Cómo detestaba la Navidad. Era su época más ocupada del año, siempre ayudando a las personas solitarias a encontrar el amor... o al menos algo de compañía durante las fiestas.
Las parejas que había ayudado a unir tenían que estar metidas en la cama haciendo el amor sin parar, mientras él estaba allí, en noche buena, en un bar, bebiendo, completamente solo.
Era el nieto de San Nicolás o Santa Claus, como era conocido, pero para él, solo era el abuelo Nicolas. Su abuelo se encargaba de entregar regalos a los niños de todo el mundo, pero cuando Oliver tuvo edad suficiente, su abuelo le encargó los solteros que estaban en busca de compañía durante las fiestas. Al principio había sido divertido, podía usar sus poderes con libertad y podía influenciar a los humanos para que se dieran una oportunidad en el amor y a quien quería engañar, su lado pervertido estaba muy satisfecho de poder presenciar los encuentros sexuales de los enamorados, sin que lo vieran.
Pero con el tiempo, la diversión se convirtió en anhelo. Estaba cansado de ayudar a las parejas a encontrar el amor y verlos felices, mientras él permanecía solo y temía que la situación lo estaba amargando un poco. Si seguía así, con el tiempo, perdería la sensibilidad necesaria para ayudar a otros y si llegaba a eso, no podría seguir trabajando y le angustiaba. En verdad disfrutaba poder darle una mano a los tontos que por una u otra razón huían del amor y ser parte de su despertar a nuevas oportunidades, pero no sabía si iba a poder seguir siendo útil si se sentía de esa manera.
Oliver le dio otro sorbo a su whisky, en el bar de su hotel, mientras pensaba en algunos de sus trabajos más recientes. Él siempre estaba detrás de los encuentros navideños de última hora, esos en los que parecía que el universo había conspirado para que esa pareja perfecta se mirara a los ojos, en ese momento perfecto y la magia de la navidad aparecía.
Bueno, pues no era así, no era el señor universo, ni la magia de la navidad, no. Todo lo hacía él y no era tan mágico. Solo analizaba a las personas que necesitaban ayuda y luego usaba un poco de su magia para crear el encuentro perfecto, pero nada más; no se podía encantar a las parejas, porque la magia se acababa y si no había nada real, pues no serviría de nada. Tenía que existir una atracción y un vínculo verdadero que los mantuviera juntos y por eso tenía que hacer esa extensa investigación.
Estaba exhausto, tal vez necesitaba unas vacaciones. Alejarse de todo y de todos, tal vez encontrar algo de amor para sí mismo.
―Oliver Avdeyev, ¿es usted?
Oliver bajó su whisky, que iba a medio camino de su boca, para girarse a ver quién lo había llamado. Pero se sorprendió al encontrarse con una muñequita con el cabello rubio, recogido en una coleta algo desecha, una camiseta de AC/DC muy grande para ella, unos jeans desgastados y unos zapatos deportivos y el abrigo que debería tener puesto, por las bajas temperaturas, lo llevaba atado a su cintura. Tenía una gran mochila a su espalda y se veía cansada y algo acalorada, lo cual era extraño considerando el frio que hacía afuera.
Era la cosita más antisexy que había visto en toda su vida, pero se veía adorablemente sonrojada y molesta para ser navidad. ¿Dónde estaba el espíritu navideño de esa mujer? Se veía fastidiada de estar allí, mientras todos los demás disfrutaban del ambiente de la víspera de navidad, el gran y esperado veinticuatro de diciembre. Un día en que todos estaban vistiéndose con sus mejores galas y tenían una sonrisa en el rostro, porque era un día de alegría y esta muchachita parecía un erizo.
― ¿Es usted Oliver Avdeyev, o no?
―Eso depende, ¿Quién quiere saberlo?
―Servicio de mensajería, ¿es usted a quien busco? ―dijo cortante.
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El Regalo Perfecto
Roman d'amourLa Navidad es una época de magia y hasta para los mas cínicos existe el Regalo Perfecto.