tienes? - dijo Harry besándole la cabeza con dulzura.

- Escuché a mis padres... - Harry se heló. David tenía razón... había descubierto la otra parte de la historia. Lo que le pasaba a ella. - descubrí que... - empezó a llorar más fuerte - me queda poco más de dos semanas de vida... - estrujó fuerte el jersey de Harry, con los puños, desahogándose. Mojando el hombro de él. Pero a Harry eso le era diferente. Lo que le preocupaba era Maia. Y a ella le extrañó que no dijera nada. Se supuso lo peor. - ¿Tu también lo sabías? - dijo apartándose de Harry.

Él no sabía que decir. Pero el silencio lo delató.

- Vaya mier.da - masculló Maia, volteándose y entrando a su cuarto de nuevo, acompañado de un portazo.

- Maia, por favor... - dijo Harry acercándose a la puerta de nuevo - No te cabrees... déjame que te explique...

- ¿Qué me expliques el que? ¿Qué me muero dentro de nada? - dijo poniendo algo de música. Alta.

- ¡Maia! - gritó ahora Harry - ¡ábreme o tiro la puerta!

- ¡Tírala! - sintió un fuerte golpe en la puerta. Ella giró el pestillo, y para el próximo empujón de Harry, la puerta se abrió y él cayó en el parquet de la habitación de Maia. Ella no pudo evitar reír.

- Que gracia, que me haga daño ¿eh? - dijo Harry levantándose. Pero al fin y al cabo sonrió, también. Se acercó a ella y la abrazó. Maia esta vez no se zafó de sus brazos.

Al contrarió. Envolvió la espalda de Harry con los suyos. Empezó a llorar de nuevo en su hombro. Harry abajó el volumen del equipo de música y besó la cabeza de Maia.

- Si no te lo dije es porque no quería que estuvieras así... - Apoyó su barbilla en la cabeza de ella - Y si tu padre no te lo dijo tampoco es por que buscaba el momento oportuno... porque él tampoco quería verte así.

Maia no dijo nada. No podía con la garganta ardiendo por la tristeza.

- Shh... shh... venga, ya verás que todo sale bien. - le alzó la cara a Maia y le retiró unos mechones de pelo hacia atrás. - solo son supersticiones de los médicos.

- Pero siempre aciertan. - agachó la vista de nuevo.

- Maia. - Harry se puso serio. - Mírame.

Ella dirigió esos ojos azulísimos. Los ojos color celeste de Harry se clavaron en los de ella. Y los labios de Harry se acercaron a los de Maia. Las palabras salieron de la boca de él, despacio, en un susurro.

- No te vas a morir. - posó su mano en el lado derecho de la cara de Maia. Con el pulgar acarició su mejilla. - Yo estaré aquí... pase lo que pase. Siempre me tendrás.

Maia no pudo más. A tan poca distancia, para colmo, las palabras de Harry. Tenía el corazón en un puño, pero este le latía fuerte. Más que nunca.

Maia se alzó y pulsó sus labios contra los de Harry. Al fin. Harry puso sus manos en las húmedas mejillas de Maia y abrió su boca, dando paso a la dulce lengua de ella, entrelazándola con la suya, explorando aquellas bocas ajenas... o no tan ajenas. Harry bajó una de las manos hasta la espalda de Maia y la apretó contra su cuerpo. Suya, suya como siempre. Maia se separó apoyando su frente co

ntra la barbilla de Harry. ¿Qué pasaba? Se volvía a sentir bien, se sentía feliz de nuevo. ¿No tendría que estar resentida por lo de Jeydon? No, para nada... miró a Harry, con los ojos brillantes de orgullo, por debajo de las pestañas. Él sonrió, y esa sonrisa le transmitió la misma felicidad que ella sentía en esos instantes. Volvió a alzarse, y esta vez fue él, quien no pudo contener otro deseable beso. Los labios terminaron hinchados, rosados, impregnados de la saliva del otro, deseosos por más, mucho más.

- Maia... - dijo jugueteando con su pelo. - ¿Estás bien? - fue lo único que se le ocurrió preguntar, a centímetros de su boca, sin quitar la mirada de esos labios que lo volvían loco.

- Mejor que nunca... - sonrió ella mordiéndose el labio interior, haciendo que Harry la deseara más. - Sigo enamorada.

Harry agachó la mirada. Maia supo lo que eso significaba.

- De ti, tonto. - dijo acariciándole la cara y alzándosela para que la mirara justo a los ojos. - Mi corazón no ha dejado de latir por ti.

Harry se ruborizó ante el comentario.

- Solo digo la verdad. - negó con la cabeza - No he estado enamorada de Jeydon. Nunca. Era verte a ti, lo que me ponía feliz, eres tú el que hace que me ponga nerviosa.

Él se pasó la mano por el pelo, sin palabras.

- Maia... yo... no sé qué decir... - pero ella pudo ver el destello en sus ojos, el mismo destello de orgullo.

- No digas nada, solo siente. - atrapó la cara con las manos y este fue el tercer beso. Y a la tercera va la vencida. Cojonudo. Harry sintió como Maia le entregaba toda su dulzura por allí, como le daba hasta su última gota de sinceridad.

Don't let me go. » h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora