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Un pitido resuena en el auricular de mi celular. ¡Joder! . No me lo puedo creer, Maggie me ha colgado. Seguramente sigue mosqueada por como me he comportado con Yulia, pero si ella me ha dicho que me vaya cuando le he pedido que seamos amigos.

Bufo. Me he equivocado otra vez.

Miro la pantalla distraídamente mientras me decido si llamar o dejar que lleve su venganza en paz. A lo mejor si se gasta una buena cantidad en zapatos y maquillaje, pueda perdonarme por ser tan imbécil. Segundos después de debatirlo conmigo mismo, le guardo en mi bolsillo.

Me hace falta un trago.

El reflejo en las puertas metálicas del ascensor me permite arreglar el cuello de la polo. Estas se abren y nuestras miradas se topan. Tuerzo el gesto en disgusto, por su parte una sonrisa burlona se instala en su rostro.

—Hola... — entrecierra los ojos, y pensativo lleva una mano a su mentón — Frank ¿cierto?, espero que no te moleste que me robe un rato a tu empleada —¡Hijo de...!. Dejo que el silencio sea el que hable — ¿me harías el favor de decirme cual es su habitación?.

—Por supuesto, es la 322.

Me da una palmada en el hombro.

—Muchas gracias, amigo — aprieto los dientes, pero logro mantener a raya la ira — ¿sabes...?, no puedo sacarla de la cabeza desde el día de ayer, a lo mejor y la
convenzo de que no salgamos de la cama — cierra un ojo.

¿Me dedicado un guiño?. Se esta ganando que le meta un puñetazo y le reviente la
cara. Inhaló.

—Te voy a dar un consejo — arquea una ceja, aun con el gesto burlón jugueteando por su rostro — no te hagas ilusiones, ni te enganches demasiado.

—¿Ah, si? ¿y por que no? — pregunta con la brusquedad tiñendo su voz.

—Por que lo va a dejar sin avisarte, sin explicaciones y sin mas, te lo digo por experiencia — entrecierro el ojo devolviéndole el gesto.

Los papeles se invierten, y ahora el que sonrie soy yo. Si, yo la he tenido antes que tu. Recuerda eso imbécil.

—Ya...se que estas molesto porque Yulia ahora esta conmigo, pero no tienes que comportarte como un idiota.

—Tienes razón, no tengo porque hacerlo, pero resulta que... — cojo el extremo del cuello y le alzo — es un don.

Me adentro en el ascensor y presiono un par de botones. Giro encontrándole con una fina linea sobre los labios. Y juro que gozo cada parte de aquel gesto. En cuando se cierran las puertas suelto una carcajada.

Si se va a quedar con la mujer que amo, que sepa que no se lo voy hacer tan fácil.

Me encamino hasta el bar del hotel donde busco un lugar que tenga vista extendida hacia fuera y en la parte de la entrada principal. Alzo la mano y en seguida soy atendido por un joven.

—Coñac con hielo, por favor.

Tras pasar un rato le veo bajar del ascensor. Luce desorientado y se dirige a la recepción donde es atendido por una señorita, esta se encoje de hombros. El le pregunta algo y ella asiente. Cuando creo que por fin va a marcharse, toma asiento en uno de los sofás, de espaldas espera a que Yulia vuelva.

Doy un trago largo y pido otro. El joven, quien tiene preparada la botella me rellena el vaso. Miro por el espejo de la repisa a un taxi detenerse unos metros de la entrada. Vuelvo para presenciar a Maggie pagando al conductor. En seguida saco mi cartera dejando un puñado de billetes sobre la barra. Es un poco mas de lo que he pedido, pero no tengo tiempo de pedir la cuenta.

Cayendo en la NecesidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora