Te escribo

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Primer (breve) disclaimer: Esta pequeña historia contiene spoilers de una de mis series (Sforza), así que si prefieren no spoilers de una de las historias (lo explicaré al final en detalle), recomiendo no leer. Y gracias a quienes se animen a esta historia que no es estrictamente navideña como las otras pero ¿casi?


Cuando cerró la puerta tras de sí, el sonido de una campanilla la sorprendió. Miró hacia arriba y sonrió, confirmando que había sido un acierto haber entrado a esa librería en particular, que la había llamado desde su adorable decoración en la ventana hasta aquel instante en que ese alegre sonido la había hecho sonreír.

Empezó a caminar lentamente por los estrechos pasillos, casi rozando con reverencia los tomos que ahí se encontraban, hasta llegar al final donde se apilaban libros sin un aparente orden. Todo parecía llamarla, no, en realidad, todo se sentía como reencontrarse con viejos amigos, con su lugar en el mundo.

Solo que, en realidad, su lugar en el mundo no estaba ahí. Y, pronto debería volver a donde pertenecía o habría más de un ceño fruncido por su ausencia. Además, desde luego, de la sospecha que parecía que ninguno de sus seres queridos podía sacudirse del todo, sin importar los años.

Rescató uno de los libros esparcidos, lo contempló entre sus manos y supo que lo llevaría, aunque no precisamente para la librería, sino para sí misma. Y, aunque le gustaría decir que era el primero de aquel viaje, admitía que no, era uno más de varios.

Pero lo entenderían. Quienes la conocían, siempre lo hacían.

Continuó su búsqueda, halló dos libros más de una colección que había estado buscando completar y fue a pagar. Inclusive la persona que la atendió fue cálida, tal como el lugar en que se encontraba. Una vez más, le devolvió la sonrisa, le deseó una buena tarde y abandonó el lugar.

Por sobre su hombro, al alejarse, lo vio y suspiró. Ahí iba, una memoria más de sus días en París. Pero, reafirmó sus dedos sobre el libro, con varias páginas de una nueva historia que siempre la transportaría de regreso a esa pequeña calle.

Caminó lentamente, observando a su alrededor y respirando el aire de finales de otoño. Las ramas de los árboles estaban parcialmente cubiertas de hojas marrones, las últimas que se aferraban ante el viento gélido que anunciaba la inevitable llegada del invierno.

De hecho, si recordaba bien, habían dicho que pronto empezaría a nevar. Elevó sus ojos claros al cielo, dudosa, y se encogió de hombros. Podía nevar, no importaba, de cualquier manera, su vuelo no salía hasta dentro de un par de días.

Compró un café al paso, siguió caminando hasta Champs Élysées, recorrió la transitada avenida, atravesó Place de la Concorde hasta llegar a los jardines de Tuileries, donde encontró una banca idónea para disfrutar su café y su nuevo libro.

Aspiró profundamente el aroma al abrirlos, volvió a sentirse llena de una inusitada paz conforme pasaban las horas de lectura. Cuando por fin cerró el libro, notó que estaba empezando a atardecer, por lo que se levantó y caminó hasta estar frente al Museo de Louvre, desde donde observaría como empezaba a ocultarse el sol en París.

Más tarde, mientras caminaba de regreso hacia el lugar en que se hospedaba, volvió a escuchar aquella canción en francés que alguien parecía reservar para dar la bienvenida al final del día. Su letra en ese momento, en una traducción aproximada, decía:

Te escribo sobre un beso, sobre esta banca en París

Donde dos enamorados se abrazan en su eternidad

Y a quienes nada ni nadie podría interrumpir

Sonrió, buscando a su alrededor de dónde provenía la música. No logró localizarla en aquel sinnúmero de ventanas, pero pudo sentir cada palabra de aquella canción. Y pensó... pensó en él.

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