El tiempo se sentía bastante lento, mientras me quedaba mirando por aquella ventanita, pero por fin estaba en Londres, y no lo podía creer. Baje del avión desorientada y me dirigí hacía donde toda la gente iba, pues en realidad no tenía ni idea de que hacer. Salí por lo que parecía ser una parada y tomé un taxi, cuando el señor me preguntó la dirección yo no sabía ni que contestarle, solo extendí un papelito en donde la tenía anotada y el solo asintió con su cabeza.
Se detuvo en un pequeño callejón algo obscuro y me dijo que no podía llevarme más lejos de ahí, le pagué y le di las gracias. Caminé por aquel obscuro corredor y por supuesto que lo recordaba, un edificio alto con la fachada gris, la pintura se estaba cayendo de lo vieja que estaba y la reja estaba rota, con una puerta de madera de color verde obscuro.
Abrí la puerta con las llaves que eran de mi tía, al entrar se sentía un ambiente húmedo, y un olor a madera vieja, el piso rechinaba y algunas luces parpadeaban. Caminé hacia un pequeño escritorio y al parecer no había nadie.
- ¡Mierda! - exclamé al ver a la recepcionista. Pues claramente no había pensado muy bien en lo que iba a hacer o decir.
- Hola - le dije poniendo mis manos encima del escritorio
-Hola, ¿En qué te puedo ayudar? - dijo con desinterés. Tenía el pelo teñido de rubio y unos grandes ojos azules todos manchados de rímel, era bastante delgada y entre 30 y 35, sus labios eran de color púrpura y estaba mascando lo que parecía ser un chicle.
- Soy sobrina de alguien de este edificio, y me dijo que podía quedarme el tiempo que necesitara- le dije algo nerviosa esperando a que no hiciera más preguntas
-¿Numero de departamento?-
- 16-
- Así que eres la sobrina de Karen- alzó su vista y se quedó mirando mi cara por unos segundos, noté como su actitud cambió completamente
- Sí-
- Esa desgraciada. Me dejó sola, de verdad la extraño- Abrió en pequeño cajón que estaba debajo del escritorio y me dio una llave dorada con un 16 en color verde
-Lo sé, estaba completamente loca- rodé los ojos con una media sonrisa. Su mirada se perdió por n momento y después de unos segundo volvió a su estado de humor de hace unos minutos.
- Pasa, el departamento está en el último piso- extendió su mano ofreciéndome un cigarro, mientras guiñaba su ojo.
-Gracias- tomé el cigarro y caminé hacia las escaleras.
Había un pequeño elevador en el edificio, que por supuesto no servía. Así que tuve que subir al rededor de 8 pisos para mi departamento. Al llegar vi la puerta, era de madera y tenía el número 16 en color dorado, tomé la llave y la abrí lentamente, vaya sorpresa que me llevé, pues parecía que nadie había vivido nunca ahí, se sentía abandonado, y todo era de color gris, sin un solo mueble ahí dentro. Las luces no funcionaban, pero el cuarto se iluminaba con los rayos de sol que entraban por aquella gran ventana de metal. solo me quedé sentada comiendo el sándwich que llevaba en la mochila viendo aquel atardecer. Poco a poco la luz fue desapareciendo y el cuarto se volvía más obscuro, hasta que la luna salió, alumbrando de nuevo con una luz tenue y blanca. Me quedé dormida sobre mi mochila en medio del cuarto, mientras que mi cabeza solo podía pensar en el hambre que tenía, yo solo esperaba que lo que estaba haciendo solo fuera un mal sueño
Al día siguiente me levanté con más hambre de la que me había dormido, y decidida a encontrar trabajo, pues me quedaba muy poco dinero. Lo primero que pasó por mi cabeza fue pedir limosna, pero en realidad hasta para eso sería mala, después de medio día ya había pedido trabajo en más de 10 locales como mesera o como intendente, pero no tuve suerte. Al final mi última opción era en un pequeño local de café que acaba de abrir, bastante agradable que aunque no estaba cerca, el autobús me dejaba justo en frente de el.
Después de prácticamente rogar por el trabajo, el gerente creyó que sería una buena idea contratar a alguien joven. Y yo estaba completamente feliz de trabajar ahí, sobre todo por su arrogante actitud y su increíblemente enorme ego. Comencé a trabajar al día siguiente, me dio uniforme color amarillo con un delantal blanco que ya parecía algo desteñido. Pasé al baño a ponérmelo y me quité la poca dignidad que aún me quedaba. En la cocina trabajaba Martha, una señora un poco grande, pero que era bastante buena en lo que hacía, era mi única compañera pues All (mi jefe), estaba en su oficina todo el rato.
Durante un largo rato lo único que hacía era servir lattes y espressos, sobre la barra de mármol en la que estaba en frente mío. Sonó la pequeña campanita de la puerta, por la que entró un chico de cabello claro y ojos azules, se sentó en una mesa junto a la ventana y fui a atenderlo con emoción, pues no me había movido de mi lugar en todo el día.
-Buenos días ¿Qué van a ordenar? - le dije tomando mi abriendo mi pequeña libreta que estaba en blanco
-Dos americanos por favor-
-Claro- me di la media vuelta y fui a prepararlos pensando en que nada interesante me iba a pasar el resto de mi vida. Se escuchó de nuevo aquel tintineo de la puerta y un chico de pelo castaño se sentó frente al primero. Estuvieron platicando un rato hasta que pidieron la cuenta.
-Son 4£ (4 libras)-
-Hey, ¿eres nueva trabajando aquí? - Preguntó el rubio en un tono amigable sacando un par de monedas
-Sí-
- ¿Hace cuánto te contrató All?- me dijo dejando aquellos centavos sobre la mesa
- ¿All?, ¿el gerente? -
-Sí-
-Hace un par de días- le dije recogiendo las tazas de la mesa
- ¿Y qué tal el lugar?, mi amigo y yo venimos a desayunar aquí todas las mañanas-
-Que bien- hasta este punto mi mente ya había dejado de prestar atención a la conversación, pues estaba un poco de mal humor
- ¿Y cuál es tu nombre? - me preguntó parándose de la mesa
- ¿Mi nombre? - le dije un poco a la defensiva, sin darme cuenta de que solo me estaba haciendo una simple pregunta, mientras que yo le respondía como si tuviera una clase de retraso en la cabeza
-Sí, es que no lo dice en tu uniforme- dijo el chico. All salió de su oficina y lo último que quería es que me despidieran por estar platicando con los clientes.
-Tengo que ir a trabajar- le sonreí algo más calmada, tomé el dinero de la mesa y me di la media vuelta un poco apenada
-No hay problema, Soy Harrison, por cierto- se escuchó al fondo mientras la puerta se abría de nuevo
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Solo un café más
FanficY aún me seguía preguntando si en realidad eras tan importante como pensaba, supongo que la respuesta me la darías tu mismo si hacías sonar aquella campana de la entrada