Cacería 2

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Para cazar un animal de tal tamaño y fuerza, había que tomar las medidas necesarias, cualquiera imprudencia acabaría con la vida del más fuerte integrante del grupo. Un mamut no es algo que se pueda subestimar.

Un animal tan majestuoso debía ser respetado, eran sagrados así como toda la vida, todas las plantas y los animales. Los hombres de Neanderthal no consideraban la muerte de un animal como algo negativo si bien era con los propósitos adecuados, se sentían fuertes al cazar tales bestias y recibían la energía ellos, lo veían como un sacrificio honroso para la especie, que perdiendo un individuo más salvaba la vida de muchos.

El mamut derrotado caminó unos minutos al lado del resto y después se apartó para comer de unos arbustos.

-Haremos la táctica del lastre muerto- aconsejó Yuko, desde pequeño había soñado con verla en acción y ahora, siendo hijo del líder ya convertido en un hombre, tenía el derecho a la dirección.

La técnica del lastre muerto consistía en lanzar un saco de piel con algunas rocas adentro y cuerdas terminadas en púas sobre el lomo del mamut, este saco se lanzaba desde atrás a unos 10 metros de distancia y giraba en el aire para aterrizar la mayoría de las veces sobre el objetivo. El animal entonces se desesperaba y asustaba haciendo imposible que se percate de que lo comenzaban a rodear. Una vez acorralado se le acribillaba desde todas las direcciones y sus heridas provocaban la muerte en poco tiempo.

Poco a poco se fueron acercando desde todas las direcciones, ocultándose en los altos pastizales.

Desde el campamento trajeron el saco, Kron lo lanzó y mientras volaba, Argeek, Yuko, Nemek, y otros dos cazadores presentes se pararon de un salto con las lanzas en las manos listas para el ataque.

Yuko pudo ver en el ojo de la bestia su propio reflejo antes de que un peso de lastre muerto lo atrape. El mamut comenzó a dar cabriolas y a sacudirse pero el lastre y sus cuerdas se habían aferrado a el.

-¡Cuidado Yuko!- gritó Nemek al ver al mamut girando, tal vez para tratar de acertar un golpe con la trompa.

El muchacho a penas se pudo agachar, sintió cómo su larga cabellera era golpeada por un látigo musculoso. En seguida, escuchó la voz de su padre al otro lado de esas cuatro gruesas y gigantescas columnas que tenía en frente ordenando el ataque.

Desde todas las direcciones, lanzas novedosas catapultadas con mangos especiales volaron hacia el animal, que pisando con ira el suelo levantaba montones de tierra, y producía un atronador sonido con cada patada.

Yuko había perdido su arma al hacer aquella evasión tan apresurada, trato de ubicarla pero cuando la vió era demasiado tarde, estaba aplastada y destruida. Las lanzas se clavaron en el animal, que tambaleándose golpeó a Yuko con la trompa tumbándole al suelo.

Casi sin fuerzas, el mamut trató de huir, Yuko esquivó hábilmente cada una de sus patas y vió como a uno de los cazadores lo embestía el mastodonte que el pudo haber matado. -¡Gulaar, corre!- gritaban todos, pero su miedo lo obligaba a mirar atrás, se estrelló contra un árbol pequeño sin poder mirar su camino y a continuación, el mamut arrasó con él y con todos los pequeños árboles.

-Arcos- dijo Kron. Instantáneamente, los hombres entraron en razón y dispararon sus flechas al coloso mientras corrían hacia él. Se movía cada vez más lento, parecía un enorme puerco espín con todas las lanza y flechas que tenía clavadas.

-¡Cuidado, va llegando otro!- grito Argeek al ver a la matriarca furiosa correr hacía la escena para defender al mamut de su manada. Se retiraron a tiempo, pero Kron recordó que él era visto como la mayor amenaza y decidió distraerla agitando sus brazos y gritando.

El débil mamut barritó fuerte y lanzó un grito de dolor, al sentir que Nemek clavaba su lanza en su vientre. Por poco pudo esquivar a tal enorme animal mientras se desplomaba haciendo temblar la tierra. Habían capturado la bandera, pero aún debían regresar a la base, había un mamut aún más grande y totalmente sano y enfurecido buscando venganza, era la matriarca.

Argeek ordenó a Fligar, el último de los cazadores, que traiga otro lastre muerto para darle al mamut algo más en que pensar. Unos minutos más tarde estaba de regreso. La bestia había estado quieta mirando a Kron durante todo ese tiempo, todos habían sido cautivados por la tensión del momento y sudaban a gota gorda esperando algún movimiento.

El lastre cayó en la cabeza del mamut y como se había esperado, este comenzó a batirse tratando de liberarse. Kron aprovechó la oportunidad y corrió hacia el animal, ayudándose de sus colmillos, saltó y tapó los ojos del animal con las cuerdas del lastre. Al bajar, sacó la lanza especial y apuntó al cuello del gigante. Blandió su brazo pero el arma fue sostenida por un brazo vigoroso de hercúlea fuerza. Era Yuko.

-Sólo lo necesario- le dijo lanzándole una mirada asesina con los ojos cargados de lágrimas.

Esa noche fue terrible, la pérdida de un miembro más del clan era siempre dolorosa y Yuko se sentía culpable por esta matanza, el entierro se dio lo antes posible honrando la desastrosa muerte por la que el cuerpo había quedado irreconocible. Las carnes ya estaban en el los 7 mantos y a la mañana siguiente los llevarían a la colonia para que les sobre comida durante más de dos semanas. Uno de los colmillos fue entregado a Nemek y el otro a Kron como trofeos por su importante colaboración. El sueño de Yuko estaba cumplido, pero no había sido tan glorioso como él había imaginado.

¡Esta es mi tierra!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora