Capítulo 5

111 27 120
                                    

—Hola, mi nombre es Dante, encantado de conocerte. —repitió Dante una vez más frente al espejo.

Desde la llamada no había podido pegar ojo, él no sabía toda la historia, pero sí sabía lo esencial, siempre pensó que su misión estaría entre las sombras, observando cada movimiento que ella hiciese para poder actuar con rapidez y eficacia, pero sus planes se habían ido al traste y ya no había tiempo para ir despacio.

Tenía que ganarse su confianza y eso le inquietaba, nunca había hecho algo parecido y tenía miedo de cagarla en algún momento, ahora todo dependía de él y eso le asustaba mucho.

Suspiró por última vez y se dirigió a la cafetería en su busca, antes de entrar se colocó la camisa y se armó de valor.

Al entrar vio el lugar casi vacío, ella siempre era puntual, por lo que le resultaba bastante extraño que no estuviese aún allí, ¿le habría pasado algo? —se preguntó.

Dante se sentó en la mesa de siempre y esperó a que ella apareciese, pero ese momento nunca se produjo.

Lentamente recogió sus cosas y se marchó de la cafetería a su siguiente clase, realmente esperaba que no le hubiese pasado nada, pero la buscaría en algún momento para hablar con ella. ¿O quizá no? Se estaba precipitando demasiado... Era demasiado rápido como para ir a buscarla como si ya se conociesen. Sí, él la conocía, conocía muchas cosas, pero para ella, él era un simple chico más, un desconocido.

—¿Dante? —repitió la señorita Robinson mientras le echaba una mirada reprobatoria.

Dante desde que se había sentado en su mesa no se había enterado de que la clase había comenzado, estaba tan inmerso en sus pensamientos que ni siquiera había escuchado a la maestra, que le estaba preguntado algo que él desconocía.

Ante el silencio de Dante la profesora se limitó a negar con la cabeza mientras chistaba con la lengua. Dante era uno de sus mejores alumnos y ver que ni siquiera estaba prestando la más mínima atención la inquietaba, ya que él nunca se distraía.

—Lo siento. —logró decir cuando se dio cuenta de la situación.

(...)

¡Se había quedado dormida! ¿Cómo era posible que hubiese cerrado los ojos durante un segundo y se acabase de despertar ahora?

—Solo será un momento. —se había dicho después de las horas diurnas ya que no había logrado pegar ojo en toda la noche.

Pero ese momento se había convertido en horas. Definitivamente Edén no podía seguir faltando a las clases que le diese la gana, tenía que ponerse las pilas si no quería perder las asignaturas.

Nunca le había gustado faltar a clase sin ningún motivo, pero el poder hacerlo la atraía demasiado, y eso no era nada bueno para sus estudios.

Sabía que no iba a poder ir a ninguna clase más, y que mucho menos podría dormir después de la siesta que se había pegado, así que salió en horario nocturno, cosa que nunca había hecho, ya que después de la cena se iba corriendo a su cuarto a descansar porque normalmente acababa bastante cansada de las clases. Pero esta vez era diferente.

Hoy la noche era oscura, no había luz de luna que iluminase la escuela, pero aun así unas pequeñas luces de pared iluminaban la estancia. Edén observó a algunos grupos de nocturnos hablando, otros jugaban a un juego que Edén no lograba identificar, pero ninguno le importaba realmente, lo único que buscaba era una mirada, una mirada que le indicase que podía hablar con alguien de allí, que esa persona estaba dispuesta a ser su amiga, pero no se produjo, ya que para todo el mundo era un bicho raro, no tenía ese aura que la identificaba como nocturna o diurna, era una simple humana, una humana que deseaba conseguir ese aura que la diferenciara del resto y finalmente ser una diurna o una nocturna.

LOS DIURNOS: Durante las horas del díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora