24 de diciembre, 2013.

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JiYong estaba en el suelo de su cocina -hecha un completo asco- sosteniendo su cabeza entre sus manos, en un completo colapso mental. Llevaba en esa misma posición una eternidad -cinco minutos- mirando al vacío, preguntándose porqué diosito lo odiaba tanto, porqué su virgencita de Guadalupe no lo había ayudado, si era tan devoto a ella.

¿Porqué?

¿Es porque era tan hermoso? SeungHyun siempre le decía que era un pecado ser tan hermoso, pero o sea, Dios lo había hecho así ¿Cómo podría odiarlo por eso? No, debía ser algo más. Tal vez estaba acarreando la mala suerte de una vida pasada, tal vez había sido un maldito narcotraficante, o algo mucho peor, como un pateaperritos o cobrador de Coppel, en fin, algo verdaderamente despreciable.

O puede que no sea su karma, igual y era el castigo de su esposo...

Oh no, él era la cruz de su esposo. Esa sí que no la había visto venir.

JiYong juntó sus manos, en posición de oración, y dijo en tono de súplica.- Diosito, sé que no hemos estado yendo a misa los domingos, o sea, igual sé que me olvido de rezar el rosario, pero por favor, no castigues a mi marido así, no lo merece, él es bien cuero conmigo, es un tipazo que se mata trabajando y sí, a veces se pasa con sus chelukis, no lo niego, pero por favor, hazme un milagro y componme la comida.- Terminó su oración, persignándose.- Amén.

El olor a quemado que aún estaba en el ambiente, le dijo que a Dios le había valido verga, y no había hecho ni un pinche milagrito al estilo de La rosa de Guadalupe.

Quiso aporrearse con lo que más tuviera cerca, pero sabía que su berrinche no iba a solucionar nada en lo más mínimo. Y seguramente le dejaría un chichón, horrible y su vanidoso ser no lo podía permitir.

Suspiró frustrado, tal vez no era culpa de Dios ni el karma.

Tal vez sólo era que era pobre e inútil, y no sabía hacer ni madres solo.

Su daddy le había repetido mil veces que pensara bien en si quería casarse con un muerto de hambre, porque en el momento en que pasara a ser un Choi, él le quitaría todo su apoyo económico. En realidad, después de que SeungHyun se había ganado la aprobación de su padre, lo había apoyado bastante para que se quedara con el regio... Si tan solo su esposo no fuera tan orgulloso, ahorita estarían en algún lugar exótico de Medio Oriente o Europa; o mínimo con un chef profesional, que les haría la cena perfecta de aniversario.

Pero ese no era el punto.

El punto era que su padre no era tan desgraciado y les había regalado un departamento modesto, pero bien ubicado. La neta estaba bien pinche austero, pero su marido le había prometido que apenas cotizara una buena cantidad en el infonavit lo renovarían a su gusto. Al menos no tenían que preocuparse por pagar renta, pero tampoco podían darse grandes lujos, ya que estaban ahorrando para comprarse un auto; y mucho menos porque por ahora, sólo contaban con el sueldo de SeungHyun, que llevaba trabajando en una agencia de publicidad poco más de un año, pero no era ni de lejos el sueldazo que su gordo se merecía.

Ay, su bello esposo.

Sacudió su cabeza, porque se estaba perdiendo en cosas que nada que ver. El punto es que era su aniversario, veinticuatro de diciembre, y ya había quedado con sus suegros de que este año se la pasarían en el D.F. y sus padres... bueno, ellos iban a irse a París o no sé donde, como siempre, la pasarían fuera del país.

JiYong veía el arroz pegajoso y la olla de frijoles quemados en su mente, ¿Cómo era posible que hubiera arruinado la cena? ¡Era un simple arroz y frijoles charros! Su suegra le había explicado paso a paso cómo hacerlo. Hasta había conseguido -mandado a SeungRi al otro lado de la ciudad- esos cueritos que tanto le gustaban al mayor ¿Porqué era tan malo para cocinar? ¿O sea, no valía nada su puto esfuerzo?

La vida moral de la pareja idealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora