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Al despertar, una habitación blanca lo recibió con frialdad, desorientándolo

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Al despertar, una habitación blanca lo recibió con frialdad, desorientándolo. Sus ojos se posaron en una sonda intravenosa que se aferraba a su brazo, con ayuda de la cinta adhesiva. De manera brusca, arrancó la aguja, liberando un rastro de sangre en su antebrazo.

El sonido de pasos apresurados resonó en la habitación, seguido por el chirriar de ruedas sobre el suelo, provocando que su respiración se acelerara un poco, poniéndolo en alerta.

La puerta se abrió con rapidez, revelando a un joven de mirada compasiva y gesto apresurado.

—¡Dios mío! ¿Qué ha pasado aquí? —soltó el joven al descubrir la sonda caída y la sangre en la piel de Abraham.

Sin esperar respuesta, se agachó con determinación para recoger la sonda y colocarla sobre el brazo de Abraham, aún desorientado.

—Tranquilo, estarás bien —susurró con voz suave mientras, intentaba sujetar su brazo, para fijar la aguja en su lugar.

Antes de lograrlo, un impulso repentino lo empujó hacia atrás. La respiración agitada de Abraham era muy notoria, complicando los intentos de calmarlo.

—Por favor, necesitas tranquilizarte —rogó el joven con preocupación en su tono.

La puerta se abrió con velocidad, dejando ver la figura del doctor. Con paso sereno y mirada penetrante, se acercó a ellos.

—Matías, retírate por ahora. — Pidió. — Yo me ocuparé de él. —ordenó con autoridad.

Con marcas rojas en los brazos y respiración entrecortada, Matías retrocedió lentamente ante las indicaciones del doctor.

El doctor lo observaba con atención. Su respiración era agitada, y tenía intenciones de seguir defendiéndose si se le acercaba.

— Soy Martín. — Se presentó. — Soy tu doctor, me encargué de ti cuando tus amigos te trajeron. —Soltó brevemente. — No te pondré la sonda si no quieres, pero debes calmarte, o me veré obligado a medicarte.

Martín suspiró, y se acercó a él. Debía recostarse. Si bien había despertado, y todo parecía estar bien en él, debía descansar.

— Debes descansar un poco más, aún es temprano. — Aviso. — Te haremos unos estudios por la tarde, para asegurarnos de que esté todo en orden. — Informo.

Se acercó a él por completo para ayudarlo, a que pudiera recostarse, pero las manos de Abraham también lo empujaron a él. Martín con velocidad esquivó el golpe, sujetando sus manos.

— ¡Suéltame! — Un fuerte grito raspó su garganta.

— Abraham, necesitas calmarte. — Pidió. La máquina junto a ellos empezó a sonar de forma apresurada. Estaba acelerado.

— ¡Déjame!

Su mano alejó la de Martín de un fuerte golpe. Se levantó, sentándose en el borde de la cama.

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⏰ Última actualización: Nov 27 ⏰

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