Capitulo 16

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Han pasado tres días desde que Laura y C&A llegaron a Cádiz. Alexander se estaba adaptando a su nuevo empleo, mientras que Dalia fue admitida en el colegio. Apenas entró, comenzó a hacer muchos amigos. Laura, por su parte, consiguió trabajo como representante de Celia. Mientras tanto, en la cárcel, Javier estaba tumbado, sumido en sus pensamientos, cuando el sonido de la puerta de su celda abriéndose lo sacó de su ensimismamiento.

—¿Arthur, qué ocurre? —dijo Javier, incorporándose con sorpresa.

—Buenas noticias: quedas en libertad, han pagado tu fianza —respondió Arthur.

—¿Cómo es posible? Mejor dicho, ¿quién lo ha hecho por mí? —preguntó Javier, aún más desconcertado.

—Solo me dijeron que era un conocido tuyo de hace tiempo —contestó Arthur.

Javier, sin entender nada, recogió sus pertenencias y se encaminó hacia la salida. Tras firmar los papeles de su libertad, salió de la cárcel y, a unos metros, vio a quien había pagado su fianza.

—¿Tú has pagado mi fianza? —dijo sorprendido.

—Sí, Javi, fui yo —dijo esa persona, sonriéndole. Sin mediar palabra, Javier la abrazó, y luego añadió:

—Te dije que escaparas, Cristina. Sería mejor para ti y para el niño.

—¿Y pensaste que te haría caso? —respondió Cristina, irónica.

—Bueno, eso ahora da igual. ¿Dónde me quedaré? —preguntó Javier, cambiando de tema.

—¿Con quién más sino con nosotros? Tu hijo y yo te esperamos —dijo Cristina.

Javier recordó lo que Claudia le había dicho y su expresión cambió.

—No —dijo secamente—. Es mejor que no me quede con ustedes dos.

—¿Qué tonterías estás diciendo, Javi? Seamos una familia. Tu hijo te necesita —insistió Cristina.

—Lo siento, pero es mejor que aproveche y desaparezca del país —dijo Javier, tomando su bolsa y alejándose.

—Eso, vete. Abandóname como hace 30 años —dijo Cristina, al borde de las lágrimas—. Pensé que me amabas, que si hacía esto volveríamos a ser la pareja que fuimos. Te perdoné por lo que me hiciste e incluso crié a nuestro hijo, sabiendo que tú estabas en la cárcel.

—No quiero que él sepa que tiene un padre —dijo Javier, sin mirarla. Tras decir eso, emprendió el camino, dejando a Cristina completamente destrozada. Sabía que esas palabras no deberían haber salido de su boca, pero no quería involucrarla en más problemas.

Llegó la tarde en la casa de Dante. Laura y Celia estaban poniéndose al día, esperando a que Dalia regresara de sus clases particulares, cuando el teléfono sonó.

—¿Sí? —dijo Celia, descolgando el auricular.

—Hola, Celia. Soy Cristina —dijo la voz al otro lado.

—¡Cris! Cuánto tiempo. ¿Cómo estás? —respondió Celia, lanzándole una mirada de sorpresa a Laura.

—Bien. Por cierto, estoy en Cádiz. ¿Podemos vernos? —preguntó Cristina.

—¡Claro! De hecho, Lau también está aquí. Alex fue trasladado —contestó Celia.

—Me alegra mucho por ella —dijo Cristina.

—Ahora estamos viviendo en casa de Dante —añadió Celia.

—Ya veo.

—Si quieres, y te viene de camino, vente a pasar un rato con nosotras —propuso Celia.

Viviendo de la Excepción Más Alla de la VerdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora