Déjame

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¿Podrías dejar de abrazarme?

¿También podrías dejar de sujetarte de mi camiseta?

¿Y además dejar de tocarme?

¿E inclusive dejar de pedir que te de afecto?



    Odio cada instante que pasas pegada a mi tirando de mi camiseta insistentemente y rondando a mi alrededor cual garrapata absorbiendo mi energía.

    Nunca entiendes cuando me aparto intentando alejarme de tu alcance, soltarme de tu agarre u olvidarme de tus problemas por muy obvio y evidente que sea.

Siempre vuelves repetitivamente a lo mismo infinidad de veces.



    Hoy mientras salíamos del salón de actos me empujaste estratégicamente delante de ti para que abriese camino entre la gente que se aglomeraba buscando salir en la única puerta abierta. Para cuando tu técnica dejó de funcionar porque la gente también estaba a tu alrededor, agarraste mi camiseta casi clavando tus largas uñas acrílicas en mi costado.

    Tenías prisa por salir de allí y, aunque yo también, no quería abrirme paso bruscamente solo para que dejases de tocarme. Cuál fue mi decepción cuando una vez fuera, varias veces me deshice de tu mano y nuevamente te enganchaste a mi cada vez asegurando más tu agarre.

    En una de esas intentaste agresivamente tomar mi mano para que me quedase a tu lado viendo como socializabas con tus amigos. Lo hice, pero sujetando mi móvil fingiendo que su bandeja de mensajes completamente vacía estaba hasta los topes.

    Durante el cambio de hora del instituto uno de los compañeros con el que me sentaba en esas clases con nula presencia tuya vino a invitarme a comer con su grupo de amigos a la salida, era Renjun, querido Renjun.

    Una diminuta sonrisa amaneció en mis labios antes de sentir tus brazos envolviendo mi cintura y tu cabeza apoyándose en mi hombro.

    — ¡Jaeno no me ignores!-con tu voz extremadamente falsa y empalagosa te dirigiste hacia mi antes de preguntarle al chico enfrente de ti lo que desde un principio querías saber- ¿De qué habláis?

    Para mi sorpresa él simplemente respondió "nada" y "adiós" con una sonrisa antes de regresar junto a sus amigos que mantenían una animada charla llena de risas.

    — ¿De qué hablabais?—me preguntaste después de darme un beso en la mejilla con tus húmedos labios, las ganas de limpiarla hicieron a mi mano templar al contenerse.

    No me apetecía responder, tampoco sabía si iría o tan siquiera si al final la propuesta seguía en pie, pero quería seguir teniendo esa oportunidad.

    Supe lo que se avecinaba cuando soltaste mi cintura y te plantaste delante de mi, mirándome con desprecio desde tu estatura mientras tus finos labios se fruncían en una mueca de asco.

    — ¡Nunca me cuentas nada! —levantaste el tono, no te importaba que tanta gente te escuchase, siempre te crees segura.

    Los ojos curiosos no tardaron en mirarnos, sin importar que tantas veces pasase siempre volverían a mirar sin pudor ni vergüenza.

    — Seongyoun...

    — ¡Soy tu novia Jaeno!

    —Seongyoun, me invitaron a ir a comer.

    — ¿Sólo eso?¿¡Y cuál es el problema por el que no se lo dices a tu novia?!

    —Ninguno.

    — ¡Entonces cuando me quieras decir la verdad me vuelves a hablar!

    Te fuiste haciendo ruido con tus pies para que aquellos que todavía no se habían enterado de tu conversación en un tono "normal" se diesen cuenta de que algo sucedía.

    No te fui a buscar como tantas veces había hecho, estaba cansado y tenía examen.

    El día siguiente, casualmente casi chocaste conmigo en la entrada y al verme inmediatamente rompiste en llanto, tus largas pestañas siendo delineadas por tus lágrimas y el contorno de tus ojos volviéndose rojizo como cada vez que lo hacías.

    Quería ignorarte, pero siempre vuelvo, como un perro que nunca aprende.

    — ¡Jaeno! —rompiste la distancia entre nosotros y me pegaste varias veces con fuerza antes de abrazarme, uno de esos abrazos tan apresadores, para ponerte a llorar en mi hombro empapando mi suéter.

    Tus amigas me miraron con una sonrisa antes de desaparecer en el largo pasillo abaldosado mientras yo rodeaba tu cuerpo con mis brazos disculpándome una y otra vez.

    — Sin ti me siento tan sola —sorbiste tu nariz antes de continuar—eres la única luz que tienen mis horribles días.

    —Lo siento mucho.

    Me abrazaste más fuerte tirando de mi suéter con tus feas uñas que tanto odio mientras sentía el calor de tus palmas atravesando la ropa.

    —No te atrevas a dejarme, eres el único que no me abandona.

    Me diste un minúsculo beso en los labios reafirmando lo dicho, antes de separarte para tomarme de la mano e ir juntos a nuestra clase.

    Esta mañana estuviste especialmente empalagosa.

    Constantemente tomando mi mano. Abrazándome. Preguntándome continuamente si te quería y cuánto te quería. Besándome sin importar donde. Poniendo tus piernas sobre las mías cuando estábamos sentados sin molestarte sobre si la falda del uniforme deja ver algo. O directamente ordenándome que te dejase sentarte en mi regazo aunque hubiese sitio de sobra o alguno estuviese hablando con alguien más. 



    ¿Podrías dejar de abrazarme? No es complaciente.

    ¿También podrías dejar de sujetarte de mi camiseta? No me gusta.

    ¿Y además dejar de tocarme? No es agradable.

    ¿E inclusive dejar de pedir que te de afecto? No me apetece.

    Estoy cansado.



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Reapareciendo con una nueva mini historia en la que saco muchas cosas de mi interior.

De todas maneras espero que le den su amor, voten y comenten. ♡

PD: es nochebuena, es casi de noche y yo publicando cosas, nótese mi espíritu navideño.

No [Noren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora