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La primera tienda en abrirse fue la de las chicas, revelando el rostro adormecido de Enora

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La primera tienda en abrirse fue la de las chicas, revelando el rostro adormecido de Enora. Sus ojos, aún somnolientos, recorrieron el entorno con curiosidad.

La fogata yacía apagada, como un recuerdo de la noche anterior, y todo permanecía tal como lo habían dejado. Se giró al escuchar el sonido de un cierre.

El rostro de Sebastián emergió entre las dos telas azules. Se estiró mientras salía por completo y se acercaba a ella con un aire despreocupado.

—¿Cómo has dormido? —preguntó con un tono suave.

—Bien, aunque no te voy a negar que pasé gran parte de la noche pensando —murmuró.

—Lo entiendo, pero creo que lo mejor será dejar ese tema a un lado y concentrarnos en la razón por la que estamos aquí —sugirió él, con una mirada comprensiva.

–Tienes razón, lo siento —suspiró Enora, sintiéndose un poco culpable.

—Sé que te preocupa, pero realmente no deberías hacerlo —aseguró Sebastián con firmeza.

Enora asintió, y él se acercó para depositar un tierno beso en su frente durante unos segundos. Luego se dirigieron a la fogata para preparar el desayuno mientras los chicos comenzaban a salir de las tiendas uno a uno.

—¡Buenos días, chicos! —saludó Sophia con una sonrisa radiante.

—Buen día, Sophi —respondió Sebastián, devolviendo la sonrisa.

—Buenos días —añadió Enora al unísono.

Se acercaron todos para ayudar en los preparativos. A medida que cada uno salía de su tienda, se sentaban alrededor de la fogata que empezaba a cobrar vida nuevamente con las llamas danzantes.

—Qué bonito es despertar en este ambiente —murmuró Sebastián soltando un suspiro de satisfacción.

—Completamente de acuerdo —asintió Halsey con una sonrisa cómplice.

Entre risas y bromas, comenzaron a disfrutar del desayuno que Enora y Sebastián habían preparado. El tema del chico misterioso había desaparecido como si nunca hubiera existido; era como si el aire hubiera borrado toda inquietud.

Los líderes del grupo decidieron dejar de lado las preguntas incómodas y se centraron en disfrutar del momento. Comenzaron a proponer actividades y juegos como solían hacer cada vez que iban a acampar.

—¿Qué tal si recorremos el bosque? —propuso Kehr con una gran sonrisa iluminando su rostro.

—Ya está oscureciendo —respondió Sebastián con cautela.

—Y podríamos perdernos —añadió Enora, mirando hacia el denso bosque que los rodeaba.

—No es un bosque muy grande —dijo él frunciendo el ceño-.—Además, está cerrado en sus alrededores; no llegaremos muy lejos.

The Forest BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora