Capítulo dos.-Perdóname.

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Aquella tarde Kirito fue de inmediato a su casa, no se despidió de nadie.

No estaba enojado ni nada por el estilo, era que por primera vez en toda su vida se había dado cuenta de algo importante.

Por primera vez reconoció que había hecho mal, que en verdad se había pasado de la raya.

Cuando llego a su casa solo fue y se encerró en su habitación, solo quería estar solo.

-Oni-chan, ¿si te acuerdas que día es hoy?

-Es jueves, Sugu.

-¿Y si sabes que toca hoy que no está mamá?

-Hoy no estoy de humor...hoy solo quiero dormir.

-Oh vamos, no seas aburrido, si tú a veces eres el que me insiste.

Kirito se contuvo de enojarse, solo dio un enorme suspiro y se puso la almohada sobre la cara.

-Si pero hoy no tengo ganas...me siento cansado y estoy enfermo del estómago. –Mintió.

-Jum, está bien...ya no te molesto más.

-Gracias Sugu.

Liz era la única chica que Kirito molestaba constantemente. También a sus amigas, claro...pero a estas solo era cuando estaba aburrido o cuando se había cansado de molestar a Liz.

Se dice popularmente que cuando un chico molesta a una chica es para llamar su atención ya que le gusta...y a decir verdad con Kirito no era ni la más remota excepción.

Ella era la única chica que no veía con malos ojos, lo único que quería con Liz era ser su novio.

¿Y por qué no se le declaraba?

Por el simple y sencillo hecho de que ella lo odiaba a todas luces, aunque claro, en el fondo ella lo quería...pero ese era un secreto que ni sus más íntimas amigas sabían. Y lo mismo era del lado de Kirito.

Lo pudo haber mencionado en una borrachera, pero como Klein y Eugeo también estaban demasiado ebrios como para recordar un detalle tan insignificante cuando la noche era más que maravillosa.

-¡Esa chica es una perra, es hermosa pero simplemente no puedo hacer nada para que ella me sonría, es cortante, es fría, es, es...simplemente una perra conmigo!, ¿tu si me entiendes verdad? –Kirito estaba tan ebrio...que hablaba con un árbol. –Gracias por tu apoyo, Fausto.

-He Kirito, ¿Qué carajos haces ahí tumbado, es hora de irnos? –Gritó Klein, quien tambaleante fue a levantar a Kirito.

-Bueno, hasta aquí llego este vaquero...nos vemos Fausto.

-¿Qué estupidez hice?, me da la impresión de que batí mi propio record. –Se lamentaba en silencio.

Estaba pensando en alguna forma, la más rápida y útil para pedir disculpas a la chica que tanto le gustaba.

Pero la verdad es que las cosas estaban un poco pérdidas para él. La había hecho llorar, sus amigas no lo dejarían acercarse ni 5 metros a ella aunque estuviera encadenado.

Pero él era un valiente, por lo cual no dejaría que el miedo se apoderara de él como sucedió aquella vez.

Ni Kirito sabia por que se tuvo tanto miedo de encarar a Liz cuando antes la molestaba sin reparo ni arrepentimiento alguno.

Pero eso se acabó.

Estaba muy arrepentido por lo que hizo ya que era la primera vez que hacia llorar a una mujer.

Ahora todo se resumía a una cosa y solo una cosa: pedir perdón en secreto, ya que de manera pública no podía hacerlo.

El problema que tenía era el momento en que lo pudiera hacer, un lugar y momento preciso en donde solo estuvieran solos los dos.

El semental de mi clase KiritoXLizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora