Capítulo 1: Alessandra

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N/A: Había pensado mucho en cambiar la historia, en esencia, la forma de escritura. Ya lo saben, los tiempos cambian, nuevos conocimientos se adquieren y por ende, el nivel de exigencia también es bastante mayor de cuándo se inició. 

No obstante, no le cambiaré el contenido, porque considero que esa fue la verdadera esencia y forma parte de esta servidora. Paréntesis aparte el único cambio que habrá en la historia será la edad de Alessandra. 

La historia de por sí representa un cierre para lo que obsesivamente he estado luchando contra varios años: el no poder concluir con proyectos que se gestan en mi propia mente.   

Desde ya agradezco en todos estos años (6 para ser exactos) a todos los que en algún momento me leyeron y confiaron en mí, donde quiera que esten. No quiero llenarme de palabras vacías, no quiero prometer qué tanto falte para acabar, aunque de hecho, ya tengo el final escrito, pero aún faltan demasiados capítulos para que acabe esta historia. Lo que sí puedo decir es que daré todo mi esfuerzo para poder acabarlo y así poder darles a Alessandra y Benedict el final que se merecen.  

Con todo mi corazón, espero que sigan disfrutando de la lectura.

Atentamente, 

Cantuta. 

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Capítulo 1

Había comenzado su segunda jornada de trabajo en lo que iba del día. El calor abrasador la acompañaba silente y algunas gotas ralas de sudor surcaban su sien por el esfuerzo físico de mantener todo en orden en la floristería, que con mucho empeño, se encargaba de mantener y ayudar a la misma vez a su buen vecino Don Giussepe.

Llevaba un overol de jean color azul que se encontraba molestándole por el grosor de la tela y por lo grande que le quedaba, pero era un regalo de su hermana mayor ya que constituía un valor especial para ella, y no dudaría en ponérselo todos los días.

La motivación para seguir de pie ante todo. Sus zapatillas de color blanco, embarradas por el ir y venir al invernadero le inquirían silenciosamente que empezara a ocuparse en comprar otras para ir a la escuela; los flequillos rubios que burlonas se inmiscuían en su rostro delicado y a la misma vez ensuciado por el sudor y el abono que requerían sus amadas plantas, bifurcaban en convertir una figura menuda adolescente atormentada en la encarnación viva de la rebeldía.

Ya eran las 5 pm y faltaba aún una hora para que terminara su labor. La gente seguía pasando por la alameda del frente y unos cuantos clientes entraban para pedir algunas flores de lirio blanco, unas dalias o cantutas.

Estas últimas, según Don Giussepe, eran consideradas flores sagradas de una antigua civilización en América y, por ende, debían ser cuidadas con sumo cuidado, especialmente cuando le tocaba a ella, esta flor le había sido encargada para satisfacer a sus clientes, no solamente por su belleza, sino también por su significado histórico.

Alessandra, fascinada por este extraño espécimen, también tenía una en casa que la acompañaba en la soledad de su habitación, en las noches largas y tortuosas al cuidar a su padre problemático y en los días fríos y lluviosos que caían casi con frecuencia en Croydon West cuando era invierno.

Ahora, por supuesto, debía apurarse ya que su padre llegaría pronto y las ventajas de vivir en el segundo piso del mismo edificio donde trabajaba era que podía dejar de hacer todo para dedicarse en unos minutos a satisfacer las exigencias de su para nada grato padre.

"15 minutos para llegue el ogro, pequeña" Don Giussepe, su abuelo putativo, se acomodó en el umbral de la tienda con los brazos cruzados, también sudado y sucio ya que se había encargado de realizar hoy día un pedido muy grande. Alessandra se encontraba a sus espaldas y agachada recortando algunas malas yerbas del jardín que daba en la parte frontal de la tienda, y sus ojos se agrandaron al darse cuenta del afortunado aviso.

Te encontré✨- Benedict CumberbatchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora