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— Creo que eso es todo

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— Creo que eso es todo. —dijo Sophia, mirando a su alrededor.

Los bolsos ya estaban organizados y las carpas guardadas en sus respectivas bolsas. Apenas terminaron de desayunar, comenzaron a prepararse para regresar a la ciudad.

— Bien, vamos por el coche entonces. —anunció Sebastián.

Se aseguraron de que no quedara nada atrás y empezaron a caminar hacia la entrada del bosque.

— ¿Cantamos una canción hasta llegar al coche? —propuso Halsey tras unos minutos de silencio.

— ¿Cuál podría ser? —respondió Sebastián, echándole un vistazo por encima del hombro.

— ¡Ya sé! —intervino Kehr, elevando un poco la voz.

— No. —replicó Halsey de inmediato. —Tú elegiste la de ayer.

Los chicos sonrieron mientras sus miradas se centraban en el camino. El coche ya se distinguía a unos metros; seguía siendo el único en el lugar.

Enora miró hacia un lado y su sonrisa se desvaneció al instante. Sus pies se detuvieron casi como si un freno invisible los hubiera atrapado.

— ¿Enora? —preguntó Sophia, avanzando unos pasos más. —¿Estás bien?

— Sebastián... —murmuró ella, sin moverse del sitio.

Sebastián dejó caer el bolso que llevaba en la mano y corrió hacia ella con rapidez.

— ¿Qué sucede, Enora? —preguntó con preocupación.

Ella solo señaló con un gesto tembloroso. Sebastián siguió su mirada y, al instante, comprendió. El mismo chico de la noche anterior estaba a unos metros de distancia.

— Debemos irnos, Enora. —le recordó. —Te he dicho que no es nuestro problema; no conocemos realmente su situación.

— Sabes que no puedo dejarlo ahí. —Lo miró intensamente. —Entiendo que no es nuestro problema, pero imagina que le pase algo malo y nosotros pudiéramos haber hecho algo para ayudarlo.

— Enora.

— No somos así. —aseguró, con un tono de molestia creciente. —Siempre hemos ayudado a los demás, sin importar si formaban parte de nuestro grupo o no.

— Nosotros llevaremos las cosas al coche. — interrumpió Kehr, acercándose a Sebastián y quitándole la llave de la mano antes de dirigirse a las chicas para recoger los bolsos.

— Enora, por favor.—insistió Sebastián, buscando su mirada.

— Solo quiero dejarlo en un lugar seguro. —suplicó ella. —Que alguien se haga cargo de él.

— Está bien. —respondió él con seriedad. —Lo llevaremos a un hospital y luego nos iremos. Después seguimos con nuestras vidas, por favor.

Enora no respondió; simplemente lo observó y desvió su mirada hacia el camino adelante. Asintió ligeramente con la cabeza, lo que fue suficiente para que Sebastián comenzara a caminar nuevamente.

The Forest BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora