Capítulo 1

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Febrero, 2197.

La pared de la casa de al frente reflejaba de manera distorsionada la forma de la casa de la chica, pero no es que la pared fuera un espejo realmente, o fuera una pared en si, sino era una vidriera gruesa gigante de forma cóncava vertical sostenida por estructuras de hierro paralelas entre si, permitiendo el efecto de espejo en forma de ola que sólo reflejaba las imágenes exteriores. 

Aquella pared, que suponía la principal de esa casa, tenia una tonalidad azul que la familia de la chica solía criticar, ya que arruinaba el patrón de blancos y ámbar  dominante de la cuadra, resaltando como un monstruo colorido parte de la arquitectura abandonada de la Era de guerras, donde las calles no tenían patrones de color y todo parecía una mezcla heterogénea de explosión de tonalidades, no como se regía tras el Retorno de la paz, donde el sol y la naturaleza eran los únicos con vida realmente en aquella mañana.

Y la mañana era fría, o al menos así lo sentía Leilani. Quizás porque eran las nueve de la mañana y estaba sentada frente a su laptop, viendo vídeos musicales y comprobando que la información que tenía era real. Pero todo con propósito. No estaba despierta y lejos del calor de su cama sólo porque si.

Una minuciosa investigación no se hacía sola.

Tuvo que pagar montones de su mesada para poder obtener distintas contraseñas para ingresar a la red social donde interactuaban todos los signos zodiacales, una red social prohibida; La Deep Zodiac Web. Era el único lugar donde se podían comunicar con distintos signos, un lugar que para entrar tenías que pasar por distintas pruebas. Distintos códigos. En persona te realizaban una evaluación en base a un detector de mentiras si tus motivos para entrar a la red eran perjudiciales o no. Tenías que confirmar tu identidad cada vez que ingresabas y tenías un único código que te permitía acceder, si perdías el código no había segundas oportunidades. Y de eso Leilani estaba consciente.

Claro que eso había sido hace dos meses; ahora conocía a personas de otros signos, incluso tenía una amiga a la cual estimaba demasiado. Sue, una sagitariana apasionada, quien la había informado sobre cómo funcionaba a profundidad lugares clandestinos de reunión entre signos. Aunque se refería a los lugares físicos clandestinos de una forma más despectiva, para nada interesada en formar parte. Sucedían varios conflictos mortales en aquellos lugares, por lo que Sue estaba más interesada en volverlo seguros que ser participe. Y a pesar de que Leilani la apoyaba, mantenía ciertas dudas, porque ¿Cómo rayos vuelves seguro algo que, desde todos los ámbitos de su sociedad, están prohibido?

Igualmente, estaba frente a su ordenador siguiendo el patrón de los sitios en los que se han descubierto clubes y reuniones clandestinos. En la ciudad de los Leo sólo hubo uno hace catorce años, el cual fue desmantelado luego de que los padres de un puberto siguieran a su hijo hasta al sitio, para luego apelar frente a las autoridades para que su hijo no fuera a una correccional. El chico fue vigilado constantemente, al igual que todo su círculo cercano.

Leilani consideraba, sin duda alguna, que su hermano había sido un pendejo despistado que arruinó la entretención de muchos, marginándole a un punto casi discriminante.

Por eso tengo que hacerme amigos virtuales. Nadie me quiere por aquí.

Pensó la joven con pena. Casi todos miraban a su familia como si fuesen bichos raros. Y quizás lo eran; Su hijo mayor seguía siendo vigilado por no respetar las leyes mundiales y su hija menor estaba a punto de cruzar el mismo limite.

Luego de casi seis horas, la única pista de un nuevo centro clandestino apuntaba a la ciudad de los Cáncer: Ahí no se mostraban en las noticias disputas públicas por los límites fronterizos, por lo que sólo significaba que o misteriosamente los Cáncer eran los mejores ciudadanos del mundo entero o que la prensa estaba comprada para dar una falsa seguridad a los habitantes y no poner la ciudad en el ojo de los mandatarios gubernamentales internacionales.

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