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Lluvia y mas lluvia, pero el clima no es el problema, si no la tempestad que llevo dentro, una que me ha abordado desde hace una semana, cuando le abandone en aquella cabaña de una isla paradisiaca y relativamente hermosa. Justo cuando mis pies tocaron el suelo de afuera estuve a punto de regresar y refugiarme en la calidez de su regazo. Sin embargo, no tuve el valor, no lo hice. Y no puedo evitar preguntarme el que hubiera pasado.

Paseo los dedos una y otra vez por mi cuero cabelludo. El dolor de cabeza no me ha dejado en paz ni un segundo, y quisiera creer que el nuevo medicamento es el causante. Pero se en el fondo, que eso no es asi.

—¿Nos vamos? — su voz rasposa me irrumpe los pensamientos. Levanto la barbilla topando con su mirada, justo aquella a la que tanto temí.

—No vuelvas a mirarme asi, por que juro que...

—¿Cual mirada? — frunce el ceño con inocencia. Me cruzo de brazos. Resopla rodando los ojos — Yulia...lo siento, pero no se como quieres que te vea — se encoge de hombros — ¡Diablos!, te me estas yendo de entre las manos y yo sin poder hacer nada, siento que...la vida es injusta por ponerte en mi camino para luego...

Cierra la boca. Pero no es necesario que diga mas, ambos sabemos lo que iba a decir. Habla de que voy a morir, y sera asi si la nueva medicación no funciona. Cada vez es mas agresiva con mi cuerpo, que en tan solo una semana he bajado casi diez kilos y con estos la mitad de mi cabello.

—No quiero hablar de esto, o mejor dicho discutir. Lamento que te hayas enterado, si hubiera sido por mi, no estarías aquí.

Resopla pasando sus manos por su cabello. Ese gesto me recuerda al castaño.

—Yulia... — se pone en cuclillas lo suficiente para poder verme a los ojos — no digas eso, yo...no debería estar reprochando nada, no a ti.

—Mejor vámonos de una vez, que llegare tarde a mi cita.

—¿Estas segura de esto? — asiento. Resopla por tercera vez — vamos.

Se pone en pie en un santiamén, a diferencia de mi que batallo en levantarme de una silla. En silencio recorremos el pasillo hasta el ascensor. Cada día el mismo tramo es un sin fin de discusiones, yo con mi terquedad por bajar por las escaleras. y el por subirnos al el elevador, aunque siempre termina ganando. En esta ocasión entro sin rechistar. Nuestros ojos se encuentran en el reflejo de las puertas.

Tres plantas y estamos abajo, en cuanto se abre pongo un pie fuera. Brad me sigue unos pasos por detrás aun sin decir palabra alguna, y me esta poniendo de los nervios. Resoplo girando sobre mis talones. Sus pasos se detienen bruscamente, abre los ojos con sorpresa.

—¿Vas ha hablarme o seguirás enojado conmigo? 

—No estoy enojado, estoy molesto, pero no contigo, si no conmigo mismo por ser tan...

—Egoísta, antipático — termino la frase cruzando los brazos por debajo de mi pecho.

Rueda los ojos, y una de sus comisuras se eleva un poco. Una pequeña sonrisa, pero al fin una.

—Si, algo como eso — entonces el gesto se vuelve una mueca. Se estremece de pronto, sacude la cabeza ante sus propios pensamientos — me importas mucho Yulia, y quiero seguir estando contigo, no me apartes — escuchar esas palabras forman un nudo que se instala en mi garganta y cae en picada en la boca de mi estomago. Frank me dijo aquello mismo, y yo...simplemente fui cruel al día siguiente.

Giro dándole la espalda y retomo la caminata. Los extraño tanto, pero eso no puedo decírselo a Brad, no a el. Después de todo lo que ha hecho por mi, no se lo merece. Asi como no se lo merecía el castaño. Un pitido me hace estremecer dando un salto en el lugar. Un hombre molesto grita dentro de su camioneta y sacude la cabeza en negación. Mis piernas parecen no sostenerme mas, se doblan mis rodillas y a no ser por sus brazos que me sostienen, estaría tumbada en el suelo.   

Cayendo en la NecesidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora