Luces de diciembre

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La nieve empezaba a derretirse pero eso no impedía que las carreteras siguieran bloqueadas y él continuara atrapado en un punto indefinido en medio del camino que lo llevaría a su destino. ¿Qué se suponía que hacía uno en estos casos? ¿Continuar sentado en su auto, a un paso de congelarse o buscar refugio? ¿Funcionaría su teléfono? Quizá podría comprobarlo... si hubiera recordado cargar la batería antes de partir.

Naturalmente, no lo había hecho. Y ahora seguía aquí, en un lugar incomunicado. Prácticamente perdido. De verdad, ¿qué se suponía que iba a hacer?

Las luces de un auto que venía en dirección contraria lo cegaron por un instante. Para su sorpresa, quien conducía se detuvo y bajó del auto, acercándose hasta su ventana.

-¿Se encuentra bien? ¿Está varado? ¿Puedo ayudarlo? -después de una rápida sucesión de preguntas, la mujer abrió la puerta y lo repitió nuevamente-. ¿Señor?

-Bastian. Bastian Hawkins.

-Danielle Camp, mucho gusto -sonrió brevemente-. ¡Estoy a punto de congelarme!

-Lo siento, que descuidado -Bastian bajó del auto y cerró la puerta-. Sí.

-¿Disculpe?

-Puede ayudarme -añadió y negó lentamente-. Lo siento -volvió a disculparse- generalmente no suelo ser tan torpe con las personas.

-Es comprensible. Estar atascado en... -miró a su alrededor- algún lugar lejos de todo debe ser bastante intimidante.

-Entonces, ¿tampoco tiene idea de dónde nos encontramos? -inquirió con desánimo.

-Leve. Es decir, si volvemos sobre el camino... sabré dónde estamos.

-Parece renuente a hacerlo.

-Un poco. Es una larga historia y será mejor que busquemos refugio.

-¿Lo cree?

-Volverá a nevar.

-Difícilmente.

-No era una pregunta.

-¿No?

-No.

-Parece muy segura.

-Créame, señor Hawkins. Nevará.


***


Cómo lo había sabido, era un misterio. Pero lo cierto es que estaba nevando. Había empezado con ligereza y, ahora, apenas se podía ver el camino. Era peligroso continuar pero él no tenía la menor opción al respecto. Es decir, sus opciones se habían visto rápidamente reducidas a: 1. Quedarse en su auto y congelarse hasta la muerte; y, 2. Ir con una mujer desconocida a un punto perdido entre las montañas.

Se lo merecía. Nunca, ni una vez en la vida, había escuchado a su hermana mayor. Sus descabelladas sugerencias y, ahora que lo hacía, pues bien merecido se tenía lo que le estaba sucediendo.

¿Viajar en mitad del invierno, con amenaza de constantes nevadas? ¡Maldito loco! ¿Cuál era su problema últimamente, de cualquier manera? ¿En qué momento había perdido la cordura hasta el punto de creer que cruzar la mitad del país con un clima del demonio era una meta encomiable? ¡Y tan cerca de las festividades, ni más ni menos!

-Supongo que vendrá por las luces.

-¿Eh?

-Las luces. Y, gracias por volver de cualquier rincón remoto de su mente en el que se había recluido. Es bastante monótono manejar en una carretera que luce tan endemoniadamente igual por kilómetros, que solo empeora con una compañía silenciosa junto a una.

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