"La noche que lo cambió todo comenzó con un fuego inextinguible. La soledad se apoderó de él, como un incendio que consumía todo a su paso. Un niño roto, un corazón destrozado; una historia que clamaba por ser contada."
•
Tras perder a su familia en...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Los ojos del joven frente a ellos comenzaron a abrirse. La primera imagen fue borrosa, difícil de distinguir, pero podía otar una silueta frente a él.
Comenzó a abrirlos y cerrarlos manera lenta, mientras volteaba. Más siluetas se encontraban que a su lado. Lo alteraba demasiado y su respiración era un poco agitada, pero no podía moverse, se sentía demasiado débil.
— Está despertando. — Una voz suave se scuchó a lo lejos.
Su cuerpo se inclinó hacia un lado, sintiendo una mano en su cintura. Se afirmó sobre su brazo, observando a su alrededor.
— Despacio, estás muy débil. — Aquella voz volvió a escucharse.
Con ayuda de su mano libre, se incorporó casi por completo. Se sobresaltó al sentir cómo sujetaban su mano.
Con velocidad la apartó, llevando su vista al césped. Su vista continuaba un poco borrosa, le costaba distinguir las siluetas frente a él.
Pasos rápidos se escucharon y la mano en su cintura desapareció. Sus brazos fuertes se colocaron alrededor de su cintura. De forma inmediata, sus brazos empujaron a la persona frente a él.
— Hey, solo te ayudaré a levantarte, tranquilo. — Una voz masculina se hizo presente.
Sus ojos observaban con desesperación el césped. Ya sabía qué había más de una persona, que había chicos y chicas.
Sus manos volvieron al césped y aquellas manos se colocaron nuevamente en su cintura con un poco de fuerza. Un brazo pasó por debajo de los suyos y, de un movimiento rápido, lo pusieron de pie.
No esperó y se alejó. Llevo su vista al frente, encontrándose con otra silueta. Un árbol, con pasos lentos, se acercó, afirmándose en él.
Los chicos frente a él lo observaban con atención, por más que él no pudiera notarlo. Sus manos estaban apoyadas sobre el árbol, al igual que su cuerpo.
Su vista comenzó a aclararse y observó al frente. Cinco personas se encontraban frente a él, tres chicas y dos chicos.
Una de ellas comenzó a caminar hacia él, de manera lenta. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro, al notar que la observaba.
— Enora, espera. — Uno de los chicos se movió. — Aún no sabemos nada de él.
— Solo quiero ver que esté bien. — Volteó, y siguió caminando. — No te hará daño. — Lo observó.
Se acercó a ella quedando a su lado. Sus brazos rodearon su cintura, pegándola a su cuerpo y observando al chico frente a ellos.
— Mira, nosotros estamos acampando. — Soltó. — Y nos encontramos contigo, pero no te haremos daño, solo queremos saber quién eres y qué haces aquí.
Los ojos del joven continuaban observándolos con atención, no confiaba en ellos, no confiaba en nadie.
— ¿Puedes decirnos tu nombre? — Ella volvió a hablar. — Nosotros te diremos el nuestro.