Domingo, 15 de mayo de 2011

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Primera parte.


Corro por Southwest Salmon Street en dirección al rio Willamette mientras Moby suena a todo volumen en mis oídos. Son las seis y media de la mañana e intento aclararme las ideas. Anoche soñé con ella; ojos azules, voz jadeante... Y acababa sus frases en un «señor», arrodillada delante de mí. Desde que la conozco, mis sueños han experimentado un agradable cambio en comparación de las pesadillas ocasionales. Me pregunto qué opinaría Flynn al respecto. La idea resulta desconcertante, asique la aparto de mi mente y me concentra en llevar mi cuerpo hasta el límite a lo largo de la orilla de Willamette. El sol despunta entre las nubes y me llena de esperanza mientras mis pies golpean la avenida.

Dos horas después, paso corriendo un rito relajado junto a una cafetería, de camino de vuelta al hotel. ¿Y si la invito a un café? ¿Cómo si fuera una cita?

Bueno, no, como si fuera una cita no la idea es tan absurda que me echo a reír solo con pensarlo. Seria únicamente para charlar, para hacerle una especie de entrevista, a ver si consigo averiguar algo más de esa enigmática mujer, si le interesa o si estoy perdiendo el tiempo. Sigo haciendo estiramientos mientras subo, solo, en el ascensor. Los acabo en la suite del hotel. Una vez allí, me doy cuenta de que es la primera vez que me siento centrada y tranquilo desde que eh llegado a portland. Me ha traído e desayuno; estoy hambriento, una sensación que no soporto. Nunca la eh soportado. Decido comer antes de ducharme, así que me siento a desayunar sin quitarme los pantalones de deporte.

Oigo que alguien llama a la puerta energéticamente. La abro y me encuentro con Taylor en el lumbar.

—Buenos días, señor Grey.
—Hola. ¿Están listos?
—Sí, señor. Todo está dispuesto en la habitación 601.
—Bajo enseguida.
Cierro la puerta y me remeto la camisa por dentro de los pantalones grises. Todavía tengo el pelo húmedo repaso a es cabrón de mala fama que se refleja en el espejo y salgo tras Taylor hasta el ascensor.

La habitación 601 está llena de personas, luces y cajas con cámaras, pero la localizo al instante. Se mantiene apartada a un lado. Se ha dejado el pelo suelto, una melena abundante y lustro que le llega por debajo de los pechos, y lleva jeans ajustados, unos converse y una chamarra azul marino de manga corta con una camiseta blanca debajo. ¿Es que las converse y los jeans son su marca de casa? Aunque estos resultan muy poco prácticos, lo cierto es que realzan sus magníficas y torneadas piernas. Abre los ojos, tan arrebatadores como siempre, cuando me aproximo a ella.

—Señorita Steel, volvemos a vernos.
Acepta la mano que le tiendo y por un instante siento la tentación de apretársela y llevármela a los labios.
Déjate de tonterías, Grey.
Su tez adopta ese encantador tono rosáceo y señala a su amiga, que se encuentra demasiada cerca de nosotros, esperando que le preste algo de atención.
—Señor grey, le presento a Katherine Kavanagh —dice.

La suelto la mano a regañadientes y me vuelvo hacia la persistente señorita Kavanagh. Es alta, tiene un aspecto imponente y se nota que le gusta ir bien arreglada, igual que su padre, aunque ha sacado los ojos de su madre. Además de no haber sido por ella, no habría conocido a la encantadora señorita Steel, y eso es algo que debo agradecerle; hace que me sienta un poco más indulgente con ella.

—La tenaz señorita Kavanagh. ¿Qué tal esta? Espero que se encuentre mejor. Anastasia e dijo que la semana pasada estuvo enferma.
—estoy bien, gracias, señor Grey.

Me estrecha la mano con fuerza y seguridad. Dudo mucho que haya sufrido penalidad en toda su vida. Me pregunto cómo es posible que estas dos mujeres sean amigas, cuando es evidente que no tienen anda en común.

—Gracias por haber encontrado un momento para la sesión— dice Katherine.

—Es un placer— contesto, y lanzo una mirada a Anastasia que me premia con un rubor que la delata.
¿Soy yo quien hace que se ruborice así? Esa idea me gusta
—Este es José Rodríguez, nuestro fotógrafo— dice Anastasia, y su rostro se le ilumina al presentármelo.
Mierda. ¿Este es el novio?
Rodríguez se deshace bajo la dulce sonrisa de Ana.
¿Cogen?
—Señor Grey.
Rodríguez me mira con cara de pocos amigos mientras me estrecha la mano. Es una advertencia; me está diciendo que me retire. Anastasia le gusta y mucho.
Bueno, empieza el juego, chaval. 

   



GREYWhere stories live. Discover now