Capítulo 3

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Edén se despertó de una pesadilla que había tenido con Yara, sus secuaces y Dante. En esta era atacada por cuervos que hablaban, picoteaban y se transformaban en una copia idéntica de las caras de ellos, los cuales le decían lo mucho que la odiaban además de intentar comerse sus ojos.

Edén se secó algunas gotas de sudor que tenía en la frente, la pesadilla la había dejado medio jadeando. Se puso las manos en el pelo y comenzó a respirar hondo intentando calmarse, una vez lo hizo miró la hora, era demasiado temprano, pero sabía que ya no lograría dormirse y que no habría casi nadie fuera, ya que todos los diurnos estarían en clase.

Se moría de ganas por salir a tomar un poco el aire y quizá ver alguna que otra estatua, como la del Señor del Tiempo, pero no se atrevió a salir de su cuarto, no se arrepentía de haber "salvado" a esa chica, pero no le gustaba ser el centro de la diana de dardos de nadie, y menos de alguien que parecía ser la abeja reina que dominaba a todos los zánganos de ese lugar.

Edén aún recordaba las palabras que había soltado esa chica "Solo un humano sería tan estúpido de enfadar a Yara". Esas palabras resonaban en su cabeza como si de un taladro se tratase.

Por un momento Edén deseó ser diurna para no tener que volver a verle la cara nunca más, pero de pronto Dante apareció en sus pensamientos y solo una boba sonrisa apareció en su cara. A Edén siempre le habían gustado los misterios y las causas perdidas, y ese chico era enigmático como él solo. Destilaba "chico misterioso" por todos sus poros.

Una parte de ella quería saber más de Dante, su propio nombre incluso era misterioso, pero otra parte no quería saber nada sobre él. Había cosas que a la Edén curiosa le encantaría saber, pero a la Edén sensata le parecía más correcto dejarlo todo como estaba.

Edén pasó la mayor parte de la mañana obsesionada con el suceso, y sobre todo con Yara. Las clases diurnas habían pasado y ella no había puesto un pie en ningún aula, ni siquiera había comido y tampoco tenía hambre.

—Vamos, ya no te da tiempo —repetía mirando su reloj.

—Claro que te da tiempo —decía detrás de la anterior frase constantemente.

Y así pasaron los minutos, Edén debatiéndose entre si debía ir a clase o no.

Siempre había sido una chica divertida y amigable, pero encontrarse con un entorno nuevo, sin ningún amigo y completamente fuera de lugar, no ayudaba a que su seguridad aumentase.

No podía, o simplemente no quería tener que volver a mirar a la cara a Yara o que la que sufriese acoso escolar fuese ella, definitivamente, toda esta situación no ayudaba. Edén no quería desarrollar agorafobia, y quizá estaba empezando a obsesionarse por una tontería, pero no le gustaba nada esa situación.

En un acto de valentía y dándose cuenta de lo tarde que era, Edén recogió sus cosas y comenzó a andar a paso muy rápido a la primera clase nocturna. No había mucha gente, ya que la mayoría de los diurnos, por no decir todos, se habían ido y los nocturnos estarían en clase.

Corrió sin darse cuenta del entorno, solo percibía lo vacío que estaba todo y como poco a poco empezaba a anochecer, pero algo le detuvo el paso, o más bien alguien. Ambos corrían porque llegaban tarde, y ninguno se había dado cuenta de la presencia del otro hasta aquel choque.

El chico se tocaba el brazo mientras miraba a Edén con una expresión neutral.

Edén, que parecía que se había llevado la parte más dura del golpe no se había levantado del suelo ni siquiera para mirar al causante de su caída, este al ver la situación se colocó a su lado para ayudarla a levantarse.

—Disculpa, no ha sido mi intención, iba corriendo y no te he visto —decía el chico nervioso mientras miraba constantemente su reloj.

Edén negaba con la cabeza mientras observaba sus ojos color miel.

—No pasa nada, yo iba... —comenzó a decir mientras miraba su reloj—. A ningún sitio. —finalizó resignada dándose cuenta de que ya no llegaba a su primera hora nocturna.

El chico asintió levemente y tras asegurarse de que ella estaba bien comenzó a despedirse.

—Debo irme, soy diurno, y bueno, me había quedado encerrado... En fin, es una larga historia, estar en horario nocturno me debilita, pero ha sido un placer conocerte —dijo finalmente y se marchó pensando que seguramente esa sería la última vez que vería a Edén.

(...)

—Necesito que se concentren en algo, un sentimiento, un momento, una persona... lo que deseen. Solo quiero que cierren los ojos y piensen en eso durante unos minutos. —El profesor observaba como todos sus alumnos iban cerrando los ojos.

Edén, tras el infortunio con aquel chico y tras haber comido algo en la cafetería, se dirigió a su segunda hora nocturna, recordaba haber leído las clases que le tocarían, y esta en particular le llamaba bastante la atención y le hacía acordarse de esos libros de magia y fantasía que tanto le gustaban.

La clase se llamaba "Magia Nocturna", también había una diurna, y teóricamente ellas iban a ayudar a la evolución del poder de Edén.

Y allí se encontraba, en primera fila, con los ojos cerrados obedeciendo al profesor.

En lo único que pensó fue en sus padres, aunque más en su madre que en su padre.

Alejandro, su profesor, había explicado que esto era para ayudar a controlar sus "poderes".

Para Edén todo esto era nuevo, siempre había querido tener poderes y esto era como su sueño hecho realidad, además, se había enterado de que ella también podía viajar en el tiempo, cosa que estaba deseando hacer.

Según había oído, diurnos y nocturnos podían viajar en el tiempo, pero por un tiempo limitado, pues solo podían estar durante algunas horas en el pasado si no querían morir, ya que se debilitaban a medida que pasaba el tiempo.

Un timbre la desconcentró de sus pensamientos.

—Bueno chicos, la clase ha terminado, nos vemos en la próxima, en la cual continuaremos con estas técnicas de relajación, recuerden hacer la tarea.

Edén casi olvidaba que había mandado la tarea de buscar información sobre los agujeros negros, así que lo apuntó en su agenda para no olvidarlo mientras el aula se iba despejando.

Guardó sus cosas y al salir, el profesor la retuvo.

—¿Eres la humana verdad? —preguntó con mucha curiosidad.

Edén asintió levemente pensando en lo despectivo que había sonado "la humana".

—Espero que la clase no se te haya hecho muy aburrida o confusa, sé que para un humano es difícil adaptarse.

—Muchas gracias, pero no, ha sido alucinante, la verdad.

—Espero que vayas cogiendo más confianza con este mundo y veas las posibilidades que tiene.

Ella también lo esperaba.

Ella también lo esperaba

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NOTA DE AUTORA

Capítulo cortito de nuevo, vosotros qué preferís ¿Capítulo corto o largo?

LOS DIURNOS: Durante las horas del díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora