Parte 2. Rutina

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Jueves. Siete de la tarde. Invierno. Salí del laburo y pretendía ir a tomar algo con algunos amigos, nadie quiere. Intente citar a alguna mujer, un claro rechazo. Esto es, más o menos, mi rutina. Me vine a casa, y de la alacena no saque comida, por mucha hambre que tengo, fui directo al whisky. Es una bebida a la que le tengo un temor, a la que evito públicamente, pero sin razón alguna, o por demasiadas razones, empecé a tomarla. Es horrible. A la persona que me diga que este tipo de alcohol le gusta, entonces no tiene papilas gustativas. Lo que gusta en todo caso es el golpe que te da en la cabeza. Me bastaron tres tragos para seguir escribiendo. Como que te da valor, o un estilo de poder que, irónicamente, no te empodera, al contrario, te hace más precario. Y les aconsejo experimentar al menos un trago en este mismo instante, no solo para sentir que me hacen compañía, sino para aguantarme.

Me pasa que pienso tanto, pero tanto, que creo pensamientos, con tanta fuerza que me descolocan. Ahora soy mas explícito: Yo estoy tomando. Soy el hombre sentado, con la barba crecida, con los pies entumecidos y con una queja siempre en la boca. Pero, yo no escribo. Yo estoy como vos, y como cualquiera. Quien escribe es un analista, un dudoso, un tipo que se expresa de otra manera, que yo no sé. Imagínate si dejara salir a este tipo en una charla con mi vieja. Al psiquiatra directo. O en alguna cita... vamos con eso. Me pasa que a mi me gusta estar con alguna mujer, u hombre si se da la ocasión, me gusta charlar, que haya atracción, el coito, el disfrute, el extrañamiento. Pero, este tipo es intocable. No hay nada que lo satisfaga. Que el sexo no, porque es inmundicia. Que el cuerpo no le satisface, ni el placer corporal, aún con sentimientos de por medio, le resultan tan vagos. Que las sesiones terapéuticas tampoco. Que la búsqueda espiritual no lo espiritualiza, que el alma le queda chica, que se cree tan espléndido. La muerte tampoco le va, si fuera así me hubiera pegado un tiro hace rato, pero ahí termino conmigo también, y, yo soy agradable, no tanto externamente, bueno, internamente lo tengo a este tipo, así que esta complicado. Según comentarios laborales tendría que bañarme mas seguido, soy repulsivo, y genero unas ganas de abandonar cualquier sitio donde me vean ingresar. Digamos que no entiendo su concepto de aseo y superficialidad porque en mi opinión me produzco bastante como para encerrarme en una oficina, una mañana entera. Lo que me explicaba Héctor es que no todos compartimos las mismas realidades y opiniones, pero si hay algo que tenemos muy en común es la discriminación social, que se vuelve como pegajosa. Por ejemplo, vos, en un grupo de amigos ves llegar a un tipo que se viste totalmente desagradable, para vos. Y si tu opinión tiene bastante peso en la gente que te rodea, decís un comentario del flaco en voz alta y ya sugeriste el mal visto de todo un grupo hacia un muchacho que, supongamos, entro descalzo a un bar, siendo para él lo más normal de su mundo, su realidad; y al cual le debe ser incomoda tu discriminación a tal punto que luego va a comunicársela a su propio grupo social, con total repudio, ¿me explico? Héctor es Fede. Mi amigo de bares. Quiero decir, Fede nunca existió, no conozco a ningún Fede. O al menos, no recuerdo a alguien con ese nombre en este momento. No tengo ni idea de porqué te lo presente así. Le echemos la culpa a la cerveza que esa siempre funciona. Funciona con todo, menos con la cerveza misma. Me propuse a que hoy no iba a tomar ni un solo trago, por eso me vine directo al whisky. Se debe haber burlado de mi ingenuidad todo el día. Si fuera humana, ¡que tormento sería!. Pero es amiga, es mas amiga que la amistad. Y me tiene preso, en estado placer, porque me calma tanto. Hay bebidas que te violentan, a tal punto que te producen un rechazo hacia la vida y a todo un alrededor, pero en mi caso me renueva, me da frescura, me hace escribir. Y yo proponiéndome no tocarla. Me da mucha rabia esto de negarme satisfacciones. Vos dirás que me perjudican, vos y el médico, y mi familia, y los vecinos, y hasta mi jefe. ¿Saben lo que me hace daño? Las imposiciones. Piensan que voy a ser mas feliz si frecuento otros círculos sociales. Aquél está convencido que si llevo su vida de gimnasio y frases positivistas me puedo ahorrar tanto llanto... Yo me pregunto, ¿no se les ocurre, entre tantos consejos salvadores que abundan en sus cabezas, que cada uno lleva la vida como puede? Yo entiendo que la encares así, tratas de no pasarla mal. Vos. No yo. Me encanta la inestabilidad, pero la natural. La semana pasada, una chica que conocí hace un par de meses se suicidó. Qué, si alguien la hubiera ayudado, que tendrían que haber estado para ella, que tendrían que haberla sacado de la tristeza. Pero no, no van a pensar en ella. ¡Que se dejen un poco de lado!. Y ni con todo el odio que me produjo ese velorio, le pude volar la cabeza al cura hipócrita, porque no es mi lugar, si él quiere, lo hace, pero si prefiere ser un idolatra del egoísmo en su mayor fervor, por mucho que me indigne, no puedo hacer mas que aceptarlo y ver que hago yo con eso. Si ustedes entendieran. Quizá, lo que hartó a Gema fue que no podía dejarse colmar por su desgracia sin escuchar un: "che, cambia la cara". Quizá, el sentido de su vida era buscar la muerte, la búsqueda, no la muerte en sí, más vale. Ahora está muerta; van a seguir rebuscando en sus memorias el por qué no la ayudaron. ¿Por qué no la aceptaron? ¿Por qué tomó pastillas al punto de no reaccionar? Y si ahí tampoco encontró calma, se fue en puro caos, ¿Quién sos vos, retrógrada, para señalar el maleficio de tal acto? Bueno, querido ciervo de nuestro Señor Jesucristo, pido permiso para preguntar: si consideramos al suicidio un escape fácil, un pecado ante Dios, un desprecio a la vida, entre tanto conjunto, no cabe cuestionarnos si, ¿acaso este mundo era demasiado hostil para la joven dama? ¿Habrá posibilidad de que el reino celestial la llamó lo mas pronto posible, y así como le dio el milagro de vivir, le otorgó la iluminada decisión de retornar al alma dejando su cuerpo? Tal vez le dio coraje. Fuerza. Hay que soportar tanto dolor. Hay que llegar a tal punto. Hay que dejar con rechazo este cuerpo y entregarse al vacío. ¿Ese impulso, no tendrá fe suficiente? Yo no la maté. Yo no voy a asegurarle un mundo glorioso para su esencia. Yo no dejo flores en su tumba. Yo no se lo que pensaba. No puedo asegurar nada. La ultima vez que la vi, me dejo un dedo debajo de mi almohada, lo encontré la mañana siguiente y todavía no descifro por qué lo hizo. Me pregunté si habrá sido una reacción a mi negligencia, ¿un surrealismo acudiendo acciones? No es normal que alguien se corte un dedo y te lo regale. Quizá una analogía a una carta de amor, ¿eso pensaba del amor? Pregunto, pero no busco nunca una respuesta, porque, literalmente, no me interesa, o me interesa demasiado como para ponerle un punto final, es entonces una excusa para dejar su historia abierta dentro de mi vida. Cualquier respuesta es válida, interese o no.     

DesvaríoWhere stories live. Discover now