Capitulo 2. Amity Blight -La luz en mi oscuro rincón.

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Día 288, Año 443 D-GU. De mañana
Islas Hirvientes, Mansión Blight

En las afueras de Huesosburgo, en lo alto de una colina que dominaba el paisaje, se erigía majestuosa una enorme mansión de ensueño. Construida con la rara y hermosa piedra purpura, sus muros irradiaban una elegancia imponente, contrastando con el resplandor del mármol pulido que adornaba cada detalle. Su entrada principal estaba resguardada por un gran portón de acero, en cuya parte superior se encontraba grabada la palabra "Blight". Los rayos del sol se filtraban a través de un tragaluz, bañando el interior de la mansión en una luz cálida y acogedora. Aquella luminosidad se convertía en un regalo para los sentidos, nutriendo con su energía a un pequeño jardín que florecía en el corazón de la propiedad. Las flores, con sus pétalos coloridos y fragancias embriagadoras, competían por captar la atención en medio de una sinfonía de hortalizas que crecían con vitalidad en parterres cuidados.

En el sereno rincón del jardín, entre la fragancia de las flores, se encontraba Amity, una joven de cabellera corta que caía en cascada hasta sus hombros en un vibrante tono verde, con sutiles raíces castañas que se entrelazaban entre los mechones. Con una sonrisa en los labios, dedicaba su atención a una hermosa rosa cuyos pétalos permanecían cerrados. Con una delicadeza reverente, regaba la planta, ofreciéndole su cuidado con devoción. Para Amity, el jardín era su refugio, un lugar donde se sentía plenamente en armonía y conectada con la naturaleza que la rodeaba. Sin embargo, la tranquila serenidad del momento se vio interrumpida por el sonido persistente del pequeño reloj de péndulo que marcaba las siete de la mañana. Amity se despidió de las flores con una mirada cargada de cariño y se dirigió fuera del jardín.

Sus pasos resonaban en el suelo de mármol mientras se encaminaba hacia su habitación. Al entrar en la habitación, su mirada se encontró con el amplio cuarto de baño que se extendía ante ella. Una hermosa bañera de marfil se erguía en el centro del espacio, invitándola con sus curvas seductoras. Amity se despojó de su vestimenta, revelando una piel clara y suave que contrastaba con el verdor de su cabello. Sin perder tiempo, Amity se sumergió en la inmensa tina, el contacto con el agua caliente acarició su piel con delicadeza, envolviéndola en abrazo cálido.

Una vez fuera de la tina, Amity se vistió con un singular uniforme. Una túnica gris con un cinturón, capucha y botas de tonos oscuros, contrastando con el rosa grisáceo de las mangas y los leggins. Tomó su mochila de cuero y se dirigió hacia la parte inferior de la mansión, descendió por las escaleras, Amity se encontraba rodeada de innumerables cuadros que adornaban las paredes. Las miradas de los retratados, fijas en ella, parecían seguir cada uno de sus pasos. Aunque en ocasiones podían resultar inquietantes, Amity había aprendido a convivir con aquellos ojos pintados. Finalmente, llegó a la sala del comedor, un espacio de dimensiones monumentales que acogía una moderada mesa. Allí, su mirada se posó sobre una joven de cabellos trenzados, de un intenso color esmeralda, que se encontraba perdida en sus pensamientos. Era Emira, su hermana mayor. Vestida con un uniforme similar al de Amity, aunque con detalles en mangas y leggins de un tono celeste, Emira proyectaba una mirada distante, como si su mente estuviera atrapada en algún rincón de su mundo interior. Amity al ver a su hermana, sintió una oleada de compasión que iluminó su rostro. Con delicadeza, se acercó y tomó asiento frente a ella en la imponente mesa.

—¡Hey, Mittens! —saludó Emira, notando la presencia de Amity—. ¿Como está mi devora libros favorita? —añadió, forzando una sonrisa en su rostro.
—¿Acaso tienes a alguien más aparte de mí para que yo sea tu favorita? —respondió con una sonrisa, sabiendo perfectamente el tono sarcástico de su hermana—. Parece que seremos solo nosotras dos en el desayuno —observó, con una pizca de tristeza al notar los tres asientos vacíos en la mesa.
—Como siempre, desde los últimos dos años —suspiró Emira, dejando escapar un atisbo de melancolía mientras sus ojos se posaban en el asiento vacío a su lado. Con un gesto, llamó a una de las sirvientas para que trajera el desayuno. Amity captó la mirada triste de su hermana y decidió intentar animarla.
—Sabes, esta noche habrá luna llena y he logrado que florezca una Rosa Lunar en mi jardín —compartió Amity con emoción contenida—. Es muy probable que abra sus pétalos y se ilumine con un resplandor rosáceo brillante. He leído que su brillo es absolutamente fascinante. Tal vez quieras acompañarme para verlo.
—No, muchas gracias, pero no —respondió, rechazando la propuesta con firmeza.

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⏰ Última actualización: Jul 23, 2023 ⏰

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