2.

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Niego con la cabeza por enésima vez.

A pesar de haber visto el video con ella y asegurarle miles de veces que aquella sombra no era más que un hombre, Emily insiste en que eso fue un espectro y me suplica que la deje dormir conmigo por esta noche.

—No.

Ella lloriquea.

—Por favor... Prometo que no te molestaré. Es más, seré invisible. Pero por favor...

—No. Dile a tu madre que te cuente un cuento o que se recueste contigo hasta que te duermas... ¡Yo que sé! No molestes, Emily...

Sus ojos se llenan de lágrimas.
Ay no...

—Por fis...

Resoplo. ¿Es que acaso no se cansa?

Entro a la cocina y saco el pan tajado de la alacena con ella detrás de mí suplicando misericordia.
Preparo unos sandwiches para comer ahora en la noche y saco la botella de zumo de manzana del refrigerador.

—No lo entiendes. Amo estar sola.—le digo, siendo consciente de su reacción ante lo que hablo.—Amo mi soledad.

Enciendo la sanduchera y la miro por un momento.
Está sentada al pie de las escaleras y parece más preocupada que nunca.
Resoplo por la nariz y cierro los ojos.

Sé que odiaré esto después.

—¿Emily?

Su mirada de posa en mí de golpe, con un destello de esperanza.
Bufo.

—Está bien. Puedes dormir conmigo—dejo de hablar cuando pega un chillido y se pone de pie en un brinco para luego correr hacia mí. Me alejo de repente.— Pero nada de abrazos.

Ella asiente lentamente y se aparta un poco.

—Está bien.—sonríe después.—¡Pero gracias, Itzel! Iré a ponerme mi pijama.

Asiento con los labios apretados y la veo correr, contenta, rumbo a las escaleras.
Sirvo mis sandwiches en un plato llano y me llevo la botella de zumo conmigo rumbo a mi habitación.

Dejo el envase de vidrio en la mesa de noche y cojo mi celular cuando me llega una llamada de un amigo de las clases de inglés.

Descuelgo el auricular y muerdo la punta de mi cena.

—¿Luke?

Sí, ya sé que había dicho antes que no tenía buena relación con las personas en mi casa y mucho menos en la preparatoria. Y debo decir que, primero, Luke no hace parte de mi escuela sino de la academia de inglés y, segundo, nuestra amistad no es la mejor desde que confesó que está enamorado de mí.

—Hola, Itzel.—le oigo decir y me relamo los labios llenos de migajas de pan.—¿Cómo estás? Quería preguntarte si vendrías mañana a la academia.

Me pongo el plato en las piernas y miro a Emily cuando abre la puerta de mi cuarto con lentitud para luego asomarse.
Me pongo un dedo en los labios, indicándole que quiero que esté callada.
Ella asiente, obediente y cierra la puerta detrás de ella, con cautela.

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